jueves, 30 de junio de 2022

VAMOS AL TEATRO


En Los finales felices son para otros, un Ricardo III en plena provincia de Buenos Aires
Dos actores para tener en cuenta: Julián Ponce Campos y Martín Gallo, en una puesta sin fisuras inspirada en una conocida tragedia shakesperiana
Jazmín Carbonell
El talentoso elenco de Los finales felices son para los otro
Los finales felices son para otros. Dramaturgia: Mariano Saba. Dirección: Nelson Valente, Ignacio Gómez Bustamante. Diseño de escenografía: Micaela Sleigh. Luces: Leandro Crocco. Intérpretes: Julián Ponce Campos, Martín Gallo, Augusto Ghirardelli, Mariana Mayoraz, Sofía Nemirovsky, Matías Pellegrini Sánchez. Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Funciones: sábados, a las 20. Duración: 90 minutos.
Nada tiene que ver con el azar ni con la arbitrariedad ficcional la aparición del personaje de Ricky (Julián Ponce Campos) con su deformación física a cuestas que abre la pieza Los finales felices son para otros, de Mariano Saba bajo la dirección de Nelson Valente. Es que tanto su nombre como su renguera van a convertirse en la puerta de entrada al mundo shakesperiano, en especial a la célebre tragedia histórica, Ricardo III, para dejar expuesta una vez más la universalidad del autor inglés. Es que ya no importa si se trata de un reinado de fines de 1400 o de una familia contemporánea, ni si la acción sucede en un pueblo de la provincia de Buenos Aires o en pleno Reino Unido. La codicia, la corrupción y la ambición por el poder sin dudas son temas de todos los tiempos.
En este caso, el imperio que está en juego es un galpón en ruinas que supo ser un taller mecánico pujante y ahora, liderado por León (en una gran actuación de Martín Gallo), el hermano mayor de los tres, sucumbió a la pereza, el desorden y la vida ruin que lleva su monarca. Así pues, el hermano menor, el rengo, el maltrecho, con su aparente inocencia tiene un plan macabro para quedarse con ese lugar que para muchos será poco pero para ellos es todo. Para el teatro isabelino, la maldad moral iba acompañada de una deformidad física como recordatorio vivo.
El Espacio Callejón se transforma por completo y de sus paredes emerge un gran taller metalúrgico. Impecable. Y la pieza se irá desarrollando, complejizando, hasta su resolución, que como su título lo indica no será feliz. ¿Qué tragedia puede serlo?

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