lunes, 11 de junio de 2018

TRÁNSITO, CONDUCTORES ¿PORQUÉ SOMOS COMO SOMOS?


Los trastornos psicológicos, principal causa de inhabilitación para conducir
Suman el 77% de los casos rechazados en trámites para obtener o renovar la licencia en la ciudad; ciertas características de la personalidad pueden ser peligrosas al volante
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Cada año, unas 2000 personas que sacan o renuevan la licencia de conducir en la ciudad no pueden volver a manejar hasta que resuelvan algún problema de salud. En la mayoría de los casos, no es visual ni auditivo, sino psicológico: el año pasado, el 77% de las inhabilitaciones obedeció a ciertas características de la personalidad o alteraciones neurocognitivas que pueden ser peligrosas al volante.
Tener una baja tolerancia a la frustración, no poder controlar los impulsos y las emociones, percibir la realidad de manera distorsionada o contar con mecanismos de defensa insuficientes como para superar imprevistos son los psicodiagnósticos más comunes entre los 18 y 64 años.
En cambio, los problemas de atención, memoria o análisis de la información visual del entorno que afectan el modo de conducir son las principales dificultades neuropsicológicas detectadas -sobre todo, en los mayores de 64 años- en las 13 sedes donde se renueva o solicita el registro. Ahí trabajan unos 120 médicos, fonoaudiólogos, técnicos ópticos y psicólogos.
El año pasado, 2118 de los 421.720 solicitantes quedaron inhabilitados transitoria o permanentemente. El 77% de los casos no aprobó los tests psicológicos, mientras que el 11,33% exhibió problemas visuales, el 9,44% padecía una enfermedad o usaba algún medicamento que demandaba un mejor control para no causar situaciones de riesgo en el tránsito y el 2,22% tenía una disminución auditiva.
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"Inhabilitar poco más de 2000 en un año es alto como número, aunque en relación con el padrón de trámites parece ínfimo. Pero son 2000 personas que por alguna cuestión de salud que puede poner en riesgo su seguridad y la de terceros no estarán conduciendo", dijo Elvira Fioresta, gerenta operativa de Habilitaciones de la Dirección General de Habilitación de Conductores y Transportes porteña.
En la evaluación psicofísica se indaga la aptitud para comportarse al volante. Conducir va más allá de aprender a usar el auto o la moto. "Se pone en funcionamiento una tríada psicofisiológica: la percepción (recibir información desde afuera), el procesamiento de la información (entenderla) y la ejecución de maniobras (coordinar acciones motrices) -enumeró Fioresta-. Esta tríada puede verse afectada por múltiples patologías o tratamientos farmacológicos, lo que altera la conducción segura".
A diferencia de otras jurisdicciones, la Ciudad incluye el examen a cargo de un psicólogo. "Para mí es la estrella de la evaluación porque se hace un rastrillaje muy interesante, en el que se descubren indicadores o problemas que tienen que ver con la conducta en el tránsito. Es la que más problemas está detectando", agregó la funcionaria.

