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¿Qué tan buen estadista sería ChatGPT?
Una simple pregunta sobre educación formulada a ChatGPT proporciona una respuesta más completa y de sentido común que la que ofrecen muchos dirigentes
Hace al menos 20 años que venimos diciendo que la IA es un frente de tormenta sociopolítico colosal, que hay que cambiar la forma en que educamos a nuestros hijos y repensar casi todo; el bot charlatán de OpenAI ha logrado por fin algo inédito, que este dilema entre en la agenda política
Ariel Torres
Antes de ir al texto de esta columna, quiero agradecer los cientos (literalmente cientos) de mensajes afectuosos y emotivos que recibí en las redes sociales por los 30 años de La Compu, la semana última. Algo así de conmovedor te pasa solo dos o tres veces en la vida. Así que, a todos, gracias desde el alma.
Y ahora sí, a trabajar.
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En una movida que anticipé hace quince días –y que estoy seguro de que no tiene nada que ver con lo que ocurrió en esa cena–, el ex presidente Mauricio Macri le pidió a ChatGPT que escribiera su discurso en la Fundación Libertad. Fue un gesto inteligente y significativo. No es que usó GPT sin decirle a nadie. Usó el bot de OpenAI para demostrar que las cosas han cambiado tanto en el mundo que las máquinas ya pueden escribir discursos políticos. Que fue como rematé mi columna de hace dos semanas. Con una vuelta de tuerca, que quedó plasmada en el hecho de que un ex presidente se tomara el trabajo y corriera el riesgo de usar inteligencia artificial para componer un discurso: la IA, dados los hechos que son de dominio público (siempre quise usar esa frase), ha entrado en la agenda política.
Me dicen mis amigos de la sección Política del diario (sé poco de este tema, así que siempre los consulto), que Macri ya había hecho algo parecido antes, en enero, y lo mismo el diputado Rodrigo de Loredo.
Así que, al menos desde mi punto de vista, lo mejor que ha hecho hasta ahora ChatGPT es atraer la atención de la dirigencia sobre algo que no solo no es nuevo, sino que los analistas hace rato que venimos señalando como un enorme frente de tormenta sociopolítico. Para que se den una idea, en abril de 2016 (es decir, hace 7 años, o casi dos mandatos, según el Diccionario Español-Campaña/Campaña-Español) escribí una columna titulada ¿Cuánto falta para que un robot se quede con tu trabajo? Por entonces, el Foro Económico Mundial estimaba que 20 millones de puestos de trabajo iban a quedar en manos de la inteligencia artificial en 2020. Ya pasó 2020, la IA siguió evolucionando a un ritmo que claramente no tiene nada que ver con los tiempos de la política, y Goldman Sachs dijo estos días que se perderán 300 millones de empleos a manos de la IA generativa. La IA generativa es ChatGPT o Dall-E. La foto del papa en campera, digamos.
Ahora, ¿por qué pasamos de 20 a 300 millones en tan poco tiempo? Porque en estos siete años la dirigencia no hizo absolutamente nada. Por supuesto, en cada conferencia en la que hice estas advertencias, la pregunta de rigor fue qué pensaba que habría que hacer. Que quede claro: no es mi función ni me pagan por diseñar políticas públicas. Dejando de lado eso, lo raro es que la respuesta es relativamente sencilla. Que no la quieran ver, que hayan hecho oídos sordos a una multitud de analistas durante al menos dos décadas es otro asunto.
Entra en escena nuestro común amigo ChatGPT. Resulta que el bot pasó los exámenes de ingreso a algunas facultades prestigiosas y severos colegios de abogados. Como consecuencia, hay una especie de pueblada contra la IA y ya oímos los pasos firmes, pero ominosos de Terminator. ¿A nadie se le ocurre pensar que tal vez esos exámenes atrasan 100 años? Veamos.
