La larga noche de Francisco Sanctis / Argentina, 2016 / Dirección: Andrea Testa y Francisco Márquez / Elenco: Diego Velázquez, Laura Paredes, Valeria Lois y Marcelo Subiotto / Guión: Andrea Testa y Francisco Márquez, basado en la novela homónima de Humberto Costantini / Fotografía: Federico Lastra / Edición: Lorena Moriconi / Duración: 76 minutos / Calificación: Apta para todo público
Hay
más de una manera de abordar un período tan oscuro de la historia
argentina como el de la última dictadura. La que eligieron Francisco
Márquez y Andrea Testa para esta película que fue parte de la
competencia oficial en la última edición del Festival de Cannes y ganó
el premio mayor del Bafici este año es tan clara como rigurosa: la
reveladora radiografía del estado de paranoia constante que una sociedad
vigilada y amenazada de múltiples formas vivió en esa época marcada a
fuego por un miedo cuyos ecos aún resuenan, independientemente de los
obstinados esfuerzos de los partidarios de sepultar de una vez por todas
ese pasado ominoso. Basada en una novela no muy conocida de
Humberto Costantini (escritor que militó en el ERP, fue oportunamente
elogiado por Julio Cortázar y falleció en 1987) que se publicó en 1984,
cuando la democracia apenas se estaba instalando en el país, tiene como
protagonista a Francisco, empleado que busca desde hace años un ascenso
en la pequeña empresa en la que trabaja y recibe inesperadamente un
encargo a todas luces peligroso que, además, pone a prueba su integridad
moral. Quien lo involucra en esa misión incómoda es una mujer (Valeria
Lois, muy eficaz en su única aparición en la historia) con la que
Francisco parece haber tenido una relación cercana en su breve temporada
de militante, una parte de su historia que se reaviva sin necesidad de
que opere su propia voluntad.
Está
claro que siempre resulta difícil borrar de un plumazo las huellas de
los caminos que se han transitado, y Francisco empieza a comprobarlo a
partir de ese encuentro tenso, fugaz y misterioso. Entonces el
protagonista abandona por un rato a su familia y se pierde en una ciudad
cargada de sombras, un poco a la deriva, como el inolvidable personaje
de Después de hora (1985), aquella inquietante aventura urbana
filmada con maestría por Martin Scorsese. La diferencia sustancial entre
las dos historias radica en la gravedad explícita de este film
argentino, apuntado directamente a transmitir el clima de asfixia que
reinó en los tiempos de represión ilegal. Si el personaje de Griffin
Dunne se veía envuelto intermitentemente en algunas situaciones de
comedia, el de Diego Velázquez sufre exclusivamente el agobio de esa
tarea complicada. Sólo aparece un humor leve y asordinado en la escena
con Perugia (Marcelo Subiotto, también muy convincente en su papel),
viejo amigo del protagonista y símbolo del ciudadano de clase media que
decide borrar su conciencia política. Para Perugia, las historias de
participación política son un ingreso al "túnel del tiempo". Sus
preocupaciones son mucho más superficiales: las reformas de una casa en
la costa atlántica y la ambición de un vida "adulta" que se eleve por
encima de aquel viejo compromiso transformado ahora en pecado de
juventud. Ese personaje indolente es, sin embargo, el que pone el dedo
en la llaga: en algún momento, Francisco abandonó la idea de cambiar el
mundo por una mucho más pedestre, la de cambiar el auto o la casa. Lo
notable del film de Márquez y Testa es su pericia para pintar ese
panorama negro y acuciante sin recurrir a los lugares comunes. No hay
violencia manifiesta ni apelaciones a la iconografía recurrente para
contar los llamados mil veces "años de plomo". Ese estado de latencia es
el que logra aumentar el nivel de sugestión del protagonista, que
parece caminar todo el tiempo por un campo minado. El notable trabajo de
fotografía y montaje acentúa esas sensaciones. Igual que cualquier
antihéroe, Francisco debe enfrentarse a una situación que lo supera con
pocas herramientas en la mano. Pero en lugar de esconder la cabeza como
un avestruz, se asume de nuevo como sujeto político y sale en busca de
su destino. En otras palabras: con virtudes y limitaciones propias,
resuelve dialogar con su pasado, en lugar de guardarlo en el arcón de
los recuerdos, una actitud que quizás le hubiese deparado menos intrigas
y definitivamente mucho menos riesgo. En esa larga noche del título,
que también remite al virulento apagón del régimen militar, Francisco de
Sanctis finalmente toma la valiosa determinación de reinventarse.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.