martes, 28 de junio de 2022

HISTORIA DEL 1º AUTO QUE ENTRÓ AL PAÍS


Precursor. El dandi porteño que trajo el primer auto al país
Dalmiro Varela Castex recibió la primera licencia y fue uno de los fundadores del Automóvil Club Argentino
Mariano ChaluleuDalmiro Varela Castex (el conductor), en el Daimler alemán
El primer vehículo de autopropulsión que rodó en la Argentina fue un triciclo fabricado en Francia por De Dion, Bouton y Trépardoux en 1887. Fue hecho “a medida” para su cliente, el dandi porteño Dalmiro Varela Castex. Tenía una gran caldera de vapor en la parte trasera que iba regando humo por las callecitas de Buenos Aires. Desde entonces y para siempre, a Dalmiro lo apodaron “Cacerola”. Ocho años más tarde llegaría al país el primer automóvil.
Dalmiro Varela Castex nació en una familia acomodada, con mucha historia en el país. Su abuelo fue el escritor y político Florencio Varela, referente unitario, que da el nombre a uno de los partidos del Gran Buenos Aires. Sus padres, Juan Cruz Varela Cané y Rita del Carmen Castex Alcaraz, fundaron su hogar en una imponente mansión ubicada en lo que hoy es la esquina de Avenida del Libertador y Salguero. Se graduó en el Colegio Nacional de Buenos Aires y, apasionado por los motores, viajó a Bruselas para estudiar mecánica. Cuando regresó, sin necesidad económica, trabajó en los talleres 11 de Septiembre del Ferrocarril Oeste.
Emprendedor, disfrutaba de sus treinta y pico alternando algunos meses en Buenos Aires y otros en París. Viajaba mucho. Le gustaba la vida de lujo y lucía un tupido bigote de época. Fue en la Ciudad Luz donde descubrió los primeros vehículos de autopropulsión. Después de sorprender con el triciclo a vapor, Cacerola se propuso rodar por Buenos Aires en un automóvil.
“Es como si hoy te pasearas en un cohete por la ciudad. Era algo desconocido”, dice Guillermo Sánchez Bouchard, especialista en historia del automóvil. Habla del primer coche que rodó en la Argentina, un Daimler alemán modelo 1893. Aquella nave contaba con un cilindro y alcanzaba una velocidad máxima de 35 km por hora. Tenía dirección a manubrio –aún no se utilizaba el volante– y ruedas de hierro con goma maciza.
“Era ‘La explosión’, un artefacto raro, muy alto, con ruedas iguales a las de los coches comunes. Todavía no se usaban gomas”, lo describió Varela Castex en 1895. La Argentina crecía a grandes pasos y aquel Daimler aceleró una serie de cambios lógicos. El primero, el más inmediato, fue la llegada de otros autos. Le siguieron luego modificaciones profundas en el diseño de la ciudad. La intendencia debió hacer cambios en las avenidas para hacerlas más transitables, aptas para estos vehículos. Además, se creó un sistema de patentes: el auto de Dalmiro recibió la chapa número 1.
Dalmiro también recibió la primera licencia de conducir entregada en el país. No tuvo que pasar ninguna prueba para hacerse de su carnet. Se fue erigiendo rápidamente como un referente del rubro automotor hasta que, en 1904, se convirtió en uno de los fundadores del Automóvil Club Argentino.
“Fue el primer vehículo que circuló en nuestra urbe. La municipalidad tuvo que crear chapas para él. Y, naturalmente, le dio el número 1. Eran unas chapas traseras blancas, la trasera mayor que la delantera. Con el número y una barrita en la esquina superior izquierda. Debajo de la barrita, un sello con el escudo de la comuna, que decía: ‘Dirección de trailers públicos, municipalidad de la Capital’”, decía Varela Castex a la revista Automovilismo en 1929.
Detrás del Daimler, Dalmiro trajo otros vehículos, de diversas marcas: Ford, Benz, Berliet, Decauville... En uno de ellos llevó a pasear al presidente Julio Argentino Roca, quien calificó su conducción como “riesgosa”. Ese chiste solamente lo hizo aún más conocido. Era joven, todavía no había cumplido los 40 años, pero todos lo conocían como el experto en automovilismo.
Era una persona extrovertida y plena de confianza; así como también, quizás, algo arrogante. “No sé a quién le pueden importar los comienzos del automovilismo en la Argentina y mi participación en tal cosa”, repetía cuando la prensa lo buscaba.
También poseía un orgullo atropellador. Según el libro Anasagasti, de Guillermo Sánchez Bouchard, Varela tuvo un cruce con Joaquín de Anchorena, el intendente de Buenos Aires durante el gobierno de Roque Sáenz Peña. Por entonces, se había decidido que, a partir de ese momento, la patente número 1 sería del alcalde. A lo que Varela protestó: “Al intendente lo tengo loco con el número 1 de mi automóvil, porque me corresponde a mí por haber sido el primero en traer un automóvil hace 15 años. ¡Ni el espíritu santo me lo quita!”, decía. Finalmente, perdió ese litigio.
Además de presidente del ACA, actuó en el Concejo Deliberante de la Ciudad reglamentando las normas de tránsito.

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