La Iglesia advirtió por los efectos de la “maldita inflación”
En la misa de San Cayetano, el arzobispo Cuerva dijo que “no hay bolsillo que aguante”
Josefina Gil Moreira
Frente al Santuario de San Cayetano, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, lanzó ayer una dura advertencia sobre los efectos de la “maldita inflación” y la extensión de la pobreza. Frente a miles de fieles reunidos por el patrono del trabajo, García Cuerva dijo que hoy “no hay bolsillo que aguante”.
Frente al Santuario de San Cayetano, en Liniers, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, advirtió que “no existe peor pobreza que la que priva de la dignidad del trabajo a su pueblo”. En la festividad del santo patrono del pan y del trabajo, y pocos días antes de las elecciones, la máxima autoridad de la Iglesia porteña transmitió su preocupación por la inflación, la pobreza y el trabajo en negro.
“El último índice de desempleo fue de 6,9 por ciento. Puede ser más bajo que en otros períodos, pero no queremos conformarnos. Queremos mejor trabajo para todos y todas”, dijo el flamante arzobispo, que el mes pasado sucedió al cardenal Mario Poli.
Mencionó el caso de una mujer que viaja dos horas y media desde General Rodríguez para cuidar a una señora durante ocho horas en Constitución, en negro, sin jubilación ni obra social. “¡Cuántas historia similares, de grandes laburantes no reconocidos, con trabajos mal pagos, informales, esclavos”, exclamó García Cuerva.
Pedimos por trabajo digno bien remunerado, paz, seguridad, políticas públicas que reconozcan el trabajo de tantos hermanos que se desloman cada día y pan. Porque la maldita inflación hace que aunque se tenga trabajo, no alcanza. no hay bolsillo que aguante. no se puede vivir a polenta y arroz”, dijo el arzobispo.
Animó a no conformarse y a soñar “con más y mejor trabajo para todos y todas, porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo a su pueblo”.
Como cada 7 de agosto, el arzobispo porteño pidió a San Cayetano por el trabajo. “Pero vamos por más: te pedimos mejor trabajo, mejor pan, te pedimos más salud, paz para nuestro pueblo. Y lo hacemos con mucha fe, a pesar de la exclusión, de la inflación, del desencanto y de los sueños rotos”.
García Cuerva dedicó parte de su homilía a los “grandes laburantes no siempre reconocidos ni valorados” y pidió por un “trabajo digno, bien remunerado para ellos”. Se refirió, en especial, a quienes juntan cartones para el reciclado muchas horas al día y que con mucho esfuerzo los suben a sus carros, los venden y así llevan el pan a sus mesas”. Llamó también a pensar en todos aquellos que viven en situación de precariedad con “trabajo mal pago, en negro o trabajo esclavo”, que los “aleja de familiares y amigos”
Trabajo con dignidad
“Le pedimos a San Cayetano un trabajo digno bien remunerado. Le pedimos paz para nuestro pueblo atravesado por la violencia de la inseguridad social y económica; la inseguridad de no tener un futuro alentador ni esperanzas para los hijos y nietos. Le pedimos políticas públicas que reconozcan el esfuerzo y la actividad de tantos hermanos que se desloman todos los días”, expresó.
En el cierre, García Cuerva citó al papa Francisco y dijo que “en una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable. no es solo un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo y, en definitiva, para vivir como pueblo.
En los alrededores del santuario, el clima estaba teñido por una mezcla de celebración y angustia. Muchas personas, abrigadas para enfrentar una mañana de sol pero bastante fría, tomaban mate mientras esperaban la homilía. Y familias en situación de calle pedían ayuda a los fieles.
Marta, de 78 años, llegó al santuario desde Ituzaingó y comentó a la nacion: “Vine a agradecer el trabajo y la salud, como lo hago todos los años, pero este año también quiero que cambie y mejore el pueblo argentino, porque ya es insostenible. En mi barrio hay familias que comen una vez al día. Y no porque yo tenga un plato de comida me olvido del otro. Espero que el nuevo gobernante piense en la gente”. Y agregó que aún no sabe a quién votará en las próximas elecciones, pero estaba segura de que no sería a “los que están ahora”.
Por su parte, Sebastián, de 39 años y vecino de Grand Bourg, sumó: “Vine a pedir por laburo y pan. Hago changas y ahora no estoy trabajando. También quiero que mejore el país”. no está seguro de a quién votar, pero probablemente se decida por la izquierda.
