Heroína con empatía y sorpresas
Raya y el último dragón
D. B.
(Raya And the last dragon, estados unidos/2021) dirección: Don Hall y Carlos López Estrada. Codirección: Paul Briggs y John Ripa. Guion: Adele Lim y Qui Nguyen. . duración: 114 minutos. Calificación: apta para todo público. Estreno en: cines y desde el viernes 5 en Premier Access de Disney+ con un costo extra de 1050 pesos. Desde el 23 de abril los suscriptores la podrán ver sin cargo adicional.
Películas (y series) sobre dragones hay muchas; historias sobre jóvenes e intrépidas guerreras en el marco de las producciones animadas de Disney, también. Sin embargo, la combinación entre una heroína llena de empatía y un universo fantástico con múltiples sorpresas da como resultado un relato que se inscribe en la mejor tradición del cine de aventuras y que en el terreno visual fue concebido con todo el vuelo artístico de la animación contemporánea más creativa.
La acción transcurre en Kumandra, un reino con elementos propios de la historia del sudeste asiático donde humanos y dragones vivían en armonía hasta la aparición de unos monstruos llamados Druun. Cinco siglos más tarde, esas fuerzas maléficas regresan y Raya (la voz de Kelly Marie Tran en la versión original) deberá emprender un largo periplo para encontrar al último dragón del título (en verdad es una dragona llamada Sisu, a la que Awkwafina le aporta toda su expresividad vocal).
Con ciertas reminiscencias de Mulán, pero al mismo tiempo con un despliegue estético que remite por momentos a Coco, Raya y el último dragón es una película de viajes y batallas que apuesta -muy a tono con estos tiempos- a la resiliencia y a la unión de diferentes reinos en pos de un objetivo común y superador. Lo hace, por suerte, evitando todo tipo de discurso altisonante y aleccionador porque los realizadores confían en el poder de su narración y en la eficacia de su sencilla moraleja.
Emotivo relato sobre las fantasías
Un sueño extraordinario
P. V. P.

(Astronaut, Canadá, 2019). dirección: Shelagh Mcleod. Guion: Shelagh Mcleod, Carolyn Saunders, Maureen Dorey. Fotografía: Scott Mcclelland. Montaje: Tiffany Beaudin. elenco: Richard Dreyfuss, Krista Bridges, Lyriq Bent, Richie Lawrence, Colm Feore, Karen Leblanc. duración: 91 minutos. distribuidora: BF Distribution. estreno: Cinemark Hoyts online.
Es inevitable pensar en Encuentros cercanos del tercer tipo cuando Richard Dreyfuss fantasea con una aventura en el espacio. Han pasado más de 40 años desde el estreno de aquella película y también desde ese esplendor del relato clásico que Spielberg parecía manejar con tanta convicción. Sin embargo, Un sueño extraordinario recoge aquellas coordenadas, e incluso explora esa relación entre la vejez y el anhelo de trascendencia que conjuga la fantasía de los viajes espaciales.
Angus Stewart (Dreyfuss) es un ingeniero civil retirado que vive con la familia de su hija luego de la reciente pérdida de su esposa. Cada noche sale al jardín de su nueva casa para mirar el cielo con su telescopio. Su nieto es quien lo alienta en la utopía de un viaje espacial a través del concurso que organiza un millonario, y quien le recuerda la importancia de esos sueños postergados cuando sus padres deciden internarlo en un geriátrico. El espacio -descubrimos- es también un territorio de misterio y fascinación compartido con su esposa antes de la demencia que signó sus últimos días. La directora Shelagh Mcleod honra esa tradición aventurera cuando se afirma en el anhelo que impulsa a Angus a inesperados vínculos con los residentes de geriátrico, a la complicidad con su yerno y al reencuentro con la curiosidad. La nota de suspenso sobre el turismo espacial del millonario y las conquistas que hace posible el dinero desatienden el verdadero interés que la película construye alrededor de su protagonista, el único viajero al que queremos ver surcar el cielo.
