domingo, 25 de febrero de 2018

VIOLENCIA DE GÉNERO...LLAMÁ SIEMPRE AL 144...Y SI OTRO ESCUCHA O VE; TAMBIÉN

Carla (46), sufrió diez años de violencia hasta separarse de su agresor. "Mi vida funcionaba a través de la amenaza, cualquier cosa lo ponía nervioso. Yo pensaba que podía manejar la situación, dejando de hacer cosas que a él le molestaban. Siempre tratando que él no entre en cólera", explicó. Sin embargo, el tiempo le demostró que nada lo detendría. Las agresiones que comenzaron siendo psicológicas, sociales y económicas también pasaron a ser físicas.
Después de mucha terapia y apoyo familiar, la separación le parecía la única salida para ponerle fin a la pesadilla. Sin embargo, la nueva etapa nada tuvo de nueva. En el primer día del divorcio, su ex-marido le golpeó la cara, y el vidrio de los anteojos que tenía puestos la cortaron. En ese momento tomó fuerzas para presentarse ante las autoridades y hacer la primera denuncia.
Algo similar ocurrió con Lidia (58). Los golpes diarios empezaron cuando llegó el momento que siempre había soñado. "Estaba embarazada de ocho meses de mi hija, cuando me empujó al piso", cuenta. Intentó dejarlo, huir y separarse, pero no lo consiguió. Pasaron años hasta que tomó el coraje para hacer la primera denuncia.
Año tras año historias como la de Carla y Lidia se repiten.
Según la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en la ciudad de Buenos Aires se registraron, en 2017, 9.687 denuncias por agresiones y malos tratos en el ámbito familiar. Esto significa un aumento del 4% (378 casos más), respecto a 2016. Se trata de todas las quejas que fueron encaminadas en la Justicia a través de la oficina.
Se analizó cuáles son las zonas de la Ciudad donde viven las víctimas que buscaron ayuda judicial. La mayor cantidad de casos se registraron en el sur de la Capital Federal. En las comunas 4 y 8 integradas por Barracas, La Boca, Nueva Pompeya, Parque Patricios, Villa Lugano, Villa Riachuelo y Villa Soldati. Ambas comunas lideran el ranking de denuncias desde 2015 hasta la actualidad con una tasa superior a 500 cada cien mil habitantes que se mantiene a lo largo del tiempo.
Le sigue en número de denuncias la comuna 1 que está constituida por Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat y Constitución con 1.020 denuncias en 2017, 999 en 2016 y 1.053 en 2015. Esto equivale a 403 cada cien mil habitantes.
En contraste, el barrio que históricamente acumula el menor número de denuncias en la Justicia es Recoleta con 120 casos cada cien mil personas. Ahí, los casos registrados descendieron un 4%, pasaron de 188 en 2016 a 180 en todo 2017. Mientras que en 2015 las denuncias fueron 201.

Un poco más arriba en cantidad, pero también con las cifras más bajas de toda la Ciudad, está Palermo con 158 cada 100.000 habitantes en 2017. En números absolutos, las denuncias cayeron de 378 a 359 en el último año, y en 2015 concentraron 396.
Violencia y sectores
En conversación la OVD explicó que no hace análisis sobre sus datos. Sin embargo, Analia Monferrer, titular de la oficina, comentó sobre varias hipótesis que explican estas estadísticas. "Hay quienes sostienen que las personas de los barrios carenciados o más pobres son las primeras que recurren a la Justicia. Y en las zonas más acomodadas, que generalmente están al norte, se inclinan más por el ámbito privado para poner fin al conflicto, antes que acudir a una autoridad."
A su vez, la socióloga de la UBA María Del Carmen Sánchez, experta en temas de violencia y de género, manifestó que los recursos de las víctimas para reconstruir su vida después de hacer la denuncia son mucho más escasos en los sectores populares. "Además de toda la estructura de abogados y psicólogos que una mujer de sector alto puede disponer, si en algún momento termina la violencia, seguramente tiene alguna posibilidad económica. O porque trabaja, o porque tiene algún título, o porque tiene apoyo familiar. Estos son elementos que ayudan y motivan a hacer su valija, agarrar a sus pibes e irse de la casa. Pero si no tiene trabajo o lo poco que gana no le alcanza para alquilar una vivienda, mandar los pibes al colegio y desarrollar una vida medianamente normal y aceptable, la cosa se complica mucho más", resalta la socióloga.

