lunes, 24 de agosto de 2020

LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO,


La Argentina, el FMI y las fichas en juego en la negociación
Juan Carlos de Pablo: "Estamos empantanados mal"
Juan Carlos de Pablo
Preguntas a Nissan Liviatan Economista 1925-2016
Nació en Lituania, pero en 1936 emigró a Israel, donde hizo sus estudios. Participó en el programa antiinflacionarios implementado por ese país en
1985 y recibió el premio Israel en Economía, en 2007.
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Quién ganó en la negociación entre el Estado nacional y los bonistas? Ambos. ¿Quién ganará en la negociación entre la Argentina y el FMI? También, ambos. Porque ninguna de las negociaciones se hizo a punta de pistola. La tentación del momento es que el Poder Ejecutivo piense que el planteo que utilizó para convencer a los bonistas y al Fondo también sirva para hacer creíble la política económica, ante personas mucho más exigentes: los argentinos.
Al respecto, conversé con el lituano Nissan Liviatan (1925-2016), quien a los 6 años migró a Israel. En la guerra de la independencia de 1948 fue un estrecho colaborador de Yitzak Rabin. Estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde se doctoró en 1962 y donde enseñó a partir del año siguiente. Participó en el programa antiinflacionario implementado en Israel en 1985. En 2007 recibió el premio Israel en economía. Dicho premio inspiró una deliciosa película, titulada Pie de página, estrenada en 2011, basada en el lío que se produjo cuando al anunciar al ganador del galardón, confundieron a un padre con su hijo.
–Guillermo Antonio Roberto Calvo siempre enfatiza la importancia que tiene la (falta de) credibilidad en las políticas gubernamentales. Usted da un paso más, al plantear la trampa de la incredibilidad. ¿Cuál es la idea?
–Déjeme ilustrarla con un ejemplo. El marido que engañó y fue descubierto está bajo la atenta supervisión de su esposa. Aquí desarrollo la versión masculina, aunque el razonamiento es simétrico. Su conducta presente es impecable, pero como la pasada no lo fue, soporta los costos sin recibir los beneficios. Entonces piensa: ¿para qué me sigo portando bien, si igual no consigo lo que quiero?, y lo peor es que ¡la esposa sabe que lo está pensando! Ésta es la trampa: la persona –o el gobierno– que enfrenta problemas de (falta de) credibilidad, tiene que ser el triple de “ortodoxo” para que, en el mejor de los casos, le crean la mitad; y con frecuencia esto es demasiado. –El Estado argentino acaba de cerrar un acuerdo con una porción de los tenedores de bonos. ¿Qué le parece?
–Voy a responder desde una perspectiva que a usted le agrada, la de los procesos decisorios. En toda transacción inmobiliaria, ambas partes ganan. El comprador está mejor porque para él el inmueble vale más que lo que pagó; mientras que el vendedor también está mejor porque para él el inmueble vale menos de lo que recibió. En el reciente acuerdo pasó lo mismo, la clave está en entender qué ganó cada una de las partes.
–Comencemos por el Gobierno.
–Antes del coronavirus, el ministro Martín Maximiliano Guzmán había declarado que hasta por lo menos 2023 el Estado nacional no tendrá superávit operativo, lo cual implicó decirles a los bonistas que no habrá fondos para pagarles. Pues bien, el acuerdo implica reducir en 90% los pagos durante el actual período gubernamental. –Pero, ¿cómo se entiende eso de que, para lograr el acuerdo, la Argentina terminó prometiendo pagar más de lo que había ofrecido al comienzo de las negociaciones? –Porque mejoró las promesas de pagos a partir de 2024, lo cual le permitió mejorar el valor presente de la oferta, sin tener que realizar ajuste fiscal alguno. A la luz de la experiencia argentina esto plantea nuevos interrogantes.
–¿De qué habla?
–¿Se imagina la campaña electoral presidencial de 2023, centrada en cómo pagar, a partir de 2024, lo que se acaba de comprometer? ¿Se imagina a los argentinos ahorrando desde ya, para poder afrontar a partir de 2024, el acuerdo con los bonistas? En 1977, Robert Joseph Barro reflotó la equivalencia planteada por David Ricardo, según la cual la forma de financiamiento del gasto público es indiferente, sea que se realice vía impuestos o emisión de títulos. Pero, como bien planteó Rodolfo Arturo Santángelo, en la Argentina no rige tal equivalencia, porque todos esperan que finalmente los compromisos se paguen con emisión e inflación.
–Pero si esto es así; ¿por qué los bonistas aceptaron el acuerdo?
–El óptimo es lo mejor de lo posible. Acordaron porque concluyeron que es lo más que podían obtener. Usted plantea una razonable duda con respecto al cumplimiento post 2024, pero como es una duda y no una certeza, los títulos públicos de la Argentina no valen 0, sino algo.
–¿Cómo ve la próxima negociación con el FMI?
–La Argentina es el gran deudor del Fondo y tiene que abonar US$18.000 millones en 2022 y otro tanto en 2023. Nadie piensa que cancelará esta deuda realizando un ajuste fiscal, o colocando títulos en los mercados financieros internacionales. De manera que lo que va a ocurrir es que el FMI nos prestará plata para cancelar la deuda que tenemos… con ellos.
–Pero para eso la Argentina tendrá que presentar un plan.
–Sigamos analizando la cuestión desde la perspectiva de los procesos decisorios. ¿Qué hará el FMI si encuentra inadecuado el planteo económico del gobierno presidido por Alberto Ángel Fernández? ¿Negará los fondos para que ustedes les puedan pagar a ellos? Mi impresión es que, mientras su país no pida fondos frescos, tendrá la sartén por el mango.
–Me preocupa todo lo que está diciendo, porque sugiere que el Poder Ejecutivo podría tentarse, pensando que un planteo económico fuertemente criticado por buena parte de los economistas, resulta exitoso al negociar con los bonistas y con el FMI.
–Hace bien en preocuparse, aunque el gobierno argentino debería resistir esta tentación. Porque la realidad no se agota en los bonistas y en el Fondo.
–¿Quién falta?
–Los argentinos, quienes, a través de sus decisiones, muestran que son más exigentes aún que el mismísimo Fondo Monetario. Permítame recordar que a partir de 2018, mientras Christine Lagarde, entonces directora gerente del Fondo, no se cansaba de alabar el programa económico, ustedes los argentinos seguían comprando dólares. Y no los estoy juzgando, sino explicando vuestra conducta. A propósito: los técnicos del Fondo nunca bendijeron el citado programa, aprobado por razones básicamente políticas.
–El presidente Fernández dijo que no cree en los planes económicos.
–No nos enredemos con las palabras. Siempre hay un plan económico en el conjunto de medidas adoptadas, en las señales que el sector público le envía al sector privado, en la historia y en la sensibilidad de cada pueblo en función de ella. La trampa de la incredibilidad, que describí al comienzo de esta conversación, obliga a los gobiernos a ser mucho más rigurosos para tratar de ser creíbles; lo cual es esencial para que aumente la demanda de dinero local, se realicen inversiones, etcétera. Los presidentes modifican gabinetes, reorganizan su forma operativa de gobierno, etcétera, cuando se ven frente al abismo económico o frente a una derrota electoral.
–Don Nissan, muchas gracias.

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