Florencia Bonelli
“En mis libros, las lectoras viven una sexualidad más libre”

Texto de Fabiana Scherer
Fotos: Nemesio Alfredo Rodríguez y Carlos Ruiz
"Mientras tenga una mesa y un enchufe donde conectar la computadora, puedo escribir en cualquier lado. Me adapto. Tengo una vida nómade, –dice Florencia Bonelli desde Suiza, donde vive junto a Miguel, su marido–. Soy una persona que tiene sus rutinas, eso me da seguridad y permite que me adapte con facilidad. Desde el 2000 que hago esta vida. Lo mío es investigar mucho y escribir.” Su sello, el que la llevó a que miles de bonellistas le sean incondicionales, como un club de fans, es que las novelas de Florencia Bonelli se valen de un trasfondo histórico, social y político para narrar una historia romántica. Una exitosa preventa, que tuvo en velo a sus seguidoras, ya le auguró a La Casa Neville, la trilogía que se inicia con La formidable señorita Manon, un “taquillero” camino, una constante en su prolífica producción que comenzó con Bodas de odio (1999) y se posicionó como un “suceso editorial” con la bilogía Indias blancas (2005) y su trilogía Caballo de fuego (2011). Lleva vendidos casi 4 millones de ejemplares en los países donde su nombre ya es sinónimo de “ficción histórica romántica”. Jueves, 20 de junio de 1833. La City, Londres. Manon Neville acompañó hasta la puerta de su despacho a la señora Olsen, clienta de la Neville & Sons, el banco más importante de la City, al que se conocía como la Casa Neville. Si bien era cierto que se ocupaba de manera personal de varios clientes, en especial de los «menesterosos», como su padre apodaba a los menos acaudalados, a la señora Olsen la atendía con especial empeño por razones que iban más allá de las cuestiones financieras. Su esposo, Sven Olsen, era parte de la tripulación del Leviatán, y a ella le interesaban las noticias vinculadas a ese clíper, en especial las relacionadas con su capitán, Alexander Blackraven, conde de Stoneville. “Mis lectoras me pedían la historia del primogénito de Roger y Melody, los protagonistas de El cuarto arcano (2007) –cuenta Bonelli, que mantiene intacto el tono cordobés–. Roger y Melody tuvieron cuatro hijos y la historia de Alexander siempre quedó ahí pendiente. Se las debía.” –Y aparece en escena Manon Neville. –Gracia Nasi –pronuncia su nombre de manera pausada–. Ella fue la inspiración. Lectura tras lectura, Florencia se sumergió en una profunda investigación para meterse de lleno en el sistema financiero del siglo XIX. “Se parece mucho al nuestro –comenta–, porque en ese entonces ya estaba perfilándose como es el nuestro ahora, obviamente con ciertas diferencias. Me metí con la turbulenta situación política de la época. En ese buscar apareció Gracia Nasi, una de las mujeres empresarias y políticas más poderosas de la Europa del Renacimiento. Enviudó joven, a los veintitantos, y se hizo cargo de la riqueza familiar convirtiéndose en una de las mujeres empresarias [del siglo XVI] más poderosas. No sólo se puso al frente para administrar la fortuna, y hacer negocios, sino que ayudó a escapar a judíos de la persecución, creó una red y salvó a cientos de conversos de la Inquisición. Hay un cuadro hermoso de ella con un nenito a su lado, su sobrino, lo encontrás apenas colocas su nombre en Google.” No es casual que Bonelli haga referencia a esta imagen, sus sobrinos son un importante sostén de amor, entre ellos está Tomás. “Desde el primer libro hasta el último, siempre. Yo estaba por publicar mi primer libro y él murió, así que dije todas mis novelas serán para vos”. En las páginas de La Casa Neville se lee: A la memoria de mi sobrino