Carla, madre de cuatro hijos, tomó la decisión de divorciarse y tuvo el apoyo emocional y financiero de sus padres. En cambio, Lidia no tenía esa suerte porque ella dejó su trabajo y los estudios de maestra cuando se casó. Paró de trabajar cuando supo que estaba embarazada de su primer hija.
Sánchez acota y resalta que "la violencia doméstica ocurre en todos los niveles sociales". La diferencia está en quien tiene o no más recursos para elegir si va a hacer la denuncia o no.
Tipos de violencia
La violencia contra la mujer se traduce en múltiples formas de agresiones. Se puede dar en el ámbito psicológico, físico, simbólico, ambiental, económico, social y sexual. En casi todos los casos que llegan a OVD, el equipo de expertos que asiste a la víctima confirma malos tratos psíquicos (97%). El segundo tipo más recurrente es el físico, presente en 65% de los casos.

"Lo que pasa es que muchas víctimas llegan a hacer la denuncia cuando ya han superado diferentes tipos de violencia y muchas veces la violencia física es el detonante para que la persona se anime a hacer la denuncia", observa Monferrer.
Otro motivo que explica la denuncia tardía, es el hecho de que las víctimas tarden en identificarse como afectadas. Este es el caso de Lidia. "Primero me prohibía cosas, como 'no me gusta esa ropa que te pusiste. Bueno, vas y te cambiás' Otro día es: 'no quiero que te vayas con tus amigas'. Pero al estar enamorada uno deposita la confianza y cree que es así eso", cuenta.
Después del golpe en su embarazo, muchos otros se sumaron. "Él tenía una habilidad grande de envolverme, decía que me amaba, que no puede vivir sin mí."
La gota que rebalsó el vaso fue cuando la maestra de su hija la llamó porque la niña, de seis años, dijo en la escuela que su papá le pegaba a la mamá. "Ya no podía mentir más", cuenta Lidia, y fue al tribunal de familia de San Martín. Para eso, ella buscó ayuda de La Casa de Encuentro, organización civil que lleva las estadísticas de femicidio en la Argentina y que ayuda a mujeres víctimas de violencias de género. Hasta separarse, sin embargo, mucha agua pasó por abajo del puente.
Cifras negras
Los números de denuncias que llega a la Oficina de Violencia Doméstica pueden ser solo la punta de un iceberg. "No hay encuestas de victimización o series en el país para poder determinar un número de cifra negra", explica la titular del organismo.
Sánchez, sin embargo, no coincide con Monferrer. Para la socióloga, lo importante para la detección de casos de violencia son los protocolos implementados en el sistema de salud y en el sistema educacional. "Es importante no perder la oportunidad de captar determinadas cuestiones que pueden indicar la violencia. Los servicios de salud y las escuelas son ideales para esas cosas. Pero los profesionales tienen que estar formados para captar esta diversidad porque son temáticas muy complejas, la víctima no puede sentirse juzgada o perseguida en ningún momento."
El rol del Estado
No obstante, tanto Sánchez como las víctimas entrevistadas apuntan a la ineficacia del Estado y sus métodos de combate en esta materia:
"La mujer hace la denuncia, ¿pero después cómo sigue? Le ponen la perimetral a los tipos y los tipos no lo respetan. Ni siquiera tiene pena el que no cumple la perimetral. No es una cuestión penal, por eso no va en cana", dice la socióloga. "Estamos cansadas de ver que hay mujeres que las matan y que tienen siete, ocho, mil denuncias que no conducirán a nada concreto. Que la mina pueda sentirse segura y que no la mate."

