Las instrucciones de Yoko Ono regresan en su célebre libro para recrear la vida cotidiana
La editorial Alias desembarca en la Argentina con una versión facsimilar de la primera traducción al español de Pomelo, realizada en 1970; cuando la reeditó el Malba, se agotó de inmediato
Celina Chatruc
Con el espíritu de una estrella de rock, Yoko Ono cumplirá 90 años el sábado
“Tengo hambre”, le dijo su hermano menor. Ella era apenas una niña y ambos estaban refugiados sin comida en una casa de campo en Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. “Bueno, imaginemos un gran menú”, le propuso Yoko Ono, y por lo menos logró alegrarlo.
“La imaginación me ayudó mucho”, confesó la artista que cumplirá 90 años el sábado próximo al recordar ese trágico momento en el documental Above Us Only Sky (Sobre nosotros, solo el cielo), estrenado en 2018, que mostraba la historia detrás de “Imagine”. “¡Hola! Me llamo John Lennon. Quiero presentarles a Yoko Ono”, escribió el coautor de la famosa canción como introducción a Grapefruit (Pomelo), libro publicado en 1964 por su gran amor.
Aquella edición limitada de 500 ejemplares, que Munternaum Press lanzó en Tokio en 1964, fue traducida seis años más tarde en Nueva York, Fráncfort, Londres y Buenos Aires, en ediciones que contenían el material original y otras piezas y dibujos realizados por la artista. La primera traducción al español, de 288 páginas, estuvo a cargo de Piri Lugones para Ediciones de la Flor, con tapa diseñada por Oscar Smoje.
“Representaba una apuesta arriesgada: se trataba de un libro experimental de una autora que por entonces no gozaba del indiscutible reconocimiento mundial que tiene hoy”, recordó el Malba al reeditarla en 2016 para acompañar la exposición Yoko Ono. Dream Come True. Curada por Gunnar B. Kvaran y Agustín Pérez rubio, fue la primera retrospectiva en la Argentina de esta pionera del arte conceptual y participativo contemporáneo, y llegó a ocupar el tercer puesto de las muestras más visitadas del museo.
“Tengo hambre”, le dijo su hermano menor. Ella era apenas una niña y ambos estaban refugiados sin comida en una casa de campo en Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. “Bueno, imaginemos un gran menú”, le propuso Yoko Ono, y por lo menos logró alegrarlo.
“La imaginación me ayudó mucho”, confesó la artista que cumplirá 90 años el sábado próximo al recordar ese trágico momento en el documental Above Us Only Sky (Sobre nosotros, solo el cielo), estrenado en 2018, que mostraba la historia detrás de “Imagine”. “¡Hola! Me llamo John Lennon. Quiero presentarles a Yoko Ono”, escribió el coautor de la famosa canción como introducción a Grapefruit (Pomelo), libro publicado en 1964 por su gran amor.
Aquella edición limitada de 500 ejemplares, que Munternaum Press lanzó en Tokio en 1964, fue traducida seis años más tarde en Nueva York, Fráncfort, Londres y Buenos Aires, en ediciones que contenían el material original y otras piezas y dibujos realizados por la artista. La primera traducción al español, de 288 páginas, estuvo a cargo de Piri Lugones para Ediciones de la Flor, con tapa diseñada por Oscar Smoje.
“Representaba una apuesta arriesgada: se trataba de un libro experimental de una autora que por entonces no gozaba del indiscutible reconocimiento mundial que tiene hoy”, recordó el Malba al reeditarla en 2016 para acompañar la exposición Yoko Ono. Dream Come True. Curada por Gunnar B. Kvaran y Agustín Pérez rubio, fue la primera retrospectiva en la Argentina de esta pionera del arte conceptual y participativo contemporáneo, y llegó a ocupar el tercer puesto de las muestras más visitadas del museo.
Con ambas ediciones agotadas, el libro acaba de regresar una vez más a las librerías, en una versión facsimilar publicada por Alias, sello mexicano que acaba de desembarcar en la Argentina como parte de la “familia” de la distribuidora Big Sur. “Se presenta como una serie de instrucciones que invitan a desvincularse, por medio de la contemplación, de un mundo enajenado por el consumo y la producción frenética de información y mercancía –dicen sus nuevos editores–. En esta pieza, en la que Ono explora la relación entre el arte y la vida a partir de fenómenos cotidianos, el detenerse a observar y/o escuchar se vuelve una experiencia artística en sí misma”.
