jueves, 24 de agosto de 2023

ARTE SACRO EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA


Creaciones de estilo sacro con lenguaje contemporáneo
Una muestra reúne, en el Centro Cultural Recoleta, hasta el 17 de septiembre, 47 piezas seleccionadas en un concurso
Lucía Vázquez Ger
Dos obras que reciben al visitante abren una puerta a la naturaleza. Una imagen digital titulada Edén, con la imagen de un jardín cubierto por enredaderas verdes muy frondosas atravesadas por una luz cálida, de la fotógrafa y paisajista Ángela Copello, se apropia del espacio generando una atmósfera de calma y silencio. Por otra parte, cuadros de naturaleza muerta que combinan acuarela, pájaros y mariposas, de la serie Paraíso, de Zoe Di Rienzo, plantean una tensión entre lo natural y lo artificial. Así, el Edén y el Paraíso, abren la XIII Bienal de Arte Sacro –Contemporáneo, en esta edición–, que regresó después de diez años de ausencia, con la dirección de María Pimentel, y el apoyo de la Fundación Vetrano, la Fundación La Santa Faz y Mecenazgo. ¿Qué significa el paraíso en el mundo de hoy? Es una buena pregunta para empezar.

La elección del espacio no es casual. Las salas 3, 4 y 5 del Centro Cultural Recoleta, donde se realiza la exposición, fueron antiguamente parte del convento de los Recoletos. “Lo que da el carácter sacro a una obra es que se la pueda exhibir en un espacio sagrado”, explica Pimentel  Allí podrán verse, hasta el 17 de septiembre, 47 de las más de 500 obras postuladas al concurso. Cada una en relación con la siguiente, traman un guion de historias y reflexiones acerca de lo sagrado en el ser humano y su conexión con la trascendencia. “Buscamos hablar de la belleza para que el hombre vuelva a conectarse con algo infinito”, comenta el padre Eduardo Pérez del Lago, presidente y fundador de la Fundación La Santa Faz.
El arte sacro existe desde los orígenes de la humanidad. “Es un fenómeno de todos los tiempos: es prehistórico, histórico y pospandémico”, reflexiona la artista e investigadora Teresa Pereda, miembro del jurado de premiación en este concurso, junto con Ángel Navarro y Ana María Battistozzi. En cada pueblo, el arte ha sido vehículo entre el ser humano y el más allá. Con el cristianismo, se desplegó en Occidente un repertorio de imágenes que volvió visual el contenido de la Biblia. Hasta el Renacimiento, las obras eran anónimas y objeto de culto, y lo sacro dominaba la escena artística. Pero con este movimiento centrado en el hombre, el artista adquiere protagonismo y las temáticas profanas, preponderancia. El simbolismo metafísico se debilita, y el artista se vuelca a la representación del mundo sensible. Con el Modernismo, el arte se convierte en su propio tema y la reflexión se centra en las condiciones de la representación, explicaría Arthur Danto. Llegan Van Gogh, Gauguin, Cézanne, las vanguardias de principios de siglo XX y hacia los años 50, en plena posguerra, emerge el arte contemporáneo expandiendo los límites de la posibilidad artística.
“En general las obras presentan problematizaciones con lo que serían las lecturas lineales de los credos. Todas tienen un guiño, una inquietud, una pregunta abierta, que convoca incluso a la duda. La muestra es un canto poético a la interioridad”, señala Pereda. “Esta bienal nos trae un pasado renovado; una mirada nueva con muchas preguntas en torno a lo que hoy se considera lo sacro, lo religioso, y a la fe”, agrega el artista Carlos Fernando Herrera, del jurado de selección de obras, junto al artista y curador Raúl Flores y la profesora e investigadora Ofelia Manzi.
El lenguaje abstracto, geométrico y arquitectónico organiza la primera sala. Evocación al infinito, de María Ester Joao, en hilos blancos sobre tela blanca dibuja una estrella de formas geométricas que se expanden, mientras una luz descendente la ilumina. Lugar místico, de Alejandro Gigli, construye una geometría arquitectónica con forma de cáliz, que, entre recovecos y el horizonte, transporta al espectador a otras realidades. Gilda Picabea representa en un óleo abstracto la Piedad de Miguel Ángel. Es una imagen roja, unidimensional, con algunas geometrías que resultan de una fotografía tomada a esta obra centenaria. En el siguiente espacio aparecen temáticas más ligadas al Evangelio. La simbología cristiana se evidencia con elementos contemporáneos como en la obra de Amaya Bouquet, Personal Jesús, que retrata su propia versión de Cristo por medio de una composición de espinas, lágrimas y una aureola dorada. Ganó una mención especial.
El primer premio ($1.200.000) fue para Andrés Arzuaga; el segundo ($750.000) para Un bosque en ruina, de Juan Rey. La mención ($ 500.000) distinguió a La beatificación del burro de mamá Antula y el burro del cura Brochero, de Xil Buffone; mientras que el estímulo ($250.00) fue para Virgen de Itatí, de Richar De Itatí

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