viernes, 1 de junio de 2018

HABÍA UNA VEZ...


Pocas veces me he dedicado a dar los detalles de un viaje. Este es uno de mis preferidos por la variedad de paisajes remotos que se visitan y por tener como destino la isla de Chiloé.
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Lejos, muy lejos en el horizonte, con el sol del mediodía comencé a vislumbrar la cordillera. Hacía dos horas que había comenzado el viaje por la provincia de Chubut. El jeep parecía avanzar despacio en la inmensidad de la meseta patagónica. Salir de la costa atlántica y llegar al Pacífico en Chile es un viaje de dos días, si lo hacemos tranquilos con ánimo de disfrutar sus lugares, pueblos y parajes. Desde Comodoro Rivadavia hasta Puerto Aysén, pasando por Coyhiaque, son algo más de 500 kilómetros en línea recta, hay rutas asfaltadas y de tierra. Yo recomiendo un camino más largo, de 780 kilómetros, que muestra el verdadero abrazo de la Patagonia argentina con la chilena.
Desde Puerto Aysén se puede tomar un transbordador que nos lleva a la mágica isla de Chiloé, donde está enraizada la más bella cultura nativa: chonos, huilliche y cuncos que vivían allí hace siete mil años, sorprendiendo a los españoles con la maestría con la que navegaban sus dalcas, unas canoas que utilizaban para juntar moluscos.
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Había llegado a Comodoro Rivadavia en el primer vuelo de la mañana, a las siete y cuarto, y luego de comprar algunas provisiones. Me dirigí hacia el lago Musters pasando por Pampa del Castillo y Cerro Dragón, que es una de las zonas petroleras más importantes del país. La ruta, luego de pasar Sarmiento, circunda una parte del lago para subir por Las Pulgas y Puerta de la Virgen hasta lo alto de la meseta, lugar que en invierno con mal tiempo puede acumular bastante nieve. Desde allí, con un día claro, comienzan a verse en la distancia Los Andes, especialmente en invierno cuando están nevados. El camino más corto es por Río Mayo, pero a mí me gusta seguir por la ruta 40 hacia Facundo y Los Tamariscos donde hay un museo regional. Un poco más adelante se dobla hacia Alto Río Senguer, donde se puede almorzar milanesas en el hotel Bety Jay. Atravesar el pueblo con dirección a la estancia Arroyo Verde, ya por caminos de tierra en la ruta 38. Al cruzar el Río Verde se toma la ruta 51 -que más tarde se convierte en la 445- con dirección al paso Pampa Alta, que tiene aduana de ambos países (Puesto Viejo, en Chile), y funciona entre las 9 y las 21. En invierno puede haber bastante nieve y se requieren cadenas y doble tracción. Antes de salir se puede verificar online si el paso está abierto.
Poco después, ya en Chile, sobre mano derecha hay un tambo Estancia Boladero, que asoma al Río Ñirehuao y produce un delicioso queso de oveja que vale la pena probar.
Tener en cuenta que los 155 kilómetros desde Senguer hasta Coyhaique toman casi cuatro horas, pues es camino de montaña. De esta manera, si se sale de Comodoro Rivadavia a las 9 de la mañana, se llegará a Coyhaique a las 7 de la tarde.
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Al arribar a Coyhaique, que es una hermosa ciudad, con gran carácter de arquitectura, es posible luego del largo viaje dormir en Raíces Bed & Breakfast. Almorzar o cenar un sándwich caliente con palta o el plato del día en el antiguo Café Oriente, en el centro, lleno de carácter y tradición.
Al día siguiente, lo ideal es continuar hacia Aysen, ya sobre el océano Pacífico, donde se toma el transbordador desde Puerto Chacabuco hasta Quellón, en la isla de Chiloé.
El viaje es de 32 horas, y a veces tiene paradas en lugares remotos. Hay, además, dos frecuencias semanales a las que se denomina ruta cordillera corta. Recuerdo que hace como treinta años nos cruzamos con un entierro en el mar, al que habían arribado decenas de barquitos.
Finalmente, recomiendo recorrer la enorme isla de Chiloé, y luego dirigirnos hasta Puerto Mont con dirección a Bariloche por Villa La Angostura. Sin dudas, un periplo mágico.

F. M.

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