lunes, 28 de marzo de 2016

EL ÚLTIMO DE LOS HABSBURGO ESPAÑOLES POR EL DR. RICARDO "EL MORDAZ"

INVESTIGÓ EL DR.RICARDO "EL MORDAZ"

EL REY HECHIZADO
El problema de la endogamia
Una de las grandes tragedias de España, fue el haber tenido monarquías progresivamente decadentes en el momento de su mayor grandeza territorial con la permanente llegada a sus puertos de galeones cargados de oro, expoliado a las civilizaciones americanas. El país tenía todas las condiciones para transformarse en la primera potencia mundial y de hecho lo fue durante el reinado de Carlos I, el nieto de los reyes católicos e hijo de Juana “la loca” y Felipe de Habsburgo. Pero ni Carlos ni su descendencia, supieron aprovechar la situación, aplicaron pésimas medidas económicas, gravando con pesados impuestos la industria local y abriendo sin restricciones la importación de productos manufacturados, es decir exactamente lo opuesto a la política económica inglesa. El resultado fue que en el siglo XVIII, Inglaterra se transformó en la primera potencia mundial y España en el país más atrasado de Europa.
En la dinastía de los Habsburgos, las relaciones maritales consanguíneas se venían sucediendo en cada gobernante culminando con Carlos II, cuyo padre Felipe IV contrajo matrimonio con su segunda esposa que era su sobrina Mariana de Austria. Artículos científicos recientes, llegaron a la conclusión que Carlos traía en su ADN un coeficiente muy elevado de endogamia. Durante el período transcurrido entre su bisabuelo y su padre, los reyes de España generaron 34 hijos, 10 de los cuales (29,4%), murieron antes del año de edad y 17 (50%), lo hicieron antes de los 10 años de edad. Los resultados muestran claramente la alta mortalidad de estas familias que superaban al promedio existente entre los matrimonios de los campesinos españoles de la época, quienes por otra parte, vivían en condiciones de higiene, alimentación y recursos de salud considerablemente inferiores a sus reyes.
Carlos II (1661-1700)

