lunes, 30 de mayo de 2016

UNA OPINIÓN; HAY MUCHAS Y QUEDÓ COMO UNA VERGUENZA


La conmemoración de hechos históricos tiene un rol relevante en la construcción de la autopercepción de una nación. El Reino Unido es un de los ejemplos más acabados: el año pasado conmemoró simultáneamente los 200 años de la batalla de Waterloo -la victoria del general Wellington sobre Napoleón-; los 400 de la Carta Magna, que dio inició a la "monarquía constitucional", y los 600 de la batalla de Agincourt, decisivo triunfo de los arqueros británicos contra los caballeros franceses en la Europa continental.
Este año, tanto el Reino Unido como España conmemoran los 400 años de la muerte de sus dos escritores más grandes: Shakespeare y Cervantes, ocurridos "por azar o por destino" el mismo día de 1616, aunque en días diferentes de los dos calendarios en uso en el mundo occidental entonces.


En todos estos casos, las conmemoraciones comenzaron a planificarse años antes y fueron la consecuencia de una reflexión que, evocando el pasado, se realizó en el presente con proyección hacia el futuro, algo que parece estar bastante ausente por ahora en la Argentina, cuando falta algo más de un mes para el bicentenario de la independencia.
El 24 de mayo de 2016 se conmemoró el sesquicentenario de la batalla de Tuyutí, ocurrida ese día de 1866, en el Paraguay, en el marco de la Guerra de la Triple Alianza, que enfrentó a ese país con Brasil, la Argentina y Uruguay. Fue la batalla más grande que tuvo lugar en América del Sur, tanto por la cantidad de fuerzas que participaron en ella como por las bajas que tuvieron lugar. En síntesis: hacia fines de 1864, tras una incursión militar de Brasil en Uruguay para apoyar al Partido Colorado contra el Blanco, Paraguay ocupó la provincia brasileña de Matto Grosso, a la cual sólo se podía llegar a través de los ríos argentinos. Pidió autorización a la Argentina -y le fue negada- para atacar el sur de Brasil pasando a través de Corrientes. Entonces, en mayo de 1865, Paraguay, sin declaración de guerra, ocupó esa provincia con un ejército que era aproximadamente cuatro veces los 6000 hombres que tenía la Argentina en ese momento como fuerza permanente. Tras ello, las fuerzas paraguayas ocuparon Rio Grande do Sul.


En el segundo semestre del mismo año, las fuerzas combinadas de los tres aliados derrotan al ejército expedicionario paraguayo, recuperan los territorios que había ocupado y a comienzos de 1866 desembarcan en territorio paraguayo y vencen en varias acciones militares. El presidente del Paraguay y comandante en jefe de su ejército, el mariscal Francisco Solano López, al perder la ofensiva, decidió una contraofensiva, una suerte de jugada a "todo o nada".
El núcleo central de las fuerzas aliadas, integrado por 25.000 hombres al mando del general Bartolomé Mitre, presidente de la Argentina, había acampado en Tuyutí, entre lagunas y bañados. López planifica y ejecuta un ataque con 35.000 hombres, dos tercios de la fuerza total de su país en ese momento. Pensaba que si vencía podría obligar a los aliados a abandonar el territorio paraguayo. Sus 35.000 hombres iniciaron el ataque a las 11.30 de la mañana. Las fuerzas aliadas fueron sorprendidas, pero logran reorganizarse y contraatacar. La artillería brasileña, que destruyó batallones paraguayos, y la infantería argentina, que resistió con éxito la caballería enemiga, decidieron la batalla a favor de los aliados.


Las fuentes paraguayas y aliadas coinciden en que las fuerzas que mandaba Francisco Solano López tuvieron aproximadamente 13.000 bajas, entre muertos y heridos. En el caso de las que estaban a las órdenes de Bartolomé Mitre, hay divergencias. Para los paraguayos, fueron 11.000, y para los aliados, en cambio, fueron 4100, cifra que los historiadores han considerado mucho más próxima a la realidad y que tomamos por válida.
Fue la batalla más grande librada en América del Sur, por la cantidad de efectivos que participaron (60.000) y la cantidad de bajas (17.100), y decidió la guerra, aunque ésta duró todavía casi cuatro años más. Es que Paraguay perdió su capacidad ofensiva y quedó limitado a una guerra defensiva que libró con coraje y determinación, pero sin esperanza estratégica. Fue el triunfo del genio reflexivo de Mitre sobre el impetuoso López. Al mando de Mitre estuvieron ese día como jóvenes oficiales tres futuros presidentes de la Argentina: Julio A. Roca, Carlos Pellegrini y Victorino de la Plaza, así como el fundador del radicalismo, Leandro N. Alem.

R. F. 

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