viernes, 31 de agosto de 2018

LA OPINIÓN DE CARLOS PAGNI

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CARLOS PAGNI

Contratar seguros suele tener un efecto paradójico. Cuanto más cara es la póliza, más al desnudo queda el riesgo. Esto es lo que le sucedió ayer al Gobierno. Confesó que necesitaría que el Fondo Monetario Internacional le adelante el financiamiento previsto para 2019, equivalente a US$29.000 millones.

El mercado reaccionó de la peor manera. El dólar , en vez de frenar su corrida, la aceleró. La lógica es sencilla: si hace falta aumentar las garantías, quiere decir que quien está en la sala de máquinas advirtió un aumento en el peligro. Recién al final de la tarde llegaron dos motivos de pasable tranquilidad: Christine Lagarde admitió que habrá una revisión del cronograma de desembolsos, a cambio de que Nicolás Dujovne endurezca la meta de déficit fiscal para el año que viene. Se verá hoy si eso aplaca a los inversores.

No es la primera vez que se verifica esta falta de confianza en la relación de la administración con el mercado. Los que estudian el comportamiento de los títulos argentinos en relación con los del resto de las economías emergentes, detectaron que la prima de riesgo subió cada vez que desde Finanzas se exageraron los recaudos. Cuando se emitió un bono a 100 años, cuando se colocaron por adelantado títulos por 9000 millones de dólares y cuando se comunicó la negociación de un acuerdo con el Fondo, la percepción de los inversores, en vez de mejorar, empeoró. Tantas señales de cautela para calmar a los mercados consiguieron que los mercados se cerraran.

Este desencuentro no alcanza para explicar la dimensión de la crisis. Hay que tener en cuenta otros factores. Ayer no hablaron ni el jefe de Gabinete ni el ministro de Hacienda. Fue Mauricio Macri quien anunció, a través de su cuenta de Facebook, que se aceleraría el crédito del Fondo. Es muy posible que la Casa Rosada haya aceptado la recomendación que recibieron Mario Quintana, Gustavo Cañonero y Santiago Bausili cuando visitaron Wall Street hace dos semanas: “No queremos escuchar a nadie más que al Presidente”, dijeron los inversores en la reunión organizada por HSBC. Ayer dio la cara el Presidente, asumiendo el costo que eso significa.

El otro rasgo negativo de lo que ocurrió es que solo habló el Presidente. Es incomprensible que Macri se haya expuesto a informar el título de una decisión compleja de política económica y que no apareciera cinco minutos después alguien de su equipo para explicar los detalles de lo que se pretende hacer. Ese vacío inspiró una duda razonable acerca de si se conocen esos detalles. Y un enigma más inquietante: ¿ya había un acuerdo con el Fondo acerca de lo que se estaba proponiendo?

De esta incertidumbre se pasó a otra: ¿quién asesoró al Presidente para que tomara esa decisión? La versión más extendida es que fue Luis Caputo, llevado por la ansiedad típica del trader. Es muy verosímil. Las contraproducentes prevenciones anteriores también salieron de la cabeza de Caputo: bono a cien años, cobertura de 2018 anticipada, acuerdo con el Fondo. El presidente del Central está inquieto por un vencimiento de futuros de US$4000 millones para este viernes. Además, Macri confía a ciegas en el primo de su exsocio. O, por lo menos, confiaba. Hasta ayer.

La impresión predominante ayer en los principales bancos y fondos de inversión es que Dujovne no apareció porque estaba en desacuerdo con la medida. Sería gravísimo, porque es quien negocia con el Fondo y con los gobernadores. Hasta las 5 de la tarde lo único que trascendía era que Lagarde había mantenido una discusión muy áspera con Macri. Lagarde emitió un comunicado diciendo que instruyó a su staff para que revisara el cronograma de desembolsos. En el gabinete festejaron. Confían en que la plata está.

La respuesta del mercado frente al mar de incógnitas fue lo que los funcionarios querían evitar: más dolarización. La divisa llegó a $34,40 a pesar de que el Banco Central se desprendió de US$300 millones de reservas.

A las inconvenientes señales formales hay que agregar un problema de contenido. Lo que están esperando los agentes financieros, con razón o sin ella, es que el Gobierno exponga medidas contundentes de reducción del déficit fiscal. Pero Macri ayer habló de aumentar el endeudamiento. Una vez que se conoció el comunicado de Lagarde, Dujovne retomó el discurso fiscalista anunciando que la meta de 1,3% de déficit será un techo para 2019.

