viernes, 29 de julio de 2016

BRAVO POR EL CINE ARGENTINO; SE TERMINÓ EL PREJUICIO



En lo que va del año se recaudó la mayor taquilla de la última década: más de 4 millones de espectadores; estas cifras incluyen títulos como Me casé con un boludo, El hilo rojo, Al final del túnel, Kóblic e Hijos nuestros, entre otras




De la mano de palabras como industria, taquilla, género e incluso de un star system que crece, el cine nacional parece haber resuelto controversias tales como películas comerciales vs. de autor, y haber terminado también con el odioso cliché de que el cine argentino es aburrido. Lo confirman directores, productores y críticos, tanto como los números. Desde 2008 el cine nacional crece a ritmo sostenido, 2015 fue un buen año y, en lo que va de 2016, se recaudó la mayor taquilla de la última década: más de 4 millones de espectadores en 5 meses, un 129% mayor al conseguido en el mismo período del año anterior, según publicaciones de Ultracine. Estas cifras incluyen títulos de producciones cien por ciento nacionales como Me casé con un boludo -y sus más de 2.006.091 espectadores, al día de la fecha-, tanto como coproducciones al estilo de El hilo rojo y Al final del túnel que, por ahora, cortaron 691.121 y 269.369 tickets respectivamente, o Kóblic, con 296.898. Además, películas con menor repercusión comercial pero con éxito en festivales y de crítica como Hijos nuestros (+16.000) y Algunas chicas (+1.719), entre otras.
Axel Kuschevatzky, productor de cine y director de Telefónica Studios, dice que "hay un crecimiento notable del cine nacional, sobre todo desde 2008 a esta parte. Es mayor la venta neta de entradas (52 millones en el 2015), el share -porcentaje de mercado que el cine argentino tiene sobre el cien por ciento de las entrada- fue subiendo de manera interesante, sin hablar de la cantidad de películas argentinas que pasó la barrera de entre 100.000 y 300.000 espectadores".



Productores y directores suelen encontrar razones a tan celebrada situación en factores externos e internos. En cuanto a los externos, Kuschevatzky resalta que "el fenómeno de la película local adquiriendo relevancia está en auge en todo el mundo; es decir, que los films más vistos en Francia son franceses, en España son españoles". Y alude también a la importancia del acceso a la tecnología, su abaratamiento: "hoy trabajamos prácticamente con las mismas herramientas que se usan en Hollywood". Para una explicación de los segundos, los internos, vale escuchar, entre otros, a Hernán Guerschuny, director de Una noche de amor (2016; +218.159) y productor de Abzurdah (2015; 782.953) dos de los estrenos mejor recibidos de los últimos tiempos, y codirector de la revista Haciendo Cine y HC Films. "Para llegar hasta aquí el tiempo fue fundamental, indispensable para el aprendizaje. Contamos con una ley de promoción de nuestro cine que data del año 94. Hubo veinte años de ensayos y errores, de depuración de viejos vicios; el tiempo fue necesario para que los directores crecieran, se fueran diversificando y armando sus productoras. Aprendimos a pensar mejor los proyectos, asociarlos a un público/target, a hallarles los socios necesarios. Cuando se involucra a gente que arriesga hay que pensar en cine de calidad porque en el esquema del negocio debe incluirse la variable taquilla. Además, fue importante que distribuidoras con posición dominante en el mercado como Disney y canales como Telefé entiendan el cine como un buen negocio y apuesten a él". Kuschevatzky confirma: "es importante la participación activa de los canales de televisión como socios de las películas: el año pasado el 75% de los tickets vendidos por el cine argentino fue vendido por películas con el logo de Telefé, sin contar que Patagonik es del Grupo Clarín en un 33%".
La preferida es la comedia
Habría, entonces, una maduración global de la industria que, de un modo u otro, ha estado siempre en la agenda de los distintos gobernantes: desde Alfonsín que desactiva la censura y activa un instituto de cine, pasando luego a la gestión durante la que se aprobó la ley y más tarde a los gobiernos que consiguieron la autarquía del instituto y llevaron a la aparición de herramientas jurídicas que pusieron a la producción local en un lugar de obligatoriedad frente a la exhibición privada.