Tomás, que nos acompaña desde ese lugar de infinita paz e inconmensurable amor en el que un día todos volveremos a ser uno. “¿No te parece increíble esta mujer? –irrumpe y hace referencia a Gracia Nasi–. Apenas supe de ella dije quiero contar una historia así, pero en el siglo XIX. Seguí investigando y ya metida en el sistema financiero apareció Lady Rothschild, la mujer más rica de Inglaterra, de una gran presencia social. Los bancos de la familia eran muy importantes y ella ocupaba un lugar destacado en ese escenario. Pero el personaje, el de Manon, está inspirado fundamentalmente en Gracia. Lo de Rothschild me ayudó a definir algunas cuestiones y a decirme que lo que estaba escribiendo no era utópico, que existía una mujer así, tan importante, respetada y, además, generosa, porque hacía obras de caridad. Me cautivaron”. –Dos mujeres que ponen el eje en un tema de discusión actual: la brecha de género en el empleo y los roles en función del sexo. –Ellas ocuparon lugares importantes en los escenarios financieros, como Manon, mi protagonista. El tema de la mujer y el dinero no resulta fácil de hablar. Las mujeres poderosas no siempre estuvieron en los libros de historia. Sé que poseo el cuerpo de una mujer débil y extenuada, pero tengo el corazón y el estómago de un rey, del rey de Inglaterra, es la frase que eligió Bonelli para abrir el libro. Es un extracto del discurso de Tilbury que la reina Isabel I de Inglaterra pronunció el 9 de agosto de 1588. “Me encantó ese discurso tan conmovedor, potente, que dio a las tropas, en la ciudad de Tilbury, frente a las playas, a la espera de la invasión de la armada española. Imaginá a esta mujer, que no era alta, que tenía 50 años, ahí ante las tropas, arengando a esos hombres para hacer frente a Felipe II de España que se acercaba con la Armada Invencible, una flota que parecía imposible detener y ella arengó, se plantó frente a su ejército, se impuso, mostró su poderío. Una mujer fascinante. Nunca se casó, no tuvo hijos y eso que tenía que asegurar un heredero al reino. Estas historias me encantan, me sorprenden. Además, Isabel I tenía un asesor astrológico real que estaba siempre con ella [John Dee, destacado matemático, geógrafo y traductor.La soberana le encomendó la misión de escoger la fecha más adecuada para su coronación y le dijo cuál era el mejor momento para atacar a la armada española en 1588]” Desde que leyó Los signos del zodíaco y su carácter, de Linda Goodman, un libro que le prestó una amiga hace más de diez años, Bonelli comenzó a indagar en el universo de la astrología, ese lugar que su familia conservadora y católica veía como algo vulgar, de ignorantes y supersticiosos. “Con casi 40 años, jamás me había preguntado quién era yo realmente, por qué actuaba como actuaba, por qué pensaba como pensaba, por qué amaba u odiaba como lo hacía. Siempre había intentado responder a las exigencias de la sociedad para agradar, para encajar”, confesó la cordobesa, nacida el 5 de mayo de 1971, taurina de pura cepa, con ascendencia italiana, española e irlandesa, hija de Eileen –profesora de inglés– y Roberto –ingeniero civil–, hermana mayor de Carolina y Lucas, cuando presentó en España, El hechizo del agua [la cuarta y última historia de la serie Nacidas], novela atravesada por la astrología, que para la autora se convirtió en una herramienta fundamental de autoconocimiento y de conocimiento del otro. “La astróloga Beatriz Leveratto siempre dice que la luna es fundamental en la vida de una persona, las fases de la luna tienen un impacto en nuestra vida cotidiana y en cómo nos relacionamos afectivamente con los otros”.