El anuncio de Macri dejó al descubierto, además, que el oficialismo va agravando el diagnóstico sobre la realidad en la que opera. Cuando se informó por primera vez el acuerdo con el Fondo se aclaró que el crédito sería solo preventivo. Después se admitió que se recurriría a una parte del préstamo. Ayer adelantaron que se echaría mano de todo el monto disponible para el año próximo. Los antecedentes hacen sospechar que tal vez con eso no alcance. Lo confesaba un banquero ayer al mediodía: “El problema es que, digas lo que digas, el mercado desconfía. Si tenés fondos garantizados para 2019, te pedirán los de 2020”.

Sería un error detenerse en estos detalles sin examinar las razones más profundas de la crisis. El Gobierno cayó en una trampa cuando presentó su acuerdo con el Fondo. Al organismo le dijo que, como contaba con el mercado, podía prescindir de su préstamo. Que de los US$ 50.000 millones solo utilizaría 15.000 y el resto sería solo precautorio. Y al mercado le dijo que, como contaba con el Fondo, podía prescindir de su crédito. El mercado se cerró y ahora hay que recurrir, cada vez más, al Fondo, en una exhibición incesante de debilidad.

Con independencia de este juego, el compromiso con el Fondo es de un nivel de exigencia que ha pasado inadvertido. Sobre todo porque Federico Sturzenegger obligó al Tesoro a que rescate, antes de que termine 2019, letras que están en poder del Central por unos US$ 12.000 millones. Antes del acuerdo, el déficit primario para 2019 era de US$7500 millones y los vencimientos con el sector privado, de US$30.000 millones. Si se asume que esos vencimientos se renegociarán, había que conseguir financiamiento por US$21.000 millones. Una vez que se firmó con el Fondo, esa necesidad ascendió a US$33.000 millones.

El sistema financiero comenzó a temer que esas obligaciones sean inalcanzables. Por eso el Gobierno debía renegociar las metas. Conseguir que el rescate de las letras no fuera obligatorio. Y que el Fondo autorizara a utilizar parte de los recursos para pagar intereses de la deuda.

Ese nuevo pacto despejaría la cuestión fiscal. Pero dejaría abierta otra, a la que el oficialismo le ha prestado poca atención durante demasiado tiempo. El déficit de cuenta corriente. Es decir, las necesidades de divisas que tiene la economía en su conjunto por los intercambios reales de bienes y servicios, y las transferencias de renta, con el resto del mundo.

Ese déficit ha variado con la devaluación. Pero el cálculo más aproximado es que asciende a unos US$22.000 millones. El Gobierno intenta calmar al mercado de deuda anticipándole que el Fondo permitirá utilizar US$12.000 para pagar LETE. Pero queda la incógnita acerca de si las reservas del Banco Central cubren el desbalance de cuenta corriente. Es lo que intranquiliza al mercado cambiario.

El capítulo sobre reservas del Central es otra arista cortante del acuerdo. Sturzenegger se comprometió a que en diciembre las reservas se incrementarían en US$ 5500 millones. Y en marzo del año que viene, en US$8500 millones. Los desembolsos del Fondo incrementan las reservas, pero mantienen ese esfuerzo.

El Gobierno debe renegociar el acuerdo. Conseguir que el rescate de letras del Tesoro sea un objetivo, pero no una condición del préstamo. Y lograr que se autorice a pagar deuda con parte de los desembolsos. El Central debería también rediscutir las metas de reservas. Ayer Lagarde insinuó que este replanteo puede ser aceptado. Es probable que a cambio del objetivo más estricto de Dujovne para el déficit fiscal.

Desde ayer la agenda económica se ha vuelto mucho más difícil de cumplir. La desvalorización del peso implica más inflación. Y también más recesión: quienes comercian con productos “hechos con dólares” prefieren suspender operaciones y acumular stock hasta que se estabilice el valor de esa moneda. Ese comportamiento paraliza más una actividad que ya está desalentada por la altísima tasa de interés y el efecto de los cuadernos de Centeno sobre los proyectos de infraestructura.

El mercado, mientras tanto, espera que el presupuesto refleje el recorte del déficit anunciado por Dujovne. Los representantes de Cambiemos en el Congreso, con Emilio Monzó a la cabeza, son optimistas. Sin embargo, hay que mirar hacia otro rincón. En el Consejo Federal de Inversiones, el PJ Federal, Miguel Pichetto y Sergio Massa se reunieron ayer con la dirigencia sindical, que venía de lanzar un paro para el 25 de septiembre. Se propusieron apoyar la meta de déficit del 1,3%, pero sobre la base de recortes distintos a los previstos por el Poder Ejecutivo. Y de aumentos de impuestos. El dólar a 34,40 lanzó la campaña electoral.

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