viernes, 21 de junio de 2019

CUANDO LA SANGRE....TIRA...


¿De tal palo, tal astilla? Hijos que abrazaron la misma vocación que papá
Soledad y Julio Presas, en Notorius
Soledad y Julio Presas, en Notorius
Soledad Presas supo que quería ser música cuanto tenía cuatro años y se iba a la cama, y no se podía dormir si no escuchaba de fondo los acordes de la guitarra de Julio, su papá. A veces solo, a veces con David Lebon o con Pappo, o con tantos otros músicos que para ella eran como tíos y recién años después supo que todos ellos tenían un nombre propio en la historia del rock nacional. Hoy, la historia es al revés. Tiene 39 años y su papá es el artista invitado cuando ella se presenta con su trío. Algo parecido le pasó a Maximiliano Maccarone, el capitán del equipo argentino que hace una semana ganó la "Copa América" de los helados y fundador de la cadena El Podio. Una vez, él fue el chico de nueve años que pegaba saltos atrás del mostrador de la tradicional heladería El Ciervo, que creó Francisco, su papá hace más de 50 años, para llegar a la segunda fila de los sabores de helado y preparar los pedidos. Y la abogada Gabriela Tuero, de 33 años, un día fue la adolescente que le comunicó a Carlos, su papá, que largaba Medicina, que no era para ella y que en cambio quería dedicarse al derecho. Hoy, comparten cartel en el estudio. "Feliz día, Roberto", así tiene pensado sorprender hoy a su papá Florencia d'Amato, de 30 años, que acaba de terminar anestesiología y su profesor en cirugía cardiovascular, la especialidad a la que se quiere dedicar, fue justamente su papá. "La primera vez que en el quirófano le dije Roberto en vez de papá, no me contestó. Directamente pensó que le estaba hablando a otra persona", se divierte Florencia.
Todos ellos son hijos que abrazaron la misma profesión que sus papás. ¿De tal palo tal astilla? ¿La vocación se hereda? ¿Cómo influye el entorno familiar en la elección?
Un estudio que hizo la Universidad de Belgrano en 2017, sobre 1007 estudiantes que se inscribieron, sólo el 18% de los jóvenes llegaba a la facultad para estudiar lo mismo que habían estudiado sus padres. En cambio, el 82% había elegido otro camino. A los que habían elegido la misma carrera se les preguntó la razón: el tres de cada cuatro iniciaron su respuesta con la frase "mi papá o mi mamá es.". En definitiva, que la profesión de los padres había condicionado su elección o los había acercado tempranamente a esa actividad.
¿Vocación o tradición?
Los especialistas explican que las sociedades más tradicionales tienden a tener mayor proporción de profesiones heredadas. Y en cambio, en las sociedades más modernas la influencia como condicionante suele ser menor. Y el foco está puesto en la movilidad social ascendente: se espera que los hijos lleguen más lejos que los padres y no que mantengan un legado familiar. Aunque hay profesiones, como la abogacía o la medicina que marchan a la cabeza de las profesiones parentales que más atraviesan las generaciones.
"Cuando los hijos siguen rígidamente los mandatos familiares, muchas veces están eligiendo la seguridad antes que la libertad, el visto bueno paterno antes que la exploración de una identidad propia que los conduzca a una adultez autónoma. Debajo de lo que socialmente puede ser visto como la continuidad de una estirpe y un éxito se esconde muchas veces una sofocada insatisfacción y sufrimiento por lo no experimentado, lo no intentado, lo no vivido", explica el especialista en vínculos, Sergio Sinay.
"Hay que diferenciar el estímulo o la influencia familiar del mandato o la exigencia", apunta la psicóloga Claudia Messing, autora de "Simetría entre padres e hijos". "Los padres siempre influyen en la elección vocacional de los hijos, estimulando y posibilitando aprendizajes y vivencias, proporcionando modelos de identificación. Lo que nunca se puede predecir es cómo va a ser esa influencia, porque cada persona hace su propia combinatoria con los estímulos de los que dispone, armando una síntesis personal", asegura. "Eso tiene que ver con los procesos de identificación, que nunca son predecibles. Es importante diferenciar, los procesos de identificación que constituyen nuestra identidad, de los mandatos y exigencias familiares que a veces se transmiten de manera sutil", agrega.
El psicólogo Martín Wainstein, especialista en vínculos, docente regular de la Universidad de Buenos Aires explica: "Las relaciones padre-hijo normalmente no admiten muchas variaciones. O bien los hijos repiten el modelo de los padres, como en el modelo norteamericano, donde el hijo empieza en la empresa de cadete y termina siendo gerente. O el hijo rebelde desafía el mandato familiar. Si le va bien, la sociedad valora tanto una cosa como otra. Si le va mal, se convierte en la oveja negra de la familia. Desde una perspectiva narracionista, construimos relatos que justifiquen una u otra historia".
