domingo, 13 de noviembre de 2016

AGUA MALA; AGUA BUENA.....ASUNTOS DE BAÑOS


Basta con ingresar en una farmacia o en esos espacios magnéticos que son los free shops de los aeropuertos, con su colorido universo de champús, jabones, cremas y lociones que prometen belleza cinematográfica al alcance de la mano (aunque no siempre del bolsillo) para que no quede duda de la importancia que en estos tiempos le damos a la higiene.



No hace mucho, un estudio calculó que el habitante de una gran ciudad actual dedica alrededor de nueve horas semanales a su aseo. Sin embargo, esta pasión es una adquisición más bien reciente. En Historia de la vida privada en el sigloXX (Editorial Taurus, 1989), Antoine Prost cuenta que hubo momentos en que la higiene era una curiosidad; en parte porque el agua escaseaba, pero también porque se creía que "ablandaba" el organismo y que la suciedad era signo de salud.

Son varios los autores que desandaron la senda que nos trajo desde las penurias higiénicas de otros tiempos hasta los elaborados sistemas que hoy tiene a su disposición una parte de la humanidad. En Lo limpio y lo sucio (Alianza Editorial, 1991), Georges Vigarello traza un colorido retrato de lo que ocurría en la Edad Media. Algunos de los usos y costumbres que describe son desopilantes... o terroríficos, según cómo se los mire.



Vigarello recuerda, por ejemplo, una escena de aseo del Roman comique, de 1651, en la que un noble es presentado con "la más bella ropa blanca del mundo, perfectamente lavada y perfumada", pero en la que el caballero prescinde del agua, excepto para hacer una breve ablución porque "cuidaba sus dientes con esmero".

En esa época, se creía que el agua engendraba fisuras por las que podía deslizarse la peste, que bañarse era peligroso porque "abría el cuerpo al aire y exponía los órganos a los cuatro vientos". Es más, se creía que "debilitaba", provocaba "imbecilidad" y destruía "fuerzas y virtudes". Ese temor llegaba a tal punto que cuando una mañana de mayo de 1610 un emisario de Enrique IV va a ver a uno de los ministros y lo encuentra tomando un baño, decide volver al Louvre para evitarle el riesgo de exponerse al aire exterior. Más tarde, le hace saber: "Señor, el rey os ruega que acabéis de bañaros y os prohíbe que salgáis hoy".

Pero más que jabones, champús y desodorantes, el artefacto que simboliza el acceso a la higiene con todas las letras es el inodoro. De hecho, en 2013, la ONU estableció que el 19 de este mes sería el Día Mundial de ese artilugio. Como destacó el organismo internacional, aunque unos seis mil millones de personas tienen teléfono celular, en pleno siglo XXI alrededor de 2500 millones carecen de un retrete. En El inodoro y sus conexiones (Biblos, 2007), Ángel Prignano 

 muestra que, desde su invención, atribuida al escritor y poeta inglés John Harington, que lo presentó en 1596, se metamoforseó múltiples veces y hasta tiene en la actualidad una versión espacial. En 1999, los japoneses dieron a conocer un modelo que lava, enjuaga y seca automáticamente las partes pudendas del usuario. Algunos años después, una beca de las Naciones Unidas me permitió viajar al Foro Mundial del Agua que se hizo en Kyoto. Recuerdo que, al entrar en el baño de la pieza que me habían asignado, quedé atónita frente a un ingenioso dispositivo de ese estilo: tenía botones coloridos a los costados con leyendas en japonés, que le daban más aspecto de computadora que de sanitario.
También se presentaron otros capaces de levantar las tapas automáticamente, practicar análisis clínicos, hablar con el usuario (por ejemplo, para sugerirle que abandone el cigarrillo al que va al baño a fumar), emitir música, hacer masajes y regular la temperatura y la presión del agua.



Es tal el simbolismo que encierran estos adminículos que el mingitorio, primo hermano del water-closet, introducido en Buenos Aires en 1870, fue objeto de fuertes polémicas teóricas en el mundo del arte cuando Marcel Duchamp quiso presentarlo en una exposición con el título "Fuente". El jurado lo rechazó, pero aquel ready-made de 1917 es considerado hoy una de las obras más influyentes del arte contemporáneo.

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