El año que vivimos en peligro
En 2003, es decir veinte años atrás, dije en una entrevista que me hizo el portal Educ.ar que siempre nos habían enseñado a memorizar, pero que “ahora podemos poner a las máquinas a buscar y a memorizar, a realizar el trabajo pesado, mientras nosotros dedicamos nuestra extraordinaria materia gris a pensar, a imaginar, a preguntar”. ¿Les suena? Hace veinte años (y no fui ni remotamente el único) esa entrevista salió con el acertado título de Saber preguntar, el desafío del mundo digital. Ahora nos asombramos de que ChatGPT ha originado una nueva profesión: la de cómo preguntarle a la inteligencia artificial generativa. Y en las escuelas y universidades el que pregunta siempre es el docente; el alumno se limita a responder.
No pongo estas cosas para mandarme la parte, sino para que quede claro que ChatGPT reveló algo que estuvo cocinándose desde hace mucho, y que los responsables de las políticas educativas, sociales, económicas y demás no se dieron por aludidos. “Cosas de hackers”, habrán pensado, como cuando salieron las computadoras personales o cuando abrieron internet a todo el mundo. Veinte años. Es un montón de tiempo para esperar a que la dirigencia abra los ojos.
Normalmente, el axioma es que la tecnología crea más trabajos que los que destruye. Pero no es una ley universal. Hasta ahora fue así, más o menos. Pero no tiene por qué seguir siendo así. Mucho menos ahora, cuando la IA aprendió a hablar. No tiene ganas de hablar. No tiene nada propio para decir. Todavía hay que hacerle buenas preguntas para que salga algo decente, pero la IA ya habla. No es poco, porque somos los únicos seres vivos en este planeta que hablamos.
¿Estamos seguros de que podemos en unos pocos años crear 300 nuevos millones de empleos que solo puedan hacer las personas? Hemos practicado un modo de educar que privilegia la memorización y el automatismo. Decimos que los robots nos van a robar nuestro trabajo, pero es al revés: hemos pasado siglos haciendo el trabajo de robots. Hemos aprendido a homogeneizar, en lugar de fomentar las diferencias que trae cada persona humana; nos formamos como máquinas; o peor, como engranajes. Gracias, Chaplin, una vez más.
Pregunto de nuevo: si Goldman Sachs tiene razón (y para mí se quedan cortos), ¿tenemos los instrumentos educativos para crear 300 millones de empleos inéditos? ¿Era tan difícil entender por qué insistíamos con enseñar programación? Era por esto. Porque el que aprendió a programar puede ver qué puede y qué no puede hacer una máquina, en qué son buenas y en qué somos buenos nosotros, los humanos. Y lo que se viene probablemente es eso: humanos en equipo con máquinas. Porque somos complementarios.
A lo mejor me equivoco. Estoy hablando del futuro, y no me gusta hacerlo porque el margen de error es enorme. Pero incluso si me equivoco y al final de de la IA no era tan disruptiva, el plantearnos si estamos haciendo bien las cosas nunca está de más. Además, los síntomas son bastante alarmantes.
¿Puedo hacerle una preguntita?
Pero déjenme adivinar. Van a formar una comisión para ver cómo hay que cambiar la educación (ni hablemos de la economía) “para adecuarla al siglo XXI”. Bueno, es más simple. Se lo pregunté a ChatGPT, y me dijo muchas cosas acertadas, y concluyó así: “La educación debe adaptarse a los cambios provocados por la inteligencia artificial generativa (IAG) haciendo hincapié en la resolución creativa de problemas, el aprendizaje permanente, las habilidades humanas, la formación interdisciplinaria y la integración de la IAG en los planes de estudio. Al hacerlo, podemos preparar a los estudiantes para los trabajos del futuro y ayudarlos a prosperar en un mundo cada vez más motorizado por la inteligencia artificial.”
GPT no inventó esto. Lo tomó de cosas que hace muchos años que venimos diciendo en la web. Insisto, es todo un refrito, pero a un estadista se le pide racionalidad y que sepa escuchar todas las voces, no que sepa de todo y tenga ideas buenísimas de a docena. Así que al bot de OpenAI, como estadista, no le fue nada mal.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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