Juan Vera, gerente artístico y productor de Patagonik -productora de Me casé con un boludo, pero también de films como Voley (2015; 103.391), Sin hijos (2015; 482.480) y Una noche de amor, sostiene que "al estar claramente ancladas en el género comedia y a pesar de dirigirse a diferentes target, estas películas fueron y son bienvenidas. Pero, más allá de ejemplos particulares, se está produciendo un fenómeno que esperamos aumente y que, personalmente, atribuyo a un ampliación de lo que comúnmente se llama star system y a la aparición de nuevas generaciones de productores-directores jóvenes que van dejando atrás ciertos prejuicios respecto del cine industrial". Hay, ahora según Guerschuny, "una generación de directores y productores que terminó con el prejuicio de la dicotomía entre cine comercial o cine de arte, una antinomia falsa y que atrasa. Nuestra responsabilidad es siempre entretener, atrapar al espectador, sea con una superproducción o un video experimental".
En ese sentido, Rodrigo Grande, director y guionista de Al final del túnel (coproducción de El Árbol, Havas Film, Tornasol de España y Telefe y distribuida por Warner), habla del cine como un espectáculo, piensa que aún una película socialmente comprometida debería serlo. "Tiene que ver con la inteligencia puesta al servicio del espectador y, claro, con no permitir que el público salga del cine con una sensación horrible. Estoy muy de acuerdo con que, en la narrativa, el pozo que cavó la tristeza hay que llenarlo con alegría; aunque al final se mueran todos, hay que dejar pareja la ecuación."
Tal vez, en virtud de consideraciones como las vertidas por los entrevistados, es que desde 2008 todos los años hubo películas nacionales en el top ten de las más vistas y, en algunos casos, en la primera posición como El secreto de sus ojos y Relatos salvajes. "Hubo un regreso al cine de género de autor que causó un reencuentro con el público. Se trata de películas autorales masivas, que expresan la mirada de un director pero son, al mismo tiempo, accesibles para la audiencia en su formulación narrativa. Campanella, Szifron, Trapero, Burman, Winograd, son ejemplos súper claros de este tipo de film", dice Kuschevatzky.



Encuestas anuales vinculadas a Telefé e Ibope sobre análisis de audiencia indican que en la Argentina la gente decide qué películas ver en función del género y después en función de los actores, lo que obviamente está muy ligado a la comunicación porque son aspectos del film que el público tiene que conocer antes de ir al cine. Puede o no coincidirse con lo que dice Kuschevatzky "la comunicación es el 50% de la película", pero hay acuerdo en lo que hace al papel relevante que juegan las estrategias de comunicación en la repercusión de un producto. En el caso particular de Me casé con un boludo, protagonizada por Adrián Suar y Valeria Bertuccelli, Vera cuenta que "la anterior película de ambos protagonistas, Un novio para mi mujer (2008; 1.405.988), había generado una demanda que se vio ahora finalmente cristalizada. La certeza probada de una pareja con gran química más la repetición de Juan Taratuto como director y Pablo Solarz como guionista, suscitó el inmediato interés de los espectadores, aunque no fueron menores la audacia del título y la campaña de lanzamiento".
Grande suma su experiencia y resume: "Cuando una historia está bien contada, los actores son convocantes y hay un buen lanzamiento, es difícil que la gente no vaya a ver una película". Claro que nada de todo eso es fácil, desde que surgió la idea de Al final del túnel hasta que empezó el rodaje pasaron cuatro años, corrigió una y otra vez el guión y dibujó el film completo. "Hay ciertos análisis que intento no hacer porque no sirven de mucho. Podría haberse pensado que, a pesar de que teníamos a Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia, actorazos, populares y convocantes, la coyuntura política era adversa; sin embargo, no fue un condicionante y sí es condicionante para mí trabajar con la gente que me gusta". Por su parte, Kuschevatzky entiende que se trata de modelar la identidad de la película en función de lo que conviene a la narrativa. "En algunas películas eso significa actores muy reconocidos y, en otras, que la mitad del elenco no sea conocido por el público; por ejemplo, La patota (2015). Hay una fantasía con respecto a que el nuestro es un cine protagonizado siempre por los mismos actores y eso es una mentira absoluta. Darín hace un film cada año, año y medio, lo mismo Francella y Suar cada tres años, y aquí se hacen más de 100 películas por año: el 90% no está protagonizada por ninguno de esas súper estrellas".
Dentro de ese 10% restante, Kóblic, con Ricardo Darín y Oscar Martínez como actores principales, se estrenó en 190 salas, tuvo cerca de 300.000 espectadores y permaneció en cartelera más de siete semanas, "porque pudo combinar un director y guionista como Sebastián Borensztein, calidad y popularidad de los actores y una adecuada estrategia de promoción", explica Agustín Bossi, productor general de Pampa Films ahora a cargo de próximos estrenos como El faro de las orcas (Maribel Verdú y Joaquín Furriel) y Nieve negra (Ricardo Darín, Leo Sbaraglia, Laia Costa, Dolores Fonzi y Federico Luppi). "Pampa, como casa productora, confía en que se puede hacer un buen film sin perder de vista su aspecto comercial. Kóblic llegó a estar en el top de las más vistas, entre otras cosas, por sus protagonistas, pero también porque entendimos la promoción y el marketing como indispensables a la hora de lanzar la película. Como sucede con cualquier producto: podés tener a los mejores, pero si no hay una buena estrategia detrás, se desperdician".