¿Para un padre exitoso es difícil reconocer el éxito del hijo? "Lo verdaderamente difícil es reconocer el éxito del hijo en un área, o a través de una metodología, diferente de la del padre. Cuando el hijo no es un continuador, sino que hace su propio camino. La falta de reconocimiento afecta la relación, lleva a algunos hijos a insistir, cada vez más, hasta lograrlo. Otros lo asumen como una batalla perdida; algunos lo pueden tomar con humor, pero generalmente es fuente de frustración y afecta el diálogo padre-hijo", explica el abogado Leonardo Glikin, que suele asesorar a empresas en las que participan miembros de una misma familia.
Soledad y Julio Presas, en Notorius
Acorde familiares
A los cinco años, Soledad Presas le dijo a Julio, su papá que ya sabía lo que quería ser de grande. "Voy a ser pianista", declaró. Julio ya lo sabía. De alguna manera el vínculo entre la segunda de sus tres hijas y él se había forjado en torno a la música. "Tal vez, con el tiempo me di cuenta de que esa era mi manera de relacionarme con mi papá. Y me llevó un recorrido armar mi propia identidad musical, diferenciada de la suya. Pero hoy la música nos une. Es nuestra pasión y nuestro tema de conversación permanente", cuenta.
Soledad mamó rock. Y los primeros músicos de la banda que armó eran dos amigos de su papá: Beto Topini, Toni García López y Julio, su papá.
Pero unos años después, se fue a vivir a México con su marido e hijos y le tocó abrirse paso en la música lejos del ala paterna, que sin darse cuenta la había protegido por mucho tiempo. Entonces su música se orientó hacia el blues, el soul y el jazz. Armó su propio trío y solía presentarse en la escena musical del DF.
Cuando volvió, decidió armar su propio camino. Tocó un tiempo con Diego Mizrahi, después formó su trío con el bajista Javier Annikian, y el baterista Javier Rondó, con quienes se presentan en Notorius. Un tiempo después, se sumó Julio, pero en condición de músico invitado y después formó parte de la banda que lidera Soledad.
"Tenemos muy buena relación cuando tomamos. Y siento que mi papá no sólo me pasó la pasión por la música sino que también, me dio el espacio para liderar mi propio proyecto. Dejar de ser hija. Y también, otras veces soy yo la artista invitada para hacer los coros cuando es él el que da recitales", explica.
Fabián Prado, músico y productor de Memphis, también suele tocar con la banda de Soledad. "Cuando yo tenía 12 años, mi papá, (tiene un estudio de grabación) les grabó a Memphis. Ellos fueron banda soporte cuando vino B.B. King. Yo fui al recital con mi papá. Me acuerdo que estuvimos en los camarines. Hace un tiempo, por un tema técnico retomé el contacto con Fabián Prado. Y él me mostró un video de esa noche, donde aparecía yo de nena., siempre ahí al lado de mi papá. Me doy cuenta que él marcó de alguna manera mi camino. Me abrió espacios y me despertó el oído. Y hoy compartimos la música y disfrutamos lo que hacemos juntos", dice.
Sin anestesia
Cuando entró a la facultad, Florencia d' Amato sabía que quería ser médica, pero no tenía ni idea de qué especialidad. "En mi familia son casi todos médicos: mi papá es anestesiólogo y mi mamá hace diagnóstico por imágenes. Y en toda casa de médicos, se habla todo el tiempo de medicina. Pero mis hermanos varones eligieron otra cosa completamente: uno hace publicidad y el otro es contador. Pero yo, siempre quise ser médica", explica.
Florencia y Roberto d Amato
No se imaginó que poco a poco, a medida que avanzaba, primero de la carrera y después de la residencia, iba a terminar compartiendo no sólo quirófano sino también la vocación con su papá, Roberto, que es destacado anestesiólogo especializado en cirugía cardiovascular.
En los últimos meses, el Instagram de Florencia se pobló de fotos que la muestran con barbijo celeste y uniforme de quirófano, al lado de Roberto, su papá. A veces serios, otras en poses divertidas o delirantes. Sucede que cuando le tocó la rotación por esa rama de la anestesiología, Roberto se convirtió en su profesor.
No sólo eso: también en el culpable de que ella eligiera dedicarse justamente a eso.
"En las reuniones familiares, todos nos dicen, , porque somos apasionados por lo que hacemos. Pensé que iba a ser difícil tenerlo como profesor, porque trabajando por ahí no es lo mismo que como padre e hija. Pero, al contrario: compartir tanto tiempo en quirófano, nos acercó mucho, nos dio tema de convesación. Somos fanáticos", dice.
¿Cómo influyó la relación padre hija dentro del quirófano? "Adentro somos colegas. Dejé de decirle papá para llamarlo Roberto. La primera vez, no me contestó. Después miró para todos lados e hizo un gesto de , pero ahora ya se acostumbró y es parte del código entre nosotros", cuenta Florencia.
