viernes, 8 de junio de 2018

TEMA DE ANÁLISIS Y DISCUSIÓN

Las grietas son oro en polvoResultado de imagen para Alejandro Fidias Fabri
Por Alejandro Fidias Fabri
​Unos años atrás tuve la oportunidad de visitar la sala de tapices del siglo XVII del Museo del Vaticano. Me llamó mucho la atención que todos los tapices tenían lagunas de tejido color gris. Estas lagunas eran las restauraciones que se habían hecho bajo la teoría del no rehacer lo faltante ocultando el paso del tiempo sino simplemente reconstruirlo exhibiendo que es un faltante, exhibiendo las inclemencias. O sea, allí donde el tejido se había deshecho, no enmascararlo sino agregarle un tejido gris que exhibiera el defecto y ayudara a mantener la consistencia del tapiz. Así me anoticié de las dos teorías: enmascarar o exhibir el paso del tiempo y de las crisis. Y esta idea permaneció flotando en mi mente en la medida en que los años pasaron para mí, para la sociedad, para el país y para el mundo.
Quizá resulte fácil adherir a un pensamiento tal como el atribuido a algún sabio chino sobre las crisis y el bambú: lo que no nos quiebra nos fortalece. Pero, esta idea guarda algo de pensamiento mágico, el pensamiento de que luego de vivir momentos arduos y difíciles, tenemos la posibilidad de retornar a un estado impoluto y virginal. Y, la verdad, no es así. Nos marcan los momentos felices y nos marcan las rupturas. Y somos ambas situaciones. Y nos construimos como personas y como sociedades como si nuestras experiencias fueran estratos, algunos de los que nos queremos distanciar u olvidar y otros que nos gustaría eternizar.
Bien, hace poco llegó a mi conocimiento el arte japonés llamado Kintsugi, que significa «reparación con oro». Consiste en emplear una resina mezclada con polvo de oro para unir las partes rotas y las grietas de una cerámica. Las mismas quedan resaltadas al ensamblarse de nuevo con ese valioso material, dando lugar a una estética muy particular. Y acto seguido pensé en la implicancia de una pieza única de cerámica que se rompe en pedazos y en sus posibilidades: puede ser tirada o descartada, pero también puede ser reparada exhibiendo los daños que sufrió. Y esa pieza de cerámica que era única y se rompió, bajo el arte del Kintsugi pasará a ser una pieza aún más única pues a la nobleza de su origen agregará el azar de sus roturas. Y extrañamente, las uniones serán más resistentes que las partes unidas, serán más nobles que la nobleza de origen.

Y pensando en esa cerámica única pienso en cada uno de nosotros y en nuestro país: en algún momento la Argentina fue la novena economía del mundo con diez familias que lo disfrutaban, en algún momento hubo revoluciones que no revolucionaron nada, en algún momento hubo democracias que solo perpetuaron el poder de las dictaduras, en algún momento hubo guerras que no quisimos perder, en algún momento fuimos campeones del mundo en fútbol, y también tuvimos premios Nobel que no sé qué hicieron y un escritor que mereció el Nobel y no lo obtuvo. Y no hace mucho hubo un Fondo que en el intento de salvarnos nos arrastró al fondo y, magnánimamente, nos viene a salvar de nuevo. Y dentro del país siempre habrá ganadores y perdedores o, como alguna vez afirmó Hegel, el carro triunfal de la historia dejará florecillas pisoteadas al borde de su camino.
Y quizá nuestra solución sea el Kintsugi, el pensarnos no desde lo binario que implique solo ser los mejores o los peores, pensarnos desde los matices y desde las suturas que unen nuestro ser y que nos conforman como lo que somos: personas que con errores y aciertos intentamos un país mejor. Quizá no en enmascarar nuestras grietas y quebraduras sino en mostrar nuestras heridas para exhibir porqué merecemos ser los mejores. Y es muy posible que el hecho de valorizar las rupturas con polvo de oro no signifique más que darle valor a los espacios que alguna vez fueron fragilidades y, el superarlas incluyéndolas. Y termino preguntándome si esta reflexión es solo un pensamiento en voz alta o un enorme deseo. El deseo de no enmascarar, el deseo de reconocer nuestras luces y sombras para poder superarnos. La convicción de que Parménides no le ganó a Heráclito; en la vida, el ser y el devenir están necesariamente vinculados. El arte del Kintsugi.

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