–¿Seguís haciéndole la carta natal a tus personajes? –Sí, y siempre terminó sorprendiéndome. Es una cosa mágica, porque yo los defino en mi mente y cuando les hago la carta, aparecen las mismas características. Es maravilloso. –Recién comentaste que lo tuyo es investigar y escribir, como si se tratara de una fórmula invulnerable. –Me sorprende a mí misma el tiempo de investigación que me lleva cada novela, mucho más que su escritura. No es una novedad, siempre fue así, yo misma tengo que decir basta porque sigo y sigo. Es tanto el cúmulo de información que se hace difícil después manejarlo. Me digo: esto no es un tratado sobre el sistema financiero, tampoco sobre la Guerra del Opio, aunque ahí esté la investigación. Tengo que tratar de equilibrar la información con la ficción, todo lo que leí tiene que enriquecer la historia, no busco hacerla pesada, al contrario, busco que las lectoras quieran seguir dando vuelta las páginas, pero con elementos. Siempre aclaro que no soy historiadora. Muchas veces me lo preguntaron, pero no. Gracias a Dios, existen historiadores geniales, que escribieron tanto y que siguen haciéndolo. Me nutro de libros de la época, de documentales, de películas. Para mí, lo más interesante es cómo un libro te lleva a otro, porque un historiador hace referencia a otro y ahí vas, hacia esa búsqueda. Y hay tanta variedad de libros, de investigaciones sobre temas muy puntuales, construidos como si fueran orfebres con detalles, hasta los más ínfimos. Son ventanas, puertas que se abren y parecen no tener fin. En realidad, no tiene fin, siguen apareciendo cosas. –¿Cómo se procesa esa información? –Organizo todo en un archivo Word de manera que me permita tener un acceso fácil y directo a datos, palabras. Llego a tener miles de páginas y por eso busco que tengan entradas que faciliten la búsqueda para cuando estoy ya en el proceso de escritura. Pensar que cuando me daban historia en el colegio era tan aburrida, era un plomo, pesada, porque no te contaban lo divertido de la historia. Si vos la contás bien, hay cosas tan interesantes que la hace entretenida, ese tras bambalinas. Obvio que las fechas son importantes, también los contextos, y cómo se vivía, lo que hacían. A mí me gusta humanizar los detalles, necesito saber qué comían, cómo preparaban los platos, lo que bebían, cómo se vestían. Me gusta esto de la historia casi doméstica y enlazarla con esos grandes hechos como la Guerra del Opio. Me interesa eso, pensar cómo vivían nuestros antepasados. –¿Te ayuda alguien con la investigación, con bajar esa data a miles de páginas? –No, trabajo sola. El trabajo del escritor, por lo menos para mí, es muy solitario, no sé si podría trabajar con otras personas, ya tengo mi manera de hacerlo. Creo que sentiría que me están invadiendo. Me gusta dejarme sorprender con el material. –Tu vida misma es una sorpresa, eso solés decir. –[risas] Sí, sí, sí, sí. Se suponía que yo iba a ser una contadora pública, que iba a vivir en Córdoba, con marido, hijos y un perrito, y nada más lejos que eso. Sí, la vida me sorprendió, me sigue sorprendiendo porque nada tiene que ver con los modelos que me enseñaron de chica. Lo mismo me pasa con los personajes, o con las historias que me inspiran, como las de Gracia Nasi o Rothschild, que, sin buscarlas, aparecieron. Son personajes que muchas veces aparecen así, sin que los busque, que el cosmos, como digo yo, me los manda. La historia, la literatura siempre llamaron su atención, pero el único futuro que imaginaba la mostraba como docente. Y la docencia no era para ella. Pensó en las matemáticas y se decidió a estudiar Ciencias Económicas. En la Universidad Católica de Córdoba, Bonelli conoció a Miguel Ángel Gallo, cinco años mayor. Se enamoraron y el 6 de diciembre de 1997 se casaron. Con él comparte esta vida nómade que la lleva a enchufar la computadora en cualquier lugar del mundo: ya lo hizo en Génova, Bruselas y Londres. ¿Cómo no acompañarlo? Como si fuera una escena de una de sus tantas historias, Florencia recuerda aquel día en el que