“Enciende un fósforo y observa hasta que se consuma”. Esa fue la primera “obra de instrucción”, de Yoko Ono, de 1955, titulada Lighting Piece (Pieza de iluminación). “Hubo que esperar hasta el 16 de julio de 1961 para que expusiera sus pinturas y dibujos de instrucciones en la AG Gallery de George Maciuna, en Nueva York –recuerda Kvaran en un ensayo incluido en el catálogo de la muestra del Malba–. Allí exhibió algunas caligrafías, pero la atención se concentró sobre todo en los lienzos colgados en la pared o colocados sobre el suelo, con los que el público interactuaba según las instrucciones: se paraba encima o les prendía fuego”.
En una exposición realizada al año siguiente en el Sogetsu Art Center de Tokio, agrega el curador, la artista “invitaba a los espectadores a participar del proceso creativo de manera menos física y más conceptual. Mediante esta simplificación –un ejemplo muy temprano de arte conceptual–, Ono ponía en cuestión la unicidad y la sacralidad del objeto de arte”.
La palabra, así, se vuelve clave en composiciones que fueron vinculadas con la poesía. “Con razón, muchos críticos asocian sus Instrucciones con partituras musicales –señala Kvaran–; otros apuntan al haiku, a la métrica sin rima y arrítmica que se desarrolló en el siglo XVI a partir del género japonés clásico conocido como tanka. Pero las Instrucciones de Ono no son poemas. Son obras visuales de un nuevo tipo de arte, compartido con otros artistas contemporáneos, como John Cage y George Brecht”.
Un menú en cinco pasos
1 Pieza de risa
Pasarse una semana riendo. Invierno 1961
2 Pieza de ritmo
Escuchar el latido de un corazón.
Otoño 1963
3 Pieza de agua
Regar. Primavera 1964
4 Pieza de amanecer
Tomar la primera palabra que se cruce por la mente. Repetirla hasta el amanecer. Invierno 1963
5 Pieza de ciudad
Caminar por tods los charcos de la ciudad.
Otoño 1963
“Enciende un fósforo y observa hasta que se consuma”. Esa fue la primera “obra de instrucción”, de Yoko Ono, de 1955, titulada Lighting Piece (Pieza de iluminación). “Hubo que esperar hasta el 16 de julio de 1961 para que expusiera sus pinturas y dibujos de instrucciones en la AG Gallery de George Maciuna, en Nueva York –recuerda Kvaran en un ensayo incluido en el catálogo de la muestra del Malba–. Allí exhibió algunas caligrafías, pero la atención se concentró sobre todo en los lienzos colgados en la pared o colocados sobre el suelo, con los que el público interactuaba según las instrucciones: se paraba encima o les prendía fuego”.
En una exposición realizada al año siguiente en el Sogetsu Art Center de Tokio, agrega el curador, la artista “invitaba a los espectadores a participar del proceso creativo de manera menos física y más conceptual. Mediante esta simplificación –un ejemplo muy temprano de arte conceptual–, Ono ponía en cuestión la unicidad y la sacralidad del objeto de arte”.
La palabra, así, se vuelve clave en composiciones que fueron vinculadas con la poesía. “Con razón, muchos críticos asocian sus Instrucciones con partituras musicales –señala Kvaran–; otros apuntan al haiku, a la métrica sin rima y arrítmica que se desarrolló en el siglo XVI a partir del género japonés clásico conocido como tanka. Pero las Instrucciones de Ono no son poemas. Son obras visuales de un nuevo tipo de arte, compartido con otros artistas contemporáneos, como John Cage y George Brecht”.
Un menú en cinco pasos
1 Pieza de risa
Pasarse una semana riendo. Invierno 1961
2 Pieza de ritmo
Escuchar el latido de un corazón.
Otoño 1963
3 Pieza de agua
Regar. Primavera 1964
4 Pieza de amanecer
Tomar la primera palabra que se cruce por la mente. Repetirla hasta el amanecer. Invierno 1963
5 Pieza de ciudad
Caminar por tods los charcos de la ciudad.
Otoño 1963
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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