sábado, 23 de julio de 2016

BORGES....DENTADURA Y MOSTRAR LOS DIENTES


En estas semanas en que se escribieron miles de líneas sobre el trigésimo aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges, se exhibieron documentales y se repasaron infinidad de detalles de su vida y su obra, continúa siendo desconcertante hojear el monumental volumen con su nombre que reúne los textos escritos por Adolfo Bioy Casares a lo largo de décadas de encuentros, la mayoría de ellos bajo la advocación de "Come en casa Borges". Son ¡1600 páginas! (Editorial Destino, 2006) repletas de bromas maliciosas, opiniones sobre terceros (no siempre amables) y anécdotas de la intimidad.



Borges, aunque su figura agigantada con el paso del tiempo nos hace olvidarlo, era también una persona de carne y hueso. En la entrada del martes 10 de noviembre de 1959, por ejemplo, escribe Bioy: "Comen en casa Olivera y Borges. La nueva dentadura le ha cambiado la cara. (Hasta mi hija Marta lo notó. "Padrino está con la cara más ancha.") El arco donde debería ir el bigote está más redondo, más señalado".

Su mente podría vagar por los laberintos del infinito, pero su dentadura padecía los mismos problemas que aquejan a los seres humanos desde hace milenios. Se sabe que ya en el 700 a.C los etruscos fabricaban prótesis con puentes de oro. Los dientes se tallaban de hueso o marfil, o procedían de otros seres humanos, cuenta Graham Norton, en ¡Eureka! Historia de la Invención (Labor, 1975).
Se dice que la principal preocupación de los habitantes de la París medieval era el dolor de muelas. Pero hubo que esperar hasta fines del siglo XVII para que las clases adineradas pudieran lucir dentaduras postizas en las que a veces se encastraban dientes naturales vendidos por otros que no habían sido tan favorecidos por la Rueda de la Fortuna.


Al parecer fue Pierre Fauchard, al que se considera el padre de la odontología moderna, el que logró los primeros progresos hacia una dentadura postiza más funcional. Lo hizo al sentirse horrorizado por los padecimientos de las mujeres públicas, que llegaban a permitir que les perforaran las encías con ganchos para sostener la prótesis superior. Y hasta estuvieron en boga los "trasplantes de dientes" que exigían arrancar los de un dador para luego introducirlos a presión en el hueco preparado en la mandíbula del receptor.
Poco antes de la Revolución francesa, se inventó la dentadura de porcelana de una sola pieza y luego se mejoraron las piezas dentales artificiales. Pero el paso crucial se produjo cuando Charles Goodyear (descubridor del caucho vulcanizado, con el que actualmente se fabrican desde neumáticos hasta preservativos) desarrolló la vulcanita, compuesto de caucho endurecido con azufre, barato y fácil de moldear. "A partir de una impresión de la boca, se colocaban los dientes en un «facsímil» de encía hecho de ese material. Así, al mejorar la adaptación, las dentaduras superiores se mantuvieron en posición por sí mismas", asegura Norton.
En 1000 años de vida cotidiana. El diario íntimo de un país,dirigida por Félix Luna, León Tenenbaum cuenta que en otros tiempos la odontología era "la cenicienta en los oficios de la salud" cultivada a menudo por charlatanes ambulantes. Según Tenembaum, a mediados del siglo pasado había en San Telmo y Barracas un barbero que residía en la calle Patricios y exhibía en su vidriera ensartadas en largos hilos las piezas que llevaba extraídas en su carrera odontológica. Otros, "ofrecían extracciones "con dolor o "sin dolor" a variable paga".


A propósito del Borges terrenal, Ricardo Piglia recuerda varias anécdotas en sus maravillosas clases grabadas en 2013 para la Televisión Pública, que sin duda perdurarán más que nosotros mismos como una brújula junto con el talento de Borges.

 En una de ellas revela un encuentro con Vargas Llosa, que acaba de homenajear al escritor argentino en Madrid: "Vargas Llosa lo fue a visitar a mitad de los años ochenta -recuerda Piglia-. Le dijo: ¿pero cómo puede ser que usted viva en este departamento?" Porque Borges, efectivamente, vivía en un departamento muy modesto, de tres ambientes, donde había goteras? había una palangana y caía una gota. Entonces, Borges se paró y le dijo: "Bueno, que le vaya muy bien. Los caballeros argentinos no hacemos alarde". Y al día siguiente contó: "Vino un peruano que debe trabajar en una inmobiliaria, porque ¡quería que me mudara!" Así también mostraba los dientes el autor de Inquisiciones.
N. B. 

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