martes, 21 de agosto de 2018

HISTORIAS DE HORROR Y DE MUERTE,


LA HISTORIA QUE LOS CONVIRTIÓ EN HÉROES "EL TIFUS DEL DOCTOR LAZOWSKI" ,ASÍ SALVÓ 8.000 VIDAS
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Eugene Lazowski, y Estanislav Matulewicz fueron dos médicos polacos que decidieron, por su cuenta y riesgo, inocular a cientos de personas una bacteria llamada Proteus OX-19, sin el conocimiento de nadie, ni siquiera de los propios pacientes.La bacteria era inocua en la gran mayoría de los casos.-Los alemanes iniciaron pronto redadas por la zona de Rozwadów, a los judíos se los llevan a los campos de concentración y a los gentiles a trabajos forzados. Las únicas excepciones eran los aquejados de algún tipo de enfermedad infecciosa. Y de todas ellas era el tifus la que más aterrorizaba a los alemanes: extinguida de Alemania, sus soldados eran particularmente sensibles a ella, aparte de ser un mal que se extendía con gran rapidez.“Yo no era capaz de pelear con una pistola o con una espada, pero encontré la manera de asustar a los alemanes”, escribió Lazowski en sus memorias
Estuvieron haciéndolo durante un par de años, sin que se descubriera. De hecho, pasaron más de 30 años hasta que se conoció su historia.
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Eugene Lazowski (1913-2006) es médico cuando estalla la Segunda Guerra Mundial con la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939. En ese momento sirve en el ejército polaco, en un tren de la Cruz Roja, y lo sigue haciendo durante un tiempo cuando ese ejército derrotado se convierte en una milicia clandestina.-A mediados de 1940, con el país ocupado, pasa a ejercer en un pequeño pueblo llamado Rozwadów. En aquella zona coincide con un colega amigo suyo de los tiempos de la facultad, el doctor Matulewicz.
Los alemanes iniciaron pronto redadas por la zona de Rozwadów, a los judíos se los llevan a los campos de concentración y a los gentiles a trabajos forzados. Las únicas excepciones eran los aquejados de algún tipo de enfermedad infecciosa. Y de todas ellas era el tifus la que más aterrorizaba a los alemanes: extinguida de Alemania, sus soldados eran particularmente sensibles a ella, aparte de ser un mal que se extendía con gran rapidez.-Un falso positivo
Los dos médicos querían hacer lo posible por ayudar a su gente y pusieron a trabajar su ingenio. Matulewicz, más avezado en técnicas diagnósticas, descubrió que una bacteria, el proteus OX-19 tenía el mismo comportamiento que la del tifus cuando se le sometía a la prueba estándar de la época, la reacción de Weil-Felix. O sea, se podía crear un falso positivo por tifus sin tener dicha enfermedad
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Probaron primero con un amigo de Matulewicz: le inyectaron la bacteria y el paciente dio positivo en fiebre tifoidea pero sin los síntomas de la enfermedad. Mandaron la muestra de sangre a los laboratorios nazis, a ver qué pasaba. “Achtung, Fleckfieber”, debían aislar al paciente. Primera prueba superada. Los alemanes cerraron toda aquella zona, poniéndola en cuarentena y evitando acercarse a toda costa.
Ahora debían planificar un método para seguir haciéndolo sin que les descubrieran, les iba la vida en ello. Había sido relativamente fácil engañar a los alemanes una primera vez y con un solo paciente. El reto estaba en hacerlo durante todo el tiempo posible y con más gente.-Fabricando tifus
Para ello imitaron en todo lo posible a una epidemia natural. Para empezar, buscaban pacientes con síntomas parecidos al tifus (fiebre, dolor abdominal, tos, náusea, etc.) y les inyectaban la bacteria diciéndoles que era la cura. Luego les tomaban un muestra de sangre para enviarla a los alemanes.
Pero como no encontraban demasiados de esos pacientes apropiados, decidieron fabricarlos. Idearon un compuesto que provocaba síntomas de tifus inofensivos y que remitían a los pocos días, el tiempo justo para inocularles su “falsa inyección” y enviar los análisis a los nazis. Los pacientes quedaban maravillados con la eficacia del método de Lazowski, que les curaba el (falso) tifus en un pispás, y los alemanes seguían alejados de una zona plagada de tifus.
De esta manera consiguieron ampliar su radio de acción a las poblaciones cercanas a Rozwadów, que quedaron cerradas por cuarentena.
Para evitar levantar sospechas inyectaban a judíos y gentiles, sin distinción de sexo ni edad. También tenían en cuenta la época del año en que, por el clima, los agentes de contagio (piojos y pulgas, principalmente) eran más activos.
Pero los alemanes tenían que sospechar tarde o temprano, ya que el número de infectados no se correspondía, de forma lógica, al número de muertos. Y mandaron un equipo médico.
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A su llegada, al equipo médico alemán les prepararon un gran recibimiento a las afueras de la ciudad: una comilona generosamente regada con alcohol. Aquello consiguió dejar fuera de combate a buena parte de la comitiva. Al final, parece ser que el trabajo de inspección lo dejaron en manos de dos novatos, que entraron en la zona infectada entre borrachos y aterrorizados. Lazowski y Watulewicz les entregaron más muestras falsas y les enseñaron algunos cadáveres con aspecto de haber muerto de tifus. Eso bastó, los alemanes solo querían salir corriendo de allí para no volver.
Y no lo hicieron, los dos médicos polacos y el falso tifus consiguieron lo que no había logrado el ejército polaco, mantener aquella zona libre de nazis hasta el final de la guerra. Se estima que con esa artimaña salvaron a unas 8.000 personas de los campos de la muerte. Su engaño no se conoció hasta 1977, cuando Lazowski, que tras la guerra emigró a Estados Unidos, lo explicó en una revista médica.
“Yo no era capaz de pelear con una pistola o con una espada, pero encontré la manera de asustar a los alemanes”, escribió Lazowski en sus memorias.
Viva la inteligencia, muera la muerte.

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