sábado, 26 de marzo de 2016

CREATIVIDAD E INNOVACIÓN

Está bien: son las palabritas de moda. Innovación, creatividad, emprendimientos y todas esas cosas. Uno queda muy mal si no las mete en la conversación cada, digamos, tres o cuatro frases. Claro que, de tanto uso y reciclado, pueden quedar vacías. Es cierto que cada época se ve a sí misma como la más revolucionaria, trágica o promisoria de la historia, pero vale la pena detenerse a pensar qué quiere decir realmente cambiar el mundo, ser original..., innovar. Pues bien, me arriesgo a un definición de qué puede querer decir ser innovador: juntar cosas, conceptos o ideas que aparentemente están dispersos, en universos paralelos o lejanos, peras y manzanas. Quizá el genio consista en mezclar y revolver esos mundos y ahí sí lograr algo novedoso, que nos permita mirar y mirarnos de manera diferente. Está bien, a veces la rejuntada puede resultar en algo tan completamente innovador como inútil, pero quién nos quita lo innovado.

Veamos entonces algunos ejemplos de estos universos que por arte de magia, de ciencia o de casualidad se juntan y abren nuevos caminos. Uno de los favoritos (y muy bien narrado por el creador de mundos de ideas Gerry Garbulsky) es la coexistencia pacífica durante siglos -y quizás milenios- de las valijas por un lado y las ruedas por el otro, hasta que en la década de 1970 (ayer nomás) se patentó la primera maleta con rueditas. Y el universo cambió para siempre.
Pero hay mucho más para unir y crear. Tomemos por ejemplo a las bacterias y el pis, que no parecen estar hechos el uno para el otro. Temblad, centrales nucleares: se está desarrollando ahorita mismo un par de medias que, sí, concentran la orina que les llega por un tubito y la pasa por unas bacterias que la usan de combustible para generar electricidad.



Aunque tal vez los más interesantes son aquellos inventos que hacen pequeñas, mínimas revoluciones en la vida cotidiana. Supongamos que estamos caminando alegremente con nuestra mochila a cuestas y, de pronto, se larga a llover como si fuera la última vez. Nada que temer, porque nuestra mochi cuenta con capucha incorporada que nos cubre adecuadamente. ¿Mopucha? ¿Cachila? No importa: dos objetos que colisionan para generar algo nuevo.
Como el choque que se puede producir al juntar, por ejemplo, cuchillos y tostadoras: así, mientras cortamos el pan de cada día, el instrumento se calienta y va haciendo las tostadas del desayuno (también sirve para ir derritiendo manteca a medida que se corta...). Está bien: no va a cambiar el hambre en el mundo ni a calmar epidemias, pero nuevamente reúne a lo disperso para generar algo nuevo.
El baño ha sido siempre fuente de innovaciones. Como las tapas de inodoro que se iluminan levemente cuando se acerca un usuario, chorros de agua regulables para la altura de los chicos, televisores en el piso del baño de los cines (para no perderse nada de la película) o hasta papel higiénico reutilizable -que sí, existe -.
Hay para todos los gustos, como el invento ganador del premio IgNobel hace unos años: un corpiño cuyas tazas se separan y convierten en máscaras de gas que, claro, uno nunca sabe cuándo tendría que usar.



En fin, la lista es interminable: tablas de planchar con espejo incorporado, paraguas agarra-tazas de café, sillas mecedoras que van cargando el celular a medida que se mueven o los mismos celulares que se cargan aprovechando el calor del café... De eso se trata, de animarse a mirar el mundo de otra manera, con ojos curiosos, de científico, buscando formar parejas allí donde no las hay. A veces funciona, y así somos innovadores, creativos y emprendedores. Y podemos seguir hablando en conversaciones modernosas y a la moda.

D.G.

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