sábado, 4 de agosto de 2018

¿LO PENSAMOS?


En el cuento "El otro", un Borges ya mayor se encuentra con su versión joven en un banco que existe simultáneamente a orillas del río Charles, en Boston, Estados Unidos, y a pasos del Ródano, en Ginebra, Suiza. A lo largo del relato reflexiona de modo magistral sobre el tiempo, la memoria y la literatura. Pero leyéndolo a la luz de los últimos estudios neurocientíficos podría pensarse que también alude al fenómeno de la "despersonalización", una singular experiencia durante la cual una persona puede "verse desde afuera" o convertirse en extraña para sí misma.
"Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él -escribe-. [?] Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos".
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La despersonalización es uno de los innumerables misterios de la conciencia, ese Everest de la investigación que están explorando brillantes investigadores en todo el mundo. Algunos, como Stanislas Dehaene, profesor del Collège de France y director de la Unidad de Neuroimágenes Cognitivas del Inserm, afirman que no está localizada en un área particular del cerebro, sino que es una forma de procesamiento: la información (como por ejemplo un aroma, un sabor, una sinfonía o el color restallante del cielo en primavera) se hace consciente cuando es compartida por múltiples circuitos cerebrales, lo que se dio en llamar "espacio de trabajo neuronal global".
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Para el italiano Giulio Tononi y otros, sería algo así como una "fase" que se alcanza cuando el cerebro combina el nivel exacto de orden y anarquía. Esto genera un patrón global de activación integrada o sincronizada en la corteza cerebral. Tononi plantea que la conciencia es información "máximamente integrada", y sentó las bases matemáticas que permitirían cuantificarla. Hasta hay una hipótesis que podría calificarse de borgiana. Es la de Anil Seth, codirector del Centro Sackler para Estudios de la Conciencia de la Universidad de Sussex, en Gran Bretaña, y editor de la revistaNeuroscience of Consciousness. Para Seth, el cerebro "alucina la realidad". Incluso la experiencia del yo, una marca distintiva de la conciencia, podría pensarse como una alucinación.
Dado que numerosos experimentos muestran que nuestras percepciones son modificadas por nuestras expectativas, Seth invita a pensar en el cerebro como una "máquina predictiva". "No vemos luces ni olemos aromas -afirma-: lo que percibimos es la mejor conjetura del cerebro sobre lo que hay en el mundo".
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Igual de provocativa es su definición de esa voz que nos habla durante la vigilia, nuestro yo consciente. ¿Qué distingue el ser consciente de simplemente estar despierto? Al parecer, no se trata solo de la cantidad de neuronas involucradas, ni siquiera del nivel general de actividad neuronal, ya que el cerebro está casi tan activo durante ciertas etapas del sueño como durante la vigilia. Según Seth, la individualidad consciente es una construcción compleja generada por el cerebro que hace su "mejor suposición" en función de sus creencias o expectativas previas y de los datos sensoriales disponibles. "Nuestras experiencias de ser y tener un cuerpo son ?alucinaciones controladas'", dice. Y en lugar de la máxima cartesiana ?pienso, luego existo', propone: ?Me predigo, por lo tanto soy'". Cómo surge la conciencia de un sustrato biológico es hoy uno de los mayores misterios de la ciencia. "Contestar esta pregunta es fundamental -afirma-, porque sin conciencia, no hay mundo, no hay yo, no hay nada".
En 1969, Borges, sentado junto a su doble 50 años más joven, atisbó este enigma insondable: "De pronto recordé una fantasía de Coleridge -escribió en "El otro"-. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor"

N. B.

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