martes, 23 de enero de 2024

REFORMA Y REFLEXIÓN


El presidente, después de 1994
Juan Vicente Sola Profesor emérito de la UBA; académico de Ciencias Morales y
Políticas
La reforma constitucional de 1994 nos enfrenta a paradojas. De la buscada “atenuación del presidencialismo” de aquella época, se encuentra un presidencialismo reforzado; y del aparentemente buscado aumento de competencias del Congreso, nos encontramos con una delegación de su capacidad de legislar.
Con la creación de un régimen hipotéticamente semipresidencial, se agregaron a las funciones presidenciales las provenientes de un primer ministro parlