martes, 1 de agosto de 2023

EL ECONOMISTA GUIDO ZACK




Guido Zack_ “No hay nada más expansivo para la economía argentina que bajar la inflación”
POR Esteban Lafuente

Estudió Economía en la UBA y es doctor en Análisis Económico y magíster en Análisis Económico Aplicado por las universidades de Alcalá y Complutense de Madrid; también es docente en la Universidad Nacional de San Martín y en universidades de Europa; fue economista jefe del BICE y dirige el área de Economía del centro de estudios Fundar
“Nunca estuvo tan clara la inserción de la Argentina en el mundo”, afirma Guido Zack, director del área de Economía del think tank Fundar, al analizar el potencial exportador del país y las posibilidades de sostener un proceso de crecimiento que revierta la última década de estancamiento, con complejos como el del litio, el de hidrocarburos y el de alimentos. Sin embargo, el analista advierte que es indispensable bajar la inflación, para lo que se requieren un plan de estabilización y consenso político. “No hay casos de procesos de crecimiento sostenido con estos niveles inflacionarios. Puede crecer un año o dos años la economía después de una caída fuerte, como la pandemia o, eventualmente, crecer en el margen, pero no algo sostenido. Por lo tanto, es prioridad número uno reducirla. El problema es que no es de fácil solución. Quien plantee una solución sencilla, está mintiendo”, dice Zack.
–¿Por dónde pasa el problema que hace que no se resuelva la inflación?
–No es lo mismo una inflación del 30% o 50% que una del 100% o 120%. Hoy la Argentina necesita un plan de estabilización y eso implica medidas difíciles de tomar, que pueden afectar en el muy corto plazo el nivel de actividad. Pero no hay nada más expansivo hoy en la economía argentina que estabilizar la inflación. Y no digo llevarla a 0 o a 1% mensual. Si uno empieza a ver que la inflación va bajando mes a mes, eso ya provoca un alivio, primero casi que psicológico podríamos decir, y, después, un alivio en el bolsillo de la gente, que podría consumir y demandar más. Si eso va acompañado de algún sendero de resolución de problemas, como el de la falta de dólares, todo va a ser expansivo, y me animo a decir que el corto plazo.
–¿Cómo sería ese proceso?
–Muchas veces se habla de costo de la estabilización, pero yo siempre me atengo a los datos. Pienso en la historia del Plan Austral, que fue un claro plan de estabilización, de shock, que finalmente terminó mal. Pero en el medio hubo un tiempo en el que realmente funcionó, y a los tres meses de implementar el Plan Austral, el nivel de actividad estaba igual que al inicio del plan, y después siguió creciendo. Ahí, el gobierno de Alfonsín ganó las elecciones legislativas. Entonces, puede suceder eso en Argentina. Es cierto que se necesita primero un plan que ataque todos los frentes de la inflación, porque cualquier estrategia parcial está destinada al fracaso. Ya lo hemos hecho, con lo cual no habría que insistir por ahí. Y, por otro lado, un plan necesita poder político. Y es por eso que a lo mejor a este gobierno, con el poquito tiempo que le queda, se le hace muy difícil. Pero el gobierno que entre va a tener que tomar temprano medidas fuertes.
–¿Qué incluye ese plan de estabilización?
–Siempre hay una parte macro, de consistencia macroeconómica, que va por el lado fiscal y monetario. La Argentina tiene que ir a un sendero de consolidación fiscal. Esto no significa déficit cero de un día para el otro. Primero, porque hay un mercado de capitales en moneda local que permite financiar cierto déficit. Y, por otro lado, porque hacerlo generaría una recesión fuerte. Pero sí es necesario, en el contexto actual, que el Banco Central deje de financiar al Tesoro. De eso no hay ninguna duda. Esa herramienta que tienen todos los estados del mundo, de eventualmente financiar gasto público con emisión, hay que dejarla únicamente para períodos súper excepcionales. Me animo a decir que en los últimos 20 años en la Argentina esos períodos fueron en 2009, con la crisis internacional, y en 2020, con la pandemia. No puede ser una fuente recurrente de financiamiento. Pero una consistencia macroeconómica única y exclusivamente no alcanza.
–¿Por qué?
–Primero, porque tenemos lo que en economía llamamos precios relativos desalineados. Básicamente, tarifas baratas y tipo de cambio bajo. Para bajar la inflación necesitamos que estos componentes estén más o menos alineados, que las tarifas cubran más o menos los costos, y que el tipo de cambio permita acumular reservas. El problema es que en el corto plazo ajustar estos precios es inflacionario. Para que baje la inflación, primero hay que dar un fogonazo inicial, que hay que intentar que sea lo menos alto posible y, por otro lado, lograr que se distribuya de la manera más progresiva posible. La manera de hacerlo es con políticas de ingresos. Esta es la otra pauta que muchos planes de estabilización no consideran y que en la Argentina es indispensable, porque hacer estos ajustes de tarifas y tipos de cambio con estos niveles de inflación puede hacer que esa inflación se espiralice y que vayamos ya a niveles mucho más graves de los actuales. Y, por otro lado, porque venimos de 12 años de estancamiento económico, con salarios reales muy deteriorados. Por lo tanto, la resolución de todo este conflicto puede tener un impacto muy fuerte en los sectores más postergados. Tenemos un 40% de pobreza. No le podemos llevar el peso de la resolución de este conflicto a ese 40%.
–¿Dónde o cómo puede crecer la economía Argentina?
–Tenemos una ventaja: depende de nosotros. Incluso en épocas en las que teníamos estabilidad macroeconómica, no estaba tan clara la inserción de la Argentina en el mundo. Ahora está clarísimo. El mundo necesita energía y alimentos. La Argentina tiene energía y alimentos, tiene mucho gas, que es un combustible fósil menos contaminante, que va a ser indispensable para la transición energética, tiene litio, etcétera. No hay que quedarse en la parte primaria, sino desarrollar proveedores y, eventualmente, ver dónde podemos agregar valor aguas arriba y aguas abajo. Tenemos qué venderle al mundo. Tenemos que coordinarnos para desarrollar el potencial y, en parte, resolver los problemas macroeconómicos. En última instancia, la macroeconomía se dedica a los problemas de coordinación de agentes económicos. Soy optimista porque una dificultad que tiene la Argentina, que siempre se ve plasmada en cada crisis, es la falta de dólares, y hace muchos años que el país no tiene un potencial exportador tan importante como el que tiene ahora.
–¿Cómo se puede agregar valor localmente a las exportaciones?
–Si bien es necesario generar valor, y si tenemos un recurso natural, qué mejor que agregarle valor localmente, hay casos en los que es más difícil y otros en los que es más fácil. No necesariamente el valor se tiene que generar en el mismo sector. Obviamente. Bienvenido sea si así es, pero hay sectores industriales que hoy padecen la escasez de divisas, y sectores primarios pueden aportar esas divisas. No hay que encasillarse en que el sector que genera las divisas es necesariamente el que tiene que generar valor y dar empleo. Quizás hay alguno que sí lo hace, como el software, pero son pocos. Y no necesariamente el valor agregado tiene que estar en el gas o en el litio
–Se refirió a ordenar y coordinar agentes. ¿Cómo y quién debe hacerlo?
–El rol del sector público es coordinar a los agentes, dar ese primer paso. En la Argentina, eso es haciendo los esfuerzos de estabilización de los que hablábamos antes y, en el transcurso, quizás proponiendo regímenes especiales y creíbles; lamentablemente hemos incumplido la palabra muchas veces. Es muy importante que los regímenes especiales se den por amplia mayoría del Congreso para desarrollar, por ejemplo, el sector de GNL. Y otro punto de coordinación es lo que hablábamos de la política de ingresos. Hoy nos peleamos en un contexto en el que la torta se mantiene hace 12 años y con cada vez más población, con lo cual, medida por habitante,
es cada vez más chica. Si uno quiere estar mejor en este contexto, es en detrimento de otra persona. Entonces, es necesario crecer para que uno pueda estar mejor y que no sea en detrimento de la competitividad. La tarea es compleja, sobre todo con las divisiones que hay entre las dos coaliciones principales y al interior de esos espacios. No hay mucho más margen. Es ahora.
–¿Qué efectos reales tienen los “incumplimientos” que citaba?
–Es un costo reputacional elevado que tenemos que revertir, porque no es solo haber incumplido con los pagos de deuda o haber renegociado, es también haber incumplido contratos con empresas como Chevron, en los que se adelantó dinero frente a una promesa que después se incumplió, y ahora le pedimos a Petronas que haga lo mismo. Entonces en Petronas dirán: ‘¿Cómo sé que no me vas a engañar?’. El problema es que cuanto mayor es el costo reputacional, mayor es la sobrerreacción que debe hacer el gobierno argentino para atraer capitales necesarios para exportar, estabilizar, etcétera. Entonces, lo primero es revertir la reputación, empezar a tener palabra como Estado. Y, para eso, una cosa muy importante es empezar a funcionar como Estado independientemente de la sucesión de gobiernos.
–¿Qué quiere decir eso?
–Una cosa es el Estado y otra cosa es el gobierno. El gobierno dura cuatro años y el Estado tiene ya más de 200. No podemos pensar que va a llegar un gobierno y va a decir: ‘El del costo reputacional era el anterior, yo soy nuevo y siempre me porté bien’. Cuando un argentino decide ahorrar en dólares y no en moneda local, o un inversor decide invertir en el país o no, está pensando en la reputación del Estado argentino. No es que aparece un gobierno nuevo y los US$260.000 millones que los argentinos tienen en el exterior, en cajas de seguridad o en el colchón vuelven... Entonces, seguir hablando de quién endeudo más, si la inflación es culpa de uno o de otro… La verdad es que hoy tenemos este nivel de deuda, este nivel de inflación, este nivel de actividad. Hay que partir de ahora sin negar el pasado. Obviamente, tenemos que aprender del pasado, pero no nos podemos seguir peleando por ver quién fue, quién tuvo la culpa, porque realmente se están peleando por quién tuvo más la culpa: nadie de los que ha gobernado en recientemente está exento de culpa por la situación en la que estamos.
–El rol del Estado es tema de debate entre candidatos y espacios políticos. ¿Cuál es su visión?
–Hay dos cuestiones. Una cosa es un Estado fuerte y otra cosa es un Estado grande. El Estado tiene que ser fuerte, porque para coordinar a todos los agentes de la economía, se necesita credibilidad, fortaleza y buena reputación. El tamaño es otra cosa, es una decisión social de decir cuánto gasto público se quiere tener, y pensar el mejor esquema tributario para financiar ese gasto. La presión tributaria no te la dan los impuestos, sino el gasto que hay que financiar. Y eso no se cambia de un día para otro. Es gradual. Pensemos en términos de Estado. No existe que el gasto público sea 40% del PBI, asuma un nuevo gobierno y lo baje inmediatamente a 30%. Es paulatino, son procesos. Yo quiero un Estado fuerte, que no significa necesariamente un Estado grande. Pero, independientemente del tamaño, quiero un Estado cuyos gastos se puedan financiar con sus ingresos impositivos, sin acudir rutinariamente al financiamiento monetario, al financiamiento en moneda extranjera, porque sabemos cómo termina, y sí fortaleciendo mercado local de capitales. 

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