Nolan brilla con su “película Bond”
Tenet
H. F.

(estados unidos/2020). Guion y dirección: Christopher Nolan. elenco: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh y Michael Caine. duración: 150 minutos.calificación: apta para mayores de 13 años.
Las películas de Christopher Nolan suelen ser criticadas porque, se dice, hacen pasar embrollo por complejidad conceptual y sus complicaciones no ofrecen una recompensa a tono con el esfuerzo que demandan. Para quien haya sentido algo semejante en sus otros films, este será la confirmación inapelable de ese diagnóstico que, igualmente, dista de ser unánime. No se puede negar que Nolan es un autor que se arriesga a desafiar (otros dirán “irritar”) a sus espectadores mientras opera dentro del que suele ser el más complaciente de los subgéneros del cine: la película de más de 200 millones de dólares.
Como su título, este relato toma la estructura del palíndromo, esa figura retórica reversible que puede ser leída de modo idéntico en direcciones opuestas: lo particular del film es que algunos objetos y personajes pasan por un proceso que invierte su flecha temporal. Esto quiere decir que experimentan el tiempo en reversa: van del futuro hacia el pasado segundo a segundo, del mismo modo en que nosotros vamos del pasado hacia el futuro (el tiempo, que puede ser recorrido en ambas direcciones, es el palíndromo del film).
Visualmente, esto se percibe como uno de los efectos especiales más viejos, un celuloide corriendo al revés, pero solo para algunos personajes. Otros en el mismo plano se mueven con la temporalidad “normal” y, en las escenas más espectaculares, ambos interactúan en una coreografía desquiciada (tal es la idea que tiene el film de la realidad: un ballet determinista en el que cada acto lleva a una única consecuencia posible en cualquier dirección temporal). Conceptualmente, la interacción de cosas que se mueven en sentidos temporales opuestos rompe la lógica causal, que es el modo en que pensamos el mundo, y deja nuestra pobre racionalidad en corto circuito.
Cuando una científica intenta explicar al protagonista (John David Washington) en que consiste la “inversión” le aconseja: “no trates de comprenderlo, siéntelo”. Bien se puede tomar esta recomendación. Dejando de lado ese dispositivo crucial del relato, la película es manifiestamente una de James Bond muy lograda, en la que un agente secreto debe impedir que un oligarca ruso (Kenneth Branagh) destruya el mundo, al tiempo que seduce mujeres y pasa por algunos de los sitios más deslumbrantes o sofisticados del planeta. Tal es una versión de Tenet que es perfectamente accesible y gratificante.
Pero también se puede ignorar el consejo y lanzarse a desentrañar aquello que parece inextricable: no a sentir sino a entender cómo puede funcionar lo que propone. Aunque la inversión de la causalidad hace que cada tanto se choque de frente con una paradoja, es posible desandar cada vuelta de la narración por ilógica que parezca de modo que tenga sentido, si uno se toma el trabajo. Tal vez sea el Sudoku más caro de la historia, pero enfrentarlo no está exento de satisfacción.
(Astronaut, Canadá, 2019). dirección: Shelagh Mcleod. Guion: Shelagh Mcleod, Carolyn Saunders, Maureen Dorey. Fotografía: Scott Mcclelland. Montaje: Tiffany Beaudin. elenco: Richard Dreyfuss, Krista Bridges, Lyriq Bent, Richie Lawrence, Colm Feore, Karen Leblanc. duración: 91 minutos. distribuidora: BF Distribution. estreno: Cinemark Hoyts online.
Es inevitable pensar en Encuentros cercanos del tercer tipo cuando Richard Dreyfuss fantasea con una aventura en el espacio. Han pasado más de 40 años desde el estreno de aquella película y también desde ese esplendor del relato clásico que Spielberg parecía manejar con tanta convicción. Sin embargo, Un sueño extraordinario recoge aquellas coordenadas, e incluso explora esa relación entre la vejez y el anhelo de trascendencia que conjuga la fantasía de los viajes espaciales.
