domingo, 22 de mayo de 2016

LOS OBELISCOS; EL OBELISCO DE BUENOS AIRES

La palabra obelisco deriva del griego “obelos”, que significa columna terminada en punta.
Los obeliscos, monumentos típicos del arte egipcio, tienen, efectivamente, una forma elegante y delicada. Poseen una base cuadrangular y terminan en la parte superior con una punta piramidal. Generalmente, esta punta estaba cubierta por una lámina de oro, o bien por una aleación de plata y oro.
Los rayos del sol, al dar sobre estos revestimientos metálicos, producían maravillosos resplandores. La piedra en que se cortaban los obeliscos era la sienita (roca rojiza, de feldespato, anfíbol y un poco de cuarzo), llamada así porque se extraía de las canteras de Siene, hoy Asuán. Otras veces se utilizaba el basalto, de color gris oscuro, que les daba apariencia menos vistosa.
Las dimensiones de los obeliscos eran variadas. El más alto que se conoce es el que ha quedado inconcluso en las canteras de Asuán, y tiene una altura de 41,71 m. El más bajo no pasa de dos metros.
Aparentemente, los obeliscos tenían sólo una función decorativa. Los faraones los hacían construir, por lo general, en la entrada de los templos. Algunas veces, sobre el obelisco se grababan inscripciones que indicaban a cuál divinidad estaba dedicado, o bien el acontecimiento político o dinástico en cuya celebración había sido erigido.

 

La ciudad de Buenos Aires tiene sus iconos que la caracterizan, uno de ellos es el Obelisco, en el cruce de las Avenidas Corrientes y 9 de Julio. Luce en pleno centro porteño y simboliza las dos fundaciones de Buenos Aires y el izamiento por primera vez de la bandera nacional en la iglesia San Nicolás.
Se inició su construcción en 1936, y fue el homenaje de Buenos Aires al Cuarto Centenario de su Primera Fundación y representaba el espíritu progresista de una época. Tiene 67 m. de alto y en cada una de su caras (tiene cuatro) tiene grabados los mas destacados hechos históricos de la ciudad. Sólo se llega a la cúspide subiendo una escalera con 206 escalones y 7 descansos cada 8 m. de ascenso.
Los cuatro acontecimientos: El 4º centenario de la fundación de la ciudad por Pedro de Mendoza. 2. El lugar en donde la bandera Argentina fue izada por primera vez. 3. La proclamación de la Ciudad como la Capital Federal del país y 4. La segunda fundación de la ciudad por Juan de Garay.
Por aquella época estaba en la Presidencia de la República el General Agustín P. Justo. Lo diseñó el arquitecto Alberto Prebisch y lo construyó la empresa Siemens Bauunion, en tiempo récord de cuatro semanas, debiendo salvar las dificultades que significaban los túneles del subterráneo mediante la construcción de bóvedas en su fundamento.
En donde se emplaza el Obelisco, previamente, debió demolerse la iglesia dedicada a San Nicolás de Bari. En ella se izó oficialmente por primera vez la Bandera Argentina dentro de la ciudad de Buenos Aires en 1812: dicha circunstancia se recuerda en una de las inscripciones del lado norte. 


En 1938, el presidente Roberto M. Ortiz y designa, como nuevo Intendente de la ciudad a Arturo Goyeneche y el Concejo Deliberante, por Ordenanza Nº 10.251, de junio de 1939, sanciona la demolición del Obelisco, aduciendo razones económicas, estéticas y de seguridad pública. Pero el Poder ejecutivo municipal veta la ordenanza, caracterizándola como un acto carente de valor y contenido jurídico, ya que altera el estado de cosas emanado del Poder Ejecutivo, y que se trataba de un monumento bajo jurisdicción y custodia de la Nación, a cuyo patrimonio pertenece.
Descripción de los festejo para su inauguración en 1936: “El sábado 23 de mayo, el pueblo se ha dado cita en la flamante Plaza de la República. El primer magistrado de la Nación preside la solemne ceremonia.
Son exactamente las 15, cuando la Banda Municipal ejecuta el Himno Nacional. Se cortan simbólicamente las cintas y se declara inaugurado el nuevo tramo del ensanche y el gran Obelisco, convertido ya en motivo inspirador del tradicional ingenio porteño. En la rotonda se han reunido chicos de las escuelas. Sus can. tos tienen resonancia significativa. Parecen anunciar y saludar a la vez a la gran urbe del futuro. Todos se sienten un poco emocionados. Hasta los más desaprensivos intuyen que Buenos Aires da otro paso hacia adelante.
Y es, en esa tarde de mayo, signo de un tiempo, que más que al siglo pasado apunta ya hacia el trasponer de la mitad de la actual centuria, cuando la capital latina del Plata experimenta la sensación de que una nueva etapa, por. tentosa e infinita, nace para ella. El pueblo allí reunido lo certifica con su acción de presencia, interpretando el sentir de la población que ha asistido con interés a las obras que se declaraban inauguradas en la oportunidad.
La voz del intendente municipal concreta el pensamiento de todos, encasillando el acontecimiento en su justo marco. “Este Obelisco será en el correr del tiempo el documento más auténtico de este fasto del cuarto centenario de la ciudad. Dentro de las líneas clásicas en que se erige, es como una materialización del alma de Buenos Aires que va hacia la altura, que se empina sobre sí misma para mostrarse a los demás pueblos y que desde aquí proclama su solidaridad con ellos. Buenos Aires se siente grande, fuerte, pujante.


Y como todos los grandes, no alienta sino sentimientos nobles, generosos, fraternales. Porque es grande, no siente emulaciones sino amor. Porque es grande, tiende sus brazos a todos los pueblos, presidiendo desde aquí los destinos de la nacionalidad argentina, particularmente a las demás naciones del continente que surgieron del mismo esfuerzo gigantesco del imperio español, y con quienes siente la solidaridad del pasado fecundo, del presente reno, vado y del futuro indefinido, ilimitado”. Se apagan las voces y ríos de gente discurren por la gran avenida. En su IV centenario, la ciudad no siente el peso de los siglos transcurrido.”

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