Ser creativos al momento de la distribución, parece ser clave. Y no sólo para los tanques nacionales sino, y aún más, para películas como Hijos nuestros, un film que Juan Fernández Gebauer, director junto a Nicolás Suárez, define como hibrido. "No es una película netamente festivalera pero tampoco apunta a conformar a un público masivo. En ese terreno incómodo nos tocó movernos. Buscamos entonces que la distribución, un problema enorme para la mayor parte de las películas que se hacen en nuestro país, no fuera la más convencional. En este sentido, transitar el universo de un club tan popular como San Lorenzo nos abrió algunas puertas. Los hinchas del club se apropiaron de Hijos nuestros y llegamos a conseguir más de 16.000 espectadores", dice.
¿Y ahora?
"Creo que el cine argentino en general y determinadas producciones en particular, son hoy pensadas desde la génesis del proyecto en forma integral. Es decir, no para llegar solamente a terminar su producción, sino previendo el proceso de comunicación y exhibición de la misma. Esto permite y obliga a realizar un acercamiento al público desde un estadío temprano del proyecto. En ese contexto, la misión actual del Incaa es acompañar a las películas que no cuentan con los recursos para posicionarse desde la comunicación. Y sobre todo, ayudarlas a tener las pantallas necesarias para contactar con el público target de cada una. Para eso se han firmado convenios que apuntan a la generación de nuevo público, se ha creado la Subgerencia de Medios y Exhibición que analiza y acompaña la programación nacional, además de reestructurar distintos espacios para agregar pantallas a corto plazo y llegar a la audiencia a través de la pantalla adecuada para cada proyecto", explica Alejandro Cacetta, presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa).


Es que, como reclama Guerschuny, a pesar de records y números, son varias las deudas pendientes. "Una gran porción del cine que se produce aún no encuentra un circuito para ser exhibido dignamente. Además, la comercialización del cine nacional en el exterior, más a allá de merecidos premios y reconocimientos, sigue siendo magra, cuando debería tratarse de ingresos genuinos claves para el desarrollo de la actividad".
Por su parte, Kuschevatzky asegura que el cine nacional como producto cultural "no se discute más, es un tema zanjado. El análisis más profundo hoy tiene que ver con el aspecto industrial, con la sustentabilidad de un sistema que sea más efectivo frente a cambios que sabemos están a la vuelta de la esquina. Y la legislación que rige desde 1994, 95, aún con todos sus aciertos, representa un cine que ya no está más. Se escribió en un momento en que la gente alquilaba VHS, existían las Torres Gemelas y el último avance de la tecnología era el fax. En el sector estamos obligados a reevaluar todo el tiempo dónde estamos parados y hacia dónde vamos".
Seis años en cifras

En 2010

33.736.685 personas vieron films extranjeros y 3.557.045 nacionales. Igualita a mí fue la película nacional más vista con 855.854 espectadores.

En 2011

38.402.895 personas vieron films extranjeros y 3.496.753 nacionales; Un cuento chino fue la película nacional más vista, con 880.975 espectadores.

En 2012

41.167.420 personas vieron films extranjeros y 4.557.336 nacionales, con Dos más dos como el estreno nacional más visto con 987.676 espectadores.

En 2013

40.032.515 personas vieron films extranjeros y 7.457.038 nacionales. Metegol fue el film argentino mejor posicionada con 2.119.601 espectadores.

En 2014

36.892.270 personas vieron films extranjeros y 8.144.626, nacionales. Relatos salvajes fue el estreno nacional más visto: 3.454.410 espectadores.

En 2015

43.994.577 personas vieron cine extranjero y 7.553.166, films argentinos. El clan fue el estreno nacional más taquillero, superando los 2.643.487 espectadores.

M. G.

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