Angus Stewart (Dreyfuss) es un ingeniero civil retirado que vive con la familia de su hija luego de la reciente pérdida de su esposa. Cada noche sale al jardín de su nueva casa para mirar el cielo con su telescopio. Su nieto es quien lo alienta en la utopía de un viaje espacial a través del concurso que organiza un millonario, y quien le recuerda la importancia de esos sueños postergados cuando sus padres deciden internarlo en un geriátrico. El espacio -descubrimos- es también un territorio de misterio y fascinación compartido con su esposa antes de la demencia que signó sus últimos días. La directora Shelagh Mcleod honra esa tradición aventurera cuando se afirma en el anhelo que impulsa a Angus a inesperados vínculos con los residentes de geriátrico, a la complicidad con su yerno y al reencuentro con la curiosidad. La nota de suspenso sobre el turismo espacial del millonario y las conquistas que hace posible el dinero desatienden el verdadero interés que la película construye alrededor de su protagonista, el único viajero al que queremos ver surcar el cielo.
Nolan brilla con su “película Bond”
Tenet
H. F.
(estados unidos/2020). Guion y dirección: Christopher Nolan. elenco: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh y Michael Caine. duración: 150 minutos.calificación: apta para mayores de 13 años.
Las películas de Christopher Nolan suelen ser criticadas porque, se dice, hacen pasar embrollo por complejidad conceptual y sus complicaciones no ofrecen una recompensa a tono con el esfuerzo que demandan. Para quien haya sentido algo semejante en sus otros films, este será la confirmación inapelable de ese diagnóstico que, igualmente, dista de ser unánime. No se puede negar que Nolan es un autor que se arriesga a desafiar (otros dirán “irritar”) a sus espectadores mientras opera dentro del que suele ser el más complaciente de los subgéneros del cine: la película de más de 200 millones de dólares.
Como su título, este relato toma la estructura del palíndromo, esa figura retórica reversible que puede ser leída de modo idéntico en direcciones opuestas: lo particular del film es que algunos objetos y personajes pasan por un proceso que invierte su flecha temporal. Esto quiere decir que experimentan el tiempo en reversa: van del futuro hacia el pasado segundo a segundo, del mismo modo en que nosotros vamos del pasado hacia el futuro (el tiempo, que puede ser recorrido en ambas direcciones, es el palíndromo del film).
Visualmente, esto se percibe como uno de los efectos especiales más viejos, un celuloide corriendo al revés, pero solo para algunos personajes. Otros en el mismo plano se mueven con la temporalidad “normal” y, en las escenas más espectaculares, ambos interactúan en una coreografía desquiciada (tal es la idea que tiene el film de la realidad: un ballet determinista en el que cada acto lleva a una única consecuencia posible en cualquier dirección temporal). Conceptualmente, la interacción de cosas que se mueven en sentidos temporales opuestos rompe la lógica causal, que es el modo en que pensamos el mundo, y deja nuestra pobre racionalidad en corto circuito.
Cuando una científica intenta explicar al protagonista (John David Washington) en que consiste la “inversión” le aconseja: “no trates de comprenderlo, siéntelo”. Bien se puede tomar esta recomendación. Dejando de lado ese dispositivo crucial del relato, la película es manifiestamente una de James Bond muy lograda, en la que un agente secreto debe impedir que un oligarca ruso (Kenneth Branagh) destruya el mundo, al tiempo que seduce mujeres y pasa por algunos de los sitios más deslumbrantes o sofisticados del planeta. Tal es una versión de Tenet que es perfectamente accesible y gratificante.
Pero también se puede ignorar el consejo y lanzarse a desentrañar aquello que parece inextricable: no a sentir sino a entender cómo puede funcionar lo que propone. Aunque la inversión de la causalidad hace que cada tanto se choque de frente con una paradoja, es posible desandar cada vuelta de la narración por ilógica que parezca de modo que tenga sentido, si uno se toma el trabajo. Tal vez sea el Sudoku más caro de la historia, pero enfrentarlo no está exento de satisfacción.
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