Los oficios artesanales reviven en forma de hobby
Cerámica, carpintería, encuadernación o tejido: por qué el trabajo manual cautiva a la generación millennial
Talleres de encuadernación, un proceso dedicado y paciente
Una suerte de meditación activa. En tiempos de ansiedad digital, los hobbies que proliferan tienen que ver con trabajos manuales y técnicas que permiten desconectar la mente de las tareas cotidianas. Cerámica, carpintería, encuadernación, joyería, tejido, telar: aquello en lo que hoy se ocupa el tiempo libre parece estar tan conectado con lo artesanal como con los talentos de los abuelos. Y a la vez, es atractivo para la generación entre los 25 y 35 años. Para Sol , de 33, comenzar alfarería fue una propuesta de su psicóloga, en busca de que aprendiera a cederse horas para sí. Dos años más tarde, continúa yendo al curso, casi como una terapia alternativa. “Me gusta aprender técnicas nuevas, tener paciencia con el proceso y saber tolerar la frustración cuando algo no sale como hubiera querido”, describe, consciente de que esto es sobre todo necesario en su rubro de trabajo, la medicina. “Es como respirar aire nuevo, le permite al cerebro descansar sin dejar la actividad de lado”
Julia , una arquitecta de 26 años que este año comenzó joyería y cerámica, coincide en que son actividades con un costado terapéutico, en especial el moldeado de la arcilla, en el que uno puede perderse en sus pensamientos mientras sucede. “Espero mucho el momento del curso, porque me permite cortar y desconectarme de todo. Incluso podés charlar con compañeras mientras avanzás en tu proyecto”, ilustra.
Otra razón que se esgrime para la elección de este tipo de hobbies es la posibilidad de crear aquello que se sueña o desea. “Solía ver cosas lindas en Pinterest que eran caras o difíciles de conseguir, y me sedujo la idea de poder replicarlas”, relata Julia, quien además destaca el orgullo de ser capaz de concebir algo y en pocas clases llevárselo a casa. También entra en juego la creación de un objeto único. En plena sociedad de consumo y fabricación en serie, lo artesanal se revaloriza como algo distinto y deseable, que incluso puede ser convertido luego en un emprendimiento o que cobra nuevo mérito al ser regalado. “Quien recibe un producto artesanal lo percibe de otra manera, ya que al ser un trabajo manual, carga con un plus de quien lo hizo”, apunta Magdalena , alias Señorita Bambú, a cargo de talleres de encuadernación, un proceso dedicado y paciente.
La tendencia en la calle también llegó a las editoriales. Mastercraft, la importancia de trabajar con las manos y 10 ideas para lograrlo fue uno de los lanzamientos de julio. En él, la periodista y fundadora del taller Ático de Diseño, Luján , baja a tierra algunas de las técnicas más convocantes de su espacio, al tiempo que analiza la importancia de volver a las labores manuales. “Me gusta la idea de que la inteligencia pasa de las manos a la cabeza, al revés de lo que se piensa. Desde hace tanto tiempo priorizamos el saber intelectual, que nos cuesta aceptar otro. Pero este nace del cuerpo, y se activa cuando las manos entran en movimiento”, sostiene. Conocedora de este mundo de larga data, luego de años de dar talleres itinerantes especiales para diseñadores, hace cuatro abrió Ático y se encontró con un público más que ávido, desde profesionales a chicos o personas que nunca hicieron nada con las manos. Aunque admite que lo que más abunda son los millennials, que a su vez tienden un puente con la generación de sus abuelos, porque cuando se van a sus casas entusiasmados con el proyecto, pero empiezan a encontrarse con dudas, recurren a ellos.
La cuota de modernidad
Aunque la tendencia inste a recuperar los oficios de antes, la modernidad también aporta su cuota. Así, apunta que se enfoca en lo que llama “neocraft”, una suerte contemporización de estos saberes. “No tomo literal el bordado de la abuela, sino que convoco a diseñadores y en conjunto tratamos de renovar la técnica. Por ejemplo, revitalizamos la cianotipia, un proceso que usaban los botánicos para copiar con químicos, y lo retomamos para usar sobre encaje”. Algo similar sucede en los talleres que se dan en Experimento Casa, el emprendimiento de Melina , en el que es posible aprender desde carpintería y reciclado de muebles hasta pintura. “Buscamos aprender y enseñar actividades manuales tal como se impartían antes, pero tratando de llevarlas a la actualidad. Con el taller de marcos, por ejemplo, intentamos mantener el oficio lo más fiel posible a como lo hacían los antiguos marqueteros, pero cambiamos las varillas y las láminas que enmarcamos son muy distintas a entonces”, describe.
En cuanto a tiempos, las variables van desde jornadas intensivas de entre tres y cuatro horas, como es el caso de Ático de Diseño, a cursos de tres o seis meses (en formatos de clases semanales de dos horas cada una), como sucede en Experimento Casa. En ambas opciones, el alumno se lleva uno o más proyectos terminados. “En el curso de Carpintería Express, de tres meses, hay proyectos pautados, con los que se van utilizando distintas herramientas y máquinas. Al final, te llevás seis muebles pequeños”, cuenta
No es casual que todos los testimonios de esta nota sean de mujeres: el 90% de los que asisten a estos cursos lo son, incluso en el caso de carpintería, un oficio quizás considerado más masculino. “Damos la clase mujeres y la mayoría de las que vienen también lo son. Hay un empoderamiento también en esto, es gratificante ver que podés hacer lo mismo que un hombre”, sostienen en Experimento Casa. También sucede en casos de talentos especialmente estéticos y prolijos, como la ya mencionada encuadernación. En los talleres de la Señorita Bambú resaltan las mujeres a las que les gustan los cuadernos, las costuras expuestas y vistosas, la combinación de materiales, y, en el caso de las estudiantes, una mejor presentación para sus trabajos. “La mayoría pasó antes por un taller de pintura, tejido o ilustración, y en la encuadernación encuentra un soporte para esto”, describe la especialista.
Desconectarse y hacer algo manual frente a tanta virtualidad son las razones más claras. Sin embargo, también entra en juego otra valoración del tiempo. “Así como la gente es cada vez más exigente con lo que come, los deportes que practica o los espectáculos que ve, también le pone esa exigencia a cómo utiliza el ocio. Y como el tiempo en general se valora en tanto productivo, en este caso se utiliza generando algo que se disfruta tanto mientras se hace como después”, analiza Cecilia, licenciada en Psicología. Sol complementa: “Venimos de una era en la que se le daba valor a aquello que generaba dinero. Cuesta sacarse la idea de que no se está perdiendo el tiempo mientras se teje porque nadie te paga por eso. Pero hoy el disfrute está primero, y pocas cosas dan más placer que crear algo bello con herramientas propias”.
Cuesta sacarse la idea de que no se está perdiendo el tiempo cuando se teje
V. G. d. P.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.