La entrevista dura 10 minutos. La evaluación empieza desde la primera pregunta para comprobar si la persona está ubicada en tiempo y espacio. Le sigue el test de Bender, que consiste en copiar una serie de figuras geométricas y permite evaluar desde la percepción hasta la estabilidad emocional y la tolerancia a la presión, entre otros problemas. Si no surge ninguna sospecha, la persona avanza a la evaluación médica. Si no, el profesional puede recurrir a otras pruebas, como el test del reloj si hay fallas de la atención o el test de la persona bajo la lluvia si hay indicios de un trastorno de la personalidad.
Si esos indicadores se mantienen, se pide una evaluación complementaria, ya sea un estudio neuropsicológico o un psicodiagnóstico en un centro de salud o en el Gabinete de Estudios Psicológicos Complementarios de la Gerencia Operativa de Habilitaciones.
En la evaluación visual, los problemas más comunes son las cataratas, la visión monocular (ver con un solo ojo afecta la percepción de la profundidad y la distancia) o concurrir sin la graduación actualizada de los anteojos. Los problemas auditivos más frecuentes son las hipoacusias moderadas y graves, que exigen una adaptación del espejo retrovisor del automóvil para compensar el déficit de percepción del entorno.
El uso de antiepilépticos, psicofármacos, antidiabéticos por vía oral, antihipertensivos o antialérgicos, entre otros, puede afectar la conducción, y por eso el gabinete médico indaga al respecto.
"Al evaluar a un conductor se pone el foco en conocer qué patología tiene, con qué fármacos está tratado, cuán controlada está esa patología con el tratamiento, y la educación y la conciencia que tenga para reconocer los síntomas que preceden a una complicación", agregó Fioresta. Las enfermedades cardiovasculares, metabólicas y neurológicas mal controladas son los problemas más comunes de inhabilitación por motivos médicos.
Gabriel Escanes es magíster en demografía y se especializa en el estudio de las conductas en el tránsito. Acaba de publicar un estudio sobre las situaciones al manejar que más enojan a los conductores de entre 18 y 70 años. "Es muy importante la evaluación física y psicológica por el alto incumplimiento de las normas en nuestro entorno. Es necesario determinar si existe la capacidad de adaptarse y reaccionar sin aumentar el riesgo", indicó.
P. C. 

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Padecimientos de un narcisista en el examen para renovar el registro
Una fría mañana de invierno de hace un año, en una oficina pública del sur de la ciudad de Buenos Aires, un burócrata disfrazado de psicólogo decretó que mi "narcisismo" era casi inhabilitante para manejar.
La experiencia había arrancado bien. Una a una, fui pasando las diferentes instancias del trámite para renovar el registro -examen visual, auditivo, de salud- hasta que me topé con el test en el que hay que copiar en lápiz las formas presentadas en unas cartulinas. Cuando lo fui a entregar, el representante del gobierno de la ciudad apenas levantó los ojos del papel. "Está mal, hacelo de nuevo", masculló.
Consciente de mi carencia histórica de motricidad fina y sin pedir explicaciones, me di vuelta, volví a mi pupitre y lo hice de nuevo. Al rato, al entregar mi trabajo al mismo hombre, la respuesta fue idéntica, lo mismo que mi reacción. Con el tercer intento rechazado, y cuando ya llevaba una hora haciendo dibujos en esa sala odiosa, el asunto empezó a levantar temperatura.
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-¿Qué es lo que está mal? -le pregunté al hombre.

-Las proporciones son incorrectas -me dijo.
-¿Y eso qué tiene que ver con manejar? -quise saber, tratando de no elevar el tono de voz y muy consciente de que el poder de este señor sobre mi destino como conductor era absoluto.
-Revela asuntos no resueltos -explicó.
-¿Qué asuntos?
-Cierto nivel de narcisismo -diagnosticó.
La mezcla de indignación e impotencia que me invadió en ese momento borró los recuerdos de cómo siguió el diálogo. Solo me acuerdo del temor que tuve al salir de esa entrevista ante la perspectiva de que me hubiesen reprobado y perder mi registro. Recordaba el cuento de un amigo que, ante una situación similar, tuvo que hacer un curso de varias sesiones y presentar una especie de certificado de salud mental.
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Al final obtuve la renovación de mi registro, pero solo por un año, cuando lo habitual es cinco, y con una especie de llamado de atención en mi legajo.

Hace un par de semanas se cumplió el año y, temeroso, volví a otra de las oficinas porteñas para buscar la renovación. Me tocó un psicólogo mucho más empático que se rió con mi cuento, me ayudó con los dibujos y me aprobó mi nuevo registro por cinco años. "Te curaste del narcisismo", me dijo. Espero que no lea esta nota escrita en primera persona y cambie de opinión.

N. C.

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