Roberto trabaja en el sanatorio Güemes y Florencia acaba de finalizar su residencia en el Hospital de Escobar. "Los planes para el futuro son abrirme paso en la profesión, tener mi propio camino pero por su puesto que aspiro a trabajar con mi papá, porque además de admirarlo como profesional, nos divertimos y nos entendemos mucho", dice.
¿Quién trae el helado?
Hay un debate que divide las aguas en la casa de los Maccarrone. El asado no está en discusión, en la casa del abuelo, en Ezeiza. Pero la polémica es quién lleva el helado para festejar el Día del Padre: Maximiliano, el creador de la cadena de heladerías el Podio, y capitán del equipo argentino que ganó la final de la Copa América del rubro, o Francisco, su papá y mentor, que desde hace 50 años guarda los secretos del mejor producto artesanal, en la heladería El Ciervo, una de las más tradicionales y reconocidas de Buenos Aires.
"Los que deciden son los nietos", define Francisco. "Son distintos, pero uno es tan bueno como el otro", asegura. Maximiliano está convencido de que su vocación se forjó en su infancia ya que él y sus tres hermanas crecieron prácticamente entre las heladerías de su papá, en Liniers y Villa Luro.
Maximiliano y Francisco Maccarrone
"En los 80, teníamos una heladería en Pinamar. El departamento estaba arriba. A la mañana, penas sentía el olor al sambayón o al chocolate, sabía que mi papá estaba elaborando y saltaba de la cama y me iba a ayudarlo. Siempre estaba al lado de él", cuenta Maximiliano.
Cuando creció, quiso probar otra cosa. Por cinco años, tuvo una verdulería. Le sirvió para aprender mucho de la materia prima. Pero pronto decidió volver al camino familiar. Y especializarse para sumarle a la tradición del helado italiano, la innovación y la vanguardia. Así nació el Podio, la primera en Almagro.
Siempre recuerda ese día que le hizo probar a su papá caramelo salado. "No, Maxi. Ese gusto no va", recuerda el hijo. Resultó ser uno de los hits d. "Mi papá siempre me impulsó a innovar. Obvio que él es más tradicional, pero nunca me cerró las puertas. En cambio me enseñó algo fundamental, que creo que es el secreto del helado artesanal: con la materia prima no se transa. Siempre tiene que ser de la mejor calidad que exista.", asegura Maximiliano.
Francisco llegó de Scaliti, un pueblito de Calabria, cuando tenía cinco años. A los 16, dejó el trabajo que su hermano le había conseguido en una firma de seguros, para entrar en una heladería de una familia italiana. Y allí nació esa pasión por el helado. A los 20 años ya había abierto su primera heladería, que desde hace 50 años se mantiene como una de las mejores heladerías de la ciudad.
De hija a socia, por derecho
Nadie se imaginó que Gabriela iba a dar esa noticia. Estaba cursando el CBC de Medicina y un día llegó al estudio de abogados que tiene Carlos, su papá. Se sentó en el escritorio y le anunció que medicina no era lo suyo. Que quería trabajar en el estudio, hasta encontrar su vocación.
Silvia, la mamá también es abogada y trabaja allí. Le dieron la bienvenida y la mandaron a hacer Tribunales. "Tenía muchas inquietudes. Más allá de la tarea que le dábamos, siempre traía preguntas extra. Y un día nos dijo que se había dado cuenta de que quería ser abogada. Nosotros, hacía rato que lo intuíamos", cuenta Carlos.
Gabriela y Carlos Tuero
Avanzó por la carrera como por el carril izquierdo, a toda velocidad. Haber mamado el derecho le daba una ventaja indiscutida. Después, cuando se recibió, le ofrecieron sumarse al estudio.
El momento era muy particular. Estaba empezando la digitalización de los expedientes y poco después, llegó la reforma del Código Civil. Como ellos se especializan en mala práxis, las reglas de juego habían cambiado. Y Gabriela estaba lista para brillar y demostrar que su juventud y capacidad eran credenciales suficientes como para tener un voto de peso frente al resto del equipo de abogados.
¿Qué debates enfrentan a un padre y a su hija en esas reuniones semanales?
Carlos se ríe. "Bueno, creo que los abogados de mi generación somos más apasionados por el litigio. Un juicio se gana o se pierde pero se pelea. El litigio es parte de la mítica de nuestra profesión. Y con la mediación cayó ese paradigma", confiesa.
Y explica que para las nuevas generaciones, como la de su hija, litigar no es el gran valor sino resolver. "Son mucho más prácticos, más resolutivos. Eso suma mucho", agrega.
"Es cierto", dice Gabriela, entre risas. "Para los abogados de mi generación la litigiosidad en un proceso, es muchas veces es una pérdida de tiempo. La mediación nos permite resolver, cediendo algo las dos partes. De forma que no se trata de ganar y perder, sino de cómo hacer para ganar los dos", explica.
Claro que con el diario del lunes, se puede decir cuál de las dos estrategias, la de pelear o de ceder, dio mejores resultados. "Mientras tanto, nos divertimos debatiendo", agrega la hija.

E. H.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.