encontró en la biblioteca de su suegra El árabe, de Edith Hull, el libro que no pudo soltar, que le llenó la cabeza de ideas, de escenas, de diálogos, de romance. Esa lectura, la de una mujer raptada por un sheik que termina enamorándose de su captor, la llevó a tomar la decisión que cambiaría su vida. “Mientras cenábamos le dije a Miguel que quería renunciar [trabajaba en la Comisión Nacional de Comunicaciones, el ente que regulaba las empresas telefónicas y radioeléctricas] y dedicarme por completo a la escritura. Con su pragmatismo virginiano me dijo que escribiera todo lo que tenía en la cabeza. Y así empecé. Di el salto al vacío, era mi destino. Siempre digo que estaba destinada a esto, no hay ninguna duda. Lo veo así.” Las primeras palabras, los besos, las caricias, las idas y vueltas de su primer manuscrito de Lo que dicen tus ojos y de la novela con la que se daría a conocer, Bodas de odio (1999), las tipeó en una computadora prestada. Todo lo que escribía lo guardaba en un disquete, hasta que con Miguel compraron la Packard Bell, la máquina a la que bautizaron “El elefante”. –¿Miguel es el primer lector de tus novelas? –No, no me lee nunca [ríe]. Sólo cuando se lo pido, cuando necesito que me ayude a desenredar la maraña que yo misma me armé. Me escucha y mucho, y como buen virginiano tiene la capacidad de detectar el error. Es una característica del signo, por eso a veces son un poco fastidiosos, están siempre marcando los errores como un pájaro carpintero, pero a mí eso me sirve. Además, me da la visión de un hombre que es distinta a la de una mujer. Tenemos otro modo de ver la vida. Convencida de que vinimos a este mundo “para amar y ser amados”, Bonelli cree en los finales felices. Obviamente, para llegar a él, en el camino hay obstáculos que atravesar. Pero el amor siempre es importante: “Lo atraviesa todo, no sólo hablo del amor de parejas, sino de ese amor puro, de ese amor que nos hace relacionarnos.” Lunes, 12 de diciembre de 1825. Hampstead, en las afueras de Londres. Los amantes retozaban en la cama; se besaban, se provocaban, se acariciaban, se contemplaban a los ojos, e intentaban olvidar que la sodomía constituía una ofensa para la ley inglesa, castigada incluso con la muerte, narra en la primera página de La casa Neville. La formidable señorita Manon, antes de que nos topemos con la protagonista de pie frente al banco de la City londinense. “La sodomía fue ilegal en Inglaterra hasta a mitad de los años 60 [las leyes que penalizaban la homosexualidad siguieron vigentes en Inglaterra hasta 1967, en Escocia hasta 1980 y en Irlanda del Norte, hasta 1982], algo terrible, se penaba incluso con la muerte. Pensá lo que sufrió Oscar Wilde. Me interesaba mucho contar esta historia, mostrar que no siempre fue así, que no era algo absolutamente normal.”

–En tus libros las escenas de sexo tienen un lugar preponderante. En una oportunidad me comentaste que muchas de tus lectoras reconocieron que a partir de ellos empezaron a vivir su vida sexual de una forma distinta, con más libertad. –Es fundamental la cuestión sexual. Siempre han controlado la sexualidad femenina. Recién en los 60 nosotras empezamos a hacer una gran revolución. Me encanta cuando me cuentan que volvieron a tener pasión con su pareja, o que después de 20 años de casados se volvieron a encontrar. Me llegaron a decir: Me resolviste un problema de frigidez. –Tus historias son muy visuales y durante mucho tiempo se especuló con que algunas de ellas iban a tener su adaptación en plataformas de streaming. –Tuve ofertas, llegué a firmé contratos, pero no se dio. Lo dejo en manos de Dios, que sea lo que tenga que ser. Espero que cuando llegue, se haga bien, que sea un buen trabajo. A veces veo producciones en que la calidad es óptima. Así que me gustaría ver algo de calidad. Vamos a esperar. –Hay escritores que sueltan sus obras. ¿Sos de las que se involucrarían? ¿Estarías atenta al guion? –Me propusieron ser parte de un equipo. Yo quiero participar de la escritura, pero, como te digo, llega un punto en