Al respecto, el Ministerio de Justicia explicó  que iniciaron un plan piloto de control de las medidas cautelares (perimetrales) que consiste en la utilización de los dispositivos electrónicos duales (también conocidos como pulseras o brazaletes) para la protección de las personas que sufren situaciones de violencia. Se lanzó en agosto de 2016 y ya se entregaron 144 aparatos.
"Estos dispositivos permiten generar protocolos de mitigación de riesgo; son más eficientes en el uso de la fuerza policial, permiten que la víctima pueda hacer una vida con mayor normalidad" dijo la Subsecretaria de Acceso a la Justicia, María Fernanda Rodriguez.
Pero muchas veces la restricción tampoco es suficiente. Carla cuenta que se siente agotada. "La última [jueza] puso una restricción de dos meses, pero después pasa de vuelta lo mismo. La jueza dijo que los padres tienen que ponerse de acuerdo, que los hijos sufren las consecuencias del divorcio de los padres. Obviamente yo coincido con eso, pero si estás frente a un violento, una persona que se descontrola, una persona que ejerce violencia económica. No se puede hacer nada", expresó.
Desde el Poder Ejecutivo, Fabiana Tuñez, Directora Ejecutiva del Instituto Nacional de Mujeres manifestó que para saldar la falta de respuesta de la justicia, se habilitó un área de litigio estratégico que acompaña a la víctima en el proceso judicial. También, se implementó el patrocinio jurídico gratuito especializado, se construyeron diez hogares de protección integral y se modernizó el software de la línea 144, entre otras medidas. Todas son acciones que se llevan adelante en el marco del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres 2017-2019.
Carla agrega que ahora sus hijos sufren la violencia económica y psicológica. Además de las amenazas y agresiones verbales, su exmarido le transfiere mil pesos por hijo de pensión alimentaria. "La justicia tiene el deber de ayudar, de ponerle las penas, de limitarlos, de obligarlos a mantener a sus hijos. Tengo la suerte que mi familia me ayuda, pero si no la tuviera no sé cómo sobreviviría con mis cuatro hijos".
Víctimas invisibles

Aunque las mujeres sean la mayoría de las víctimas entre las denuncias que llegan a la OVD (son 60%), hay otro grupo que sufre cuando la violencia se instala dentro de casa. Los niños y niñas representan el 31% de las víctimas, sea directa (con agresiones y malos tratos a ellos) o indirectamente (cuando presencian los actos).
"En el momento que se ejerce la violencia en la madre, o viceversa, el niño tiene como una distorsión perspectiva en relación a que es ser cuidado. No puede aprender lo que es cuidar. Y si no aprende lo que es cuidar tampoco puede aprender a cuidarse a si mismo", analiza la psicóloga Susana García Rubio, que coordina talleres para padres sobre crianza sin violencia y en conjunto con Unicef.
Según ella, los chicos tienden a reproducir en su desarrollo lo que vivieron durante su infancia. "El niño aprende que los conflictos se median a través de la violencia. Eso es, o bien va a tender a ser violento o va a tender a ponerse en la posición de ser violentado porque ese es el esquema de relación que él aprendió".
Hay algunos casos que llegan a la Oficina que se traducen en quejas de los hombres. Ellos responden al 9% en el último año. Monferrer cuenta que son dos tipos de perfiles que llegan a la OVD: señores ya mayores que sufren malos tratos por parte de sus hijos, u hombres que se enteran de la denuncia de su esposa. "Obviamente que un varón puede ser víctima de violencia doméstica, pero en general cuando se acerca a la oficina, se detecta que quien está en riesgo son los niños o la pareja en realidad, él viene a dictar su versión de los hechos.

M. G. C.

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