domingo, 26 de junio de 2022

LECTURA HUMANÍSTICA


En busca de una nueva filosofía del cuidado
La fusión de lo físico y lo virtual, lo íntimo y lo público muestra que los cambios provienen hoy menos del individuo que de la tecnología: ¿cómo vivir entonces para los demás?
Nicolás Mavrakis

Durante y después de la peor parte de la pandemia global de coronavirus, surgieron libros dispuestos a explorar no solo qué ideas vale la pena pensar en tiempos de enfermedad y muerte, sino también cuáles de estas ideas ayudan a entender mejor lo que significa existir al cuidado de un cuerpo. En el caso del inglés John Gray (South Shields, 1948), autor de Filosofía felina. Los gatos y el sentido de la vida, y el alemán Boris Groys (Berlín, 1947), autor de Filosofía del cuidado, estas búsquedas tienen además el mérito de complementarse a la perfección, aunque a simple vista sus intereses en los hombres y los animales parezcan incompatibles.
En ese sentido, aunque Gray convierta a los gatos domésticos en el eje de su propio recorrido por la filosofía occidental, desde el instante en que una de sus preguntas gira alrededor del significado de “la abnegación de vivir para los demás”, sus preguntas se conectan con el libro de Groys. De hecho, si, tal como dice Groys, las redes sociales hoy prueban que “el cuerpo público, simbólico y mediatizado empieza a coincidir con el cuerpo físico, privado e íntimo”, entonces la pregunta de Gray acerca de “vivir para los demás” se potencia hacia horizontes más amplios.
Para entender qué significa “vivir para los demás”, por lo tanto, es necesario cuestionar antes “la exigencia de mantenerse sano”, ya que como señala Groys, “solo en la medida en que el cuerpo se mantiene sano puede su sujeto contribuir al bienestar de la sociedad”. La experiencia reciente es suficiente para conocer de qué se trata vivir bajo un riguroso sistema de cuidado médico constante y controlado, pero también qué significa replantear el “cuidado de sí” bajo un principio distinto de libertad. En palabras de Groys: “¿Es la búsqueda de la libertad buena o mala para la salud?”
De acuerdo con la filosofía de la historia de Georg W. F. Hegel, frente a esta pregunta surge el proceso de negación sistemática de todo lo que ha sido fijado histórica e institucionalmente, proceso que les ha permitido (y les permitirá) a los hombres lanzarse, a veces a riesgo de perderlo todo, a vivir en su propio mundo subjetivo o, en cambio, en el mundo que distintos poderes le imponen a su subjetividad. En las vicisitudes de este proceso, el cuidado del cuerpo y la mente puede resultar un costo necesario.
Sin embargo, la “filosofía del cuidado” encuentra su perspectiva más interesante cuando, a través de Friedrich Nietzsche y Gilles Deleuze, Groys se instala en el corazón de nuestra época, en la que “el cambio no surge en el interior de los individuos, sino que es impuesto sobre ellos por los avances tecnológicos”. Más temprano en el siglo XX, esto es lo que advirtió Martin Heidegger al señalar que no hay “cuidado” posible de las condiciones para un auténtico pensar cuando la técnica moderna atrapa al hombre en su lógica única de cálculo y ganancia. Llegamos así a la fusión cotidiana de lo privado y lo público, lo íntimo y lo político, y lo físico y lo virtual tal como ahora se construye con imágenes y datos en las redes sociales del siglo XXI. Por supuesto, ahí no faltan ni las fotos ni las selfies con gatos que, siguiendo los argumentos de Gray, hacen su aporte a una tramposa persecución de la felicidad. Pero antes de llegar a ese punto, ¿qué es lo que cuidamos y cómo se piensa el cuerpo en esta realidad diseñada por pantallas?
Lo que cuidamos es una autoexposición narcisista donde el cuerpo físico y el cuerpo simbólico se vuelven idénticos. De esta manera, “la ideología contemporánea exige presentarse a uno mismo como si se tratara meramente de presentar a otra persona”, explica Groys, y en consecuencia se constituye así “la mejor estrategia de autoprotección en una sociedad por demás heterogénea que puede volverse potencialmente peligrosa para cualquiera y en cualquier momento”. En otros términos: Instagram no solo nos permite crear y exhibir una imagen de nuestro yo y sus deseos, sino que nos habilita deslindarnos de nuestros padecimientos reales para que solo le incumban a esa imagen. Es esta “anestesia”, según Groys, la que nos entrega a una supervivencia social basada en la agotadora tarea de “gustarles” a todos nuestros espectadores.
Desde ya, dirá Gray, incluso un gato podría darse cuenta de que, ante este triunfo de una imagen que solo cuida su capacidad de ser aprobada y agradar, “es mejor ser indiferente con otros que sentir que tienes la obligación de amarlos”. De hecho, la indiferencia corriente de los gatos por sus amos le resulta a Gray muy oportuna para explicar por qué pocos ideales han sido más dañinos que el del amor universal. Por lo tanto, dice, “mejor cultivar la indiferencia, que puede tornarse amabilidad” (y en el caso de que alguien desprecie a los gatos y su lección, Gray advierte que este odio suele ser una cuestión de envidia, ya que a diferencia de los felinos, “muchos seres humanos llevan vidas llenas de reprimido sufrimiento”).
Experimentado ensayista sobre temas de filosofía, historia y teología, lo que Gray intenta demostrar a través del comentario irónico de algunas ideas de Blas Pascal, Baruch Spinoza o Auguste Comte es que, al fin y al cabo, basta observar la existencia de un gato para entender que casi todas las filosofías, incluyendo las del cuidado, presuponen que la razón humana es capaz de imponer un orden a la vida, o que la mente puede diseñar una forma de vivir que esté protegida frente a la pérdida, o bien que puede controlar las emociones de tal modo que sea capaz de soportar cualquier pérdida. Pero en la práctica, advierte Gray, nuestras vidas están influidas por el azar y nuestras emociones por el cuerpo.
En consecuencia, al vivir sin ensoñación alguna, ¿sería posible que los gatos participaran de un mundo interior más vívido y lúcido que el de los seres humanos por el mero hecho de no ceder la realización de sus vidas a las opiniones y las convenciones? En este punto, los gatos nos enseñan que perseguir un sentido es como buscar la felicidad: una distracción. En conclusión, explica Gray, “el sentido de la vida es una sensación táctil o un olor que llega por casualidad y, antes de que te hayas dado cuenta, ya se ha ido”.



Filosofía del cuidado

Por Boris Groys

Caja Negra. Trad.: Maximiliano Gonnet

134 págs./ $ 1500




Filosofía felina

Por John Gray

Sexto Piso. Trad.: A. Santos Mosquera

184 págs./ $ 3326

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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