De una infancia prolongada a una senilidad prematura
Cuando Carlos nació el 6 de noviembre de 1661, los campanarios de las Iglesias de Madrid tocaron a rebato anunciando a los habitantes que había nacido un varón lo cual aseguraría la continuidad de la tambaleante monarquía. El optimismo en la corte y en el pueblo, pronto se disipó cuando se hizo evidente que el futuro rey era un engendro que llegó al mundo pobremente diseñado. Su enorme cabeza no guardaba relación con su cuerpo menudo y con el tiempo usó una cabellera que se extendía más allá de los hombros, aumentando aún más esta desproporción.
Desde su tatarabuelo Carlos I, los Habsburgo se caracterizaron por una mandíbula excesivamente pronunciada que se trasmitió a su descendencia en forma cada vez más notoria. En el caso de Carlos, dicho prognatismo adquirió el grado de deformidad ya que no podía colocar ambas filas de dientes en el mismo plano, impidiéndole masticar correctamente. La apariencia lamentable de su rostro se completaba con una lengua excesivamente grande que le dificultaba el habla, lo que ponía en aprietos a quienes lo rodeaban que apenas entendían lo que decía. La corte y el pueblo lo apodaron “el hechizado”.
A la edad de 6 años todavía era alimentado por nodrizas y no se le permitió caminar hasta que entró en la adolescencia y cuando lo hizo, las piernas no soportaban el peso de su cuerpo y se caía con frecuencia. Varias de estas caídas también fueron el producto de crisis epilépticas.
Debido a que su cociente intelectual guardaba armonía con sus deformidades físicas y que durante gran parte de su vida se lo trató como a un niño, se convirtió en un monarca mentalmente retardado. Bajo, cojo, epiléptico, precozmente senil y completamente calvo antes de los 35 años, estuvo siempre en el linde de la muerte, pero dejó repetidamente confundida a la Cristiandad persistiendo en vivir.
Cuando Carlos nació, España estaba en bancarrota económica y en permanente conflicto con sus vecinos. Para salir de esta crítica situación necesitaba un rey de ideas claras, voluntad firme y decisiones rápidas y enérgicas. Nada de eso podía esperarse del último vástago de la dinastía Habsburgo. Para colmo, su padre Felipe IV falleció cuando Carlos tenía 3 años y por decisión del Consejo de Castilla, la regencia estuvo a cargo de su madre Mariana de Austria. Demás está decir que durante ese período la corte estuvo sujeta a múltiples intrigas y a la influencia de Austria y en menor medida de Francia.
Mariana de Austria (1634-1696)
La regente Mariana no era la más capacitada para gobernar y se rodeó de consejeros como su confesor Everardo Nithard que fue nombrado Gran Inquisidor convirtiéndose temporariamente en la persona de mayor poder en la corte. Nithard hizo lo que pudo ante una situación económica y política caótica y a su favor se puede decir que firmó tratados de paz para terminar con los conflictos bélicos que agotaron las arcas del Tesoro, pero esto fue a costa de pérdidas territoriales. Empezaba a retraerse el impero de Carlos I.
A todo esto, Carlos vivía su infancia y adolescencia sumido en su mundo infantil y totalmente ajeno a los acontecimientos de la corte y de su país. Es evidente que su lamentable aspecto físico no fue un obstáculo para que su madre contratara a dos reconocidos pintores, el español Juan Carreño Miranda y el napolitano Luca Giordano. Ambos hicieron esfuerzos para mejorar el rostro del futuro rey, tratando de reducir su mentón prominente y el labio inferior grueso y caído que le daban cierto aspecto libidinoso. Sin embargo, conservaron la expresión de su rostro de mirada lánguida y perdida en su mundo de fantasía y supersticiones.
Pese a que las posibilidades de infertilidad eran enormes, se hacía imprescindible casar al joven monarca para perpetuar la tambaleante dinastía. Su primera esposa fue Marie Louise de Orleans y la boda tuvo lugar en París en 1679. Carlos tenía 18 años y ella 17 y era relativamente bonita. El matrimonio de 10 años de duración, hasta la muerte súbita de Marie Louise, no produjo descendencia y rápidamente ministros y consejeros se pusieron a buscar nueva esposa.
Ésta resultó ser la alemana María Anna de Neuburg, de fuerte carácter que pronto dominó al monarca de tal modo que el embajador francés en Madrid describió que “la princesa de Neuburg ha adquirido tal ascendiente sobre el espíritu del rey, su esposo, que bien puede decirse que es ella la que reina y gobierna en España”.
María Anna de Neuburg (1667-1740)
Sin embargo, algunas decisiones fueron tomadas por el propio Carlos, como la investigación que ordenó sobre las actividades de la Inquisición. El informe fue tan lapidario que el Inquisidor General persuadió al rey de quemarlo. El pusilánime monarca accedió y con ello se perdió un valioso testimonio sobre el comportamiento siniestro de aquella organización.
El segundo matrimonio de Carlos, como era de esperar, tampoco produjo descendencia y además el rey había entrado en una senilidad precoz. Se tornó hipersensible y extraño a tal punto que ordenó exhumar los cuerpos de su familia para inspeccionarlos. Los últimos años lo encontraron totalmente alejado de los problemas del reino, participando en juegos y otras actividades. Ya próximo a su muerte, fue asediado por el papa Inocencio XII y por el embajador de Luis XIV para que firmara la sucesión de la monarquía a Felipe de Francia, duque de Anjou. Murió en Madrid el primero de noviembre de 1700, días antes de cumplir 39 años.
El informe de la autopsia que le practicaron registró que “su cuerpo no tenía una gota de sangre, su corazón era del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones estaban corroídos, los intestinos gangrenados, poseía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza estaba llena de agua”.
La muerte de Carlos II, fue la culminación de una dinastía que sumió a España en la ruina. A pesar de los impuestos, la inflación y la depredación de los minerales preciosos de América, la pobreza era tan desesperante que se asesinaba por pan; bandas de hambrientos irrumpían en los hogares para robar y matar y por las calles de Madrid deambulaban veinte mil mendigos. La policía a la que no se le pagaba, se desbandaba y unía a los criminales.
Felipe de Anjou ascendió al trono de España como Felipe V, la casa de Habsburgo tocó a su fin y fue reemplazada por los Borbones que reinan hasta la actualidad.
Razib Khan. Inbreeding and the downfall of the Spanish Hapsburgs. Discover. Science for the curious. http://blogs.discovermagazine.com/gnxp/2009/04/inbreeding-the-downfall-of-the-spanish-hapsburgs/
Will y Ariel Durant. La edad de Luis XIV. Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1966.
Ed Yong. How inbreeding killed off a line of kings. Science Blogs. 14/4/2009.
http://scienceblogs.com/notrocketscience/2009/04/14/how-inbreeding-killed-off-a-line-of-kings/

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