jueves, 30 de junio de 2022

VAMOS AL TEATRO


La mirada de nuestros críticos sobre las obras Stefano, Los finales felices son para otros y Medea Meditativa
Juan Carlos FontanaMaricel Álvarez, en una composición que hiela la sangre
autor: Pascal Quignard, con textos añadidos de Emilio García Wehbi. traducción: Silvio Mattoni. dirección: Emilio García Wehbi. intérpretes: Maricel Álvarez, Emilio García Wehbi, Walter Jakob. músico en escena: Marcelo Martínez. escenografía y objetos: Nicola Costantino. vestuario: Belén Parra. iluminación: Agnese Lozupone. sala: Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. funciones: jueves a domingos, a las 18. duración: 45 minutos.
Con una puesta menos impactante que la de Tiestes yAtreo (2019), pero igual de intensa en su cosmovisión de unir palabras, objetos, música e interpretación, Emilio García Wehbi, presenta esta Medea meditativa, más fríamente racional y menos sangrienta que la tragedia de Eurípides, pero no por eso menos aterradora.
Su musa inspiradora de siempre, su compañera creativa y de vida Maricel Álvarez, es quien asume a esta Medea, revisitada por el francés Pascal Quignard, el que toma el mito de Medea y le imprime el carácter de un ser capaz de dar a luz una vida y también de quitarla. En esa vorágine de venganza que lleva a cabo la mujer, enceguecida por el engaño de su marido, decide asesinar a los hijos de ambos y arrancarse de su cuerpo el próximo en gestación.
Wehbi, igual que Heiner Müller, bebe de las fuentes de los textos de Eurípides y de Séneca, pero a su vez se vuelve didáctico en darte contemporaneidad a un mito, al que muestra a través de un personaje en apariencia controlado, aunque su ira parece corroer su alma. La que a su vez deja en claro que su desdicha puede ser también la de todos. La madre Tierra da y quita y Medea (de la que existen leyendas que dicen que ella no cometió los crímenes, sino que fue el pueblo al ver a la mujer engañada y exhibida en adulterio), con una frialdad impávida y mirando a los ojos al público, lo interroga sin preámbulos preguntándoles si en algún instante no pensaron que podían perder a sus hijos y ahí nomás les expone un rosario de ejemplos que, por momentos hielan la sangre.
Maricel Álvarez (musa de González Iñárritu en la inolvidable
Biutiful junto a Javier Bardem) le aporta sutileza, sensualidad y un matiz de burla expectante a un personaje que parece haber derribado –según la lectura de esta puesta– ese patriarcado representado por el impune Jasón.
Emilio García Wehbi, desde el montaje y la versión, compone una especie de sinfonía trágica y la enmarca en un ámbito que se asemeja a un gabinete, que parece ideado por el austríaco Fritz Lang, al incorporar en incesante movimiento, esos objetos y máquinas ideadas por Nicola Costantino, que se asemejan a elementos de tortura (grises, lúgubres, con cintas sinfín). Walter Jakob, narrador circunstancial, Wehbi y Marcelo Martínez, juegan los papeles de ayudantes de escena y músicos que van definiendo con sus sigilosos desplazamientos, los matices de esta Medea meditativa para coleccionar por su estética y lúgubre encanto, pero a la vez por su lúcido mensaje ideológico acorde a estos tiempos.

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