donde todo se desvanece, a pesar de haber firmado contratos importantes. Cosas de mandinga, dirían en el campo, ¿no? Sigo esperando. Mientras, escribo. En junio de 2021 se anunció que Florencia Bonelli dejaba Penguin Random House, luego de más de veinte años, para pasar al Grupo Planeta. En aquel momento, Esther Escoriza la editora ejecutiva de los sellos Zenith, Esencia y Zafiro del Grupo, aseguró: “Publicar a Bonelli es el sueño de un editor. Su éxito se replicará en todos los países de habla hispana.” –Se conoció como el pase del año, como si fuera una noticia deportiva. –Cuando Miguel me leyó las noticias me mataba de risa. Los cambios a las taurinas nos cuestan mucho, pero sentía que era lo que quería, que era el momento para hacerlo y lo hice… me animé. Estoy contenta. Me llamó la atención cómo se dio a conocer, en el mundo literario no se dan estas noticias... Yo era muy feliz trabajando con mi editora anterior, pero los cambios hacen bien. –Además, varias de tus novelas se reeditaron. –Volvieron a circular. El público se renueva, como dicen. Soy de las que creen que la energía se empieza a mover, no solamente la propia, la interna, sino que lo impregna todo: los libros, las lectoras. Estoy muy contenta. –Volviendo a La Casa Neville. La formidable señorita Manon, fiel a tu estilo la acción se desarrolla en escenarios diversos, distantes entre ellos como Londres, China y el Río de la Plata. –Me encanta moverme, contar sobre estos escenarios tan distintos, con sus particularidades, sus culturas. Para esta novela leí muchísimo sobre la Guerra del Opio [conflicto que enfrentó al Reino Unido y a China entre 1839 y 1842]. Me apasiona investigar y este tema me despertó mucha curiosidad. La segunda parte de la trilogía va a estar ambientada, buena parte, en China, en Cantón, que era el único puerto al que podían entrar los extranjeros, súper controlados, y donde sólo se permitía el acceso a hombres. Este fue un conflicto que duró muchos años y los personajes de la novela están muy vinculados con este comercio. En realidad, lo necesitamos –replicó Alexander–. Inglaterra depende de su comercio con China. Los otros mercados, incluso el de la India, palidecen frente al gigante chino. Es más, hoy la India vive del opio que les vende ilegalmente a los traficantes chinos en Cantón. Pero este gigante del que tanto dependemos tiene los pies de barro, y hemos sido los ingleses con el comercio del opio quienes hemos aportado a debilitarlo. Si el gigante cae, nos arrastrará a todos –vaticinó. –Que tengas una novela nueva tiene entusiasmada a las bonellistas que esperan ansiosas el tradicional encuentro para tomar el té [se inició con Nacida bajo el signo del Toro] y la firma en la Feria del Libro. –Sí, voy a estar en la próxima feria, en mi Buenos Aires querido. A la distancia se extrañan muchas cosas. Es cierto cuando dicen que escuchás un tango y se te escapa una lágrima... –Seguramente será un reencuentro aun más emotivo teniendo en cuenta las dedicatorias: “A las memorias de mi lectora Leslie Farrell y de su pequeña hija Sofía, que partieron de este mundo en octubre de 2022 (...). Gracias por haber leído mis libros con tanta pasión. A la memoria de la querida Rosarito Trabazzo, de quien siempre hablamos, a quien siempre recordamos, por lo mucho que la queremos”. –A Leslie no la conocía, pero su familia me contó lo que me quería y que todos me conocen por ella, quien esperaba que la librería abriera para comprar mis libros. Nunca me escribió. Vos sabés que tengo contacto con mis lectoras, con muchas soy amiga, respondo sus mensajes. Me contaron que no se animaba. Ahora estoy en contacto con Ceci, su hermana. También me escribió el papá de Sofi. No veo la hora de que abran en libro y lean la dedicatoria. Y después Rosarito. A ella sí la conocí, es una de las hijas de una queridísima amiga. Rosarito también era una amiga, a pesar de la diferencia de edad. Es una forma de abrazarlos.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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