En cambio, Roque Jiménez, de 67 años, sabe que votaría por Juntos por el Cambio y por Horacio Rodríguez Larreta. “Soy de Moreno. Gracias a Dios, hoy trabajo como albañil y me alcanza. Vine a agradecer”.
Mientras representantes de movimientos populares se apostaron en la esquina de Rivadavia y Cuzco, el conflicto jujeño también se hizo presente. Agrupaciones indígenas pedían por la nulidad de la reforma constitucional impulsada por el gobernador Gerardo Morales.
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El arzobispo que refuerza la impronta social de la Iglesia
Mariano de Vedia
Con expresiones sencillas (“no hay bolsillo que aguante”) y metáforas extraídas de la dura realidad argentina, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, compartió su primer mensaje de contenido social en el santuario de San Cayetano, de Liniers. Sin inmiscuirse en la contienda política, en la semana previa a las elecciones, expuso los problemas de la inflación, de la pobreza y del trabajo en negro. Una trilogía de incierto futuro que enfrentan las familias.
En sintonía con lo señalado el día anterior por el obispo de San Isidro y presidente del Episcopado, Oscar Ojea, el arzobispo que hoy transita las parroquias y las calles que hace más de 10 años recorría el cardenal Jorge Bergoglio transmitió lo que asoma como una preocupación central de la Iglesia: las desigualdades surgidas a la sombra de la economía popular. En medio de la crisis, miles de personas trabajan tanto como los que están en blanco, sin acceso a los derechos y beneficios clásicos del empleo convencional. Un debate instalado como preludio de una reforma laboral.
En ese contexto, García Cuerva advirtió sobre la necesidad de que existan “políticas públicas que reconozcan el esfuerzo y la actividad de tantos hermanos que se desloman todos los días”.
La mirada de la Iglesia apunta, así, a buscar formas creativas que atiendan la nueva realidad trazada por una crisis que en los últimos veinte años llegó para quedarse.
“Lo que te llevás al bolsillo se lo come la maldita inflación”, fue una de las imágenes que eligió el arzobispo porteño para reflejar los padecimientos de vastos sectores sociales, que también sufren “la violencia de la inseguridad social y económica”.
Minutos antes de celebrar la misa en el santuario de San Cayetano, frente a la barrera de la estación Liniers, el arzobispo bendijo las herramientas de trabajo de integrantes de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Lo acompañó el vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, el obispo auxiliar Gustavo Carrara.
Trabajo y dignidad
El arzobispo pidió “un trabajo digno bien remunerado para todos y llamó a no resignarse “a que nuestros chicos y familias más pobres vivan a polenta, fideos y arroz”.
Con una experiencia recorrida en villas y barrios populares, el arzobispo porteño hizo propia la preocupación de muchas familias por no tener un “futuro alentador, ni esperanzas para los hijos y nietos” y alertó sobre el índice de desempleo, que si bien en el primer trimestre de este año fue del 6,9%, no registra las condiciones de precarización que conviven en el mercado laboral. A partir de los mensajes de distintos obispos, la Iglesia insiste en que el valor del trabajo va más allá de lo económico y se entronca con la dignidad.
García Cuerva denunció el desigual combate con la inflación, al señalar que, aunque muchos tienen trabajo, no es suficiente. “Los alimentos, como todo, aumentan, y como decía mi abuelo ‘no hay bolsillo que alcance’”, dijo.
Las secuelas de la pandemia están entre sus preocupaciones. Por eso una de sus primeras acciones al llegar a la arquidiócesis fue celebrar una misa en el cementerio de la Chacarita por los 16.000 muertos que produjo el Covid-19 en la ciudad de Buenos Aires. Las condiciones del acceso a la salud, especialmente en las zonas más vulnerables, figuran entre sus preocupaciones. En su primer mes como arzobispo de Buenos Aires, visitó el Hospital Muñiz, donde conversó con enfermos, médicos y voluntarios.
El arzobispo que sucedió al cardenal Mario Poli también recorrió en las últimas semanas la estación ferroviaria de Once, escenario de la recordada tragedia emparentada con la corrupción y que costó la vida de 52 personas. A ello sumó su presencia en los santuarios de Pompeya y de San Expedito, de fuerte devoción popular en la ciudad, visitó parroquias y monasterios, realizó un encuentro con los jóvenes y se reunió con otras confesiones religiosas.
Gestos y expresiones que identifican su línea pastoral con la del papa Francisco, a quien conoció en 2014 en Roma, cuando ya era papa, y a quien probablemente reciba el año próximo, si se concreta el deseo del pontífice de viajar a su país natal.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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