martes, 26 de julio de 2016

TECNOLOGÍA; EL VALOR DE LO ANTIGUO


Pokémon Go es furor y ejemplo de una tendencia que se consolida
Minecraft, uno de los videojuegos más exitosos de la historia.
No sabemos exactamente por qué. Quizá sea la pasmosa velocidad con que cambian estas tecnologías. Quizá sea que la modernidad nos ha despojado de casi todas las otras tradiciones. El hecho es que la industria digital, que tiene entre el gran público menos de medio siglo, inspira tantas nostalgias agudas y colecciones onerosas como los libros centenarios o los instrumentos construidos en el siglo XIX. Pokémon Go, estos días, no ha hecho sino reavivar una de las más representativas actitudes geek. Es decir, la de idolatrar un pasado dorado que, en rigor, está a la vuelta de la esquina. Ayer nomás.
Todos los que estamos involucrados con las altas tecnologías tenemos nuestro menú de añoranzas. El melancólico espectro incluye jueguitos de 8 bits, cuya estética se constituye hoy en una verdadera moda; mensajeros hace mucho discontinuados, como el ICQ; computadoras decenas de miles de veces más lentas y rudimentarias que un iPhone, pero que desempolvan en la memoria aquellas horas de asombro en los albores de la informática, cuando todo era demasiado nuevo.



Ejemplo irrefutable de nuestra pasión por lo que fue: uno de los videojuegos más exitosos de todos los tiempos, el Minecraft, creado por la compañía sueca Mojang y adquirida por Microsoft en septiembre de 2014, utiliza gráficos que simulan los videogames pixelados y básicos de cuando éramos muy jóvenes. Imperfectos pero más queribles que los mundos virtuales hiperrealistas de hoy (que mañana serán también motivo de nostalgia).
Cuando entrevisté a Steve Wozniak, cientos de admiradores se agolparon en La Rural con sus añosas Apple II bajo el brazo, para que el bueno de Woz se las autografiara. Los que no habían tenido la suerte (o la visión) de preservar esa pieza mítica, traían sus lustrosos iPhone y iPad. Es cierto: sabían que la rúbrica de Wozniak multiplicaría por mucho el precio de esas máquinas. Pero, doy fe, había allí más devoción que cálculo.



La nostalgia tecno se expresa de mil formas. Hay programas que emulan, en pantallas de última generación, las consolas de video juegos de Atari y Nintendo y viejas máquinas de escritorio como la Commodore 64 y la joya de aquel fabricante, la Amiga, pionera en la música, el sonido y los gráficos digitales. Es una forma de volver a los años dorados.
Tan fuerte es esta veneración del pasado tecno que algunos invierten fortunas. En octubre de 2014, por ejemplo, la casa Bonhams subastó una Apple I, la vaca sagrada de la informática, en casi un millón de dólares.
Estos días, Pokémon Go llevó el precio de los naipes de estos monstruitos, publicados en 1997, a valores estratosféricos. Una en particular, la del inefable Pikachu, ejemplar excepcional porque sólo se imprimieron 39, se ofrece ahora a 100.000 dólares. Obvio, existe un mercado de cartas de Pokémon, y precios de cinco cifras no son en absoluto inusuales.

 
En Buenos Aires, la Fundación Museo de Informática, Computadoras y Accesorios Tecnológicos, colecciona, cura y expone equipos históricos, de la mano de Carlos Chiodini. No es un dato menor. Tener un museo propio les ha llevado a otras industrias un siglo o más. En ésta, como todo dura un suspiro, a inspiración de las musas se hace presente en cuestión de meses.
Abundancia de guiños


Los medios de almacenamiento, tal vez porque son una metáfora de la memoria, tal vez porque en ellos la obsolescencia se expone muy rápido, están entre los objetos más codiciados. Asombran esos enormes discos extraíbles, cuyo lector superaba los dos kilos y en los que se podían almacenar 20 o 30 veces menos datos que en un diminuto pendrive.
Entre los entendidos, los guiños abundan, como en un clan. Desde los estampados en las remeras, crípticos para el lego, hasta la aparentemente inagotable memoria de Sheldon Cooper al enumerar a un oficial de policía los videojuegos que les han hurtado.


Ese delicioso fragmento de The Big Bang Theory es un retrato perfecto de la nostalgia geek. Sin hesitar, casi sin respirar, Sheldon detalla el botín: "Una TV, 2 notebooks, 4 discos externos, una PS2, una PS3, una Xbox, una Xbox 360, una Nintendo Clásica, una Super Nintendo, una Nintendo 64 y una Wii".
Y cuando Leonard explica, innecesariamente, que les gustan mucho los juegos, Sheldon hace la lista de los títulos que los ladrones han sustraído: "Halo 1, Halo 2, Halo 3, Call of Duty 1, Call of Duty 2, Call of Duty 2, Rock Band, Rock Band 2, Final Fantasy I al IX, The Legend of Zelda, The Legend of Zelda: Ocarine of Time, The Legend of Zelda: Twilight Princess, Super Mario Bros., Super Mario Galaxy, Mario & Sonic at the Olympic Winter Games y Ms. Pac-Man".
Es que sí, los videojuegos están entre los rubros más convocantes; con los años, quienes empezaron siendo fansse ocuparán de mantener vivo el legado, coleccionando, creando foros, fundando sitios web, organizando festivales. Algunos, simplemente, pierden el control.


Michael Thomasson, por ejemplo, vendió en 2014 su colección de más de 11.000 videojuegos para 40 consolas, que, por supuesto, también atesoraba. Obtuvo 750.250 dólares.
Por lo que declaró, Thomasson enfrentaba responsabilidades familiares, que casi seguramente ahora podrá saldar con holgura. Le quedará el honor de figurar en el Libro Guinness de los récords. Pero si se le pregunta a un geek de ley, dirá que esas joyas valen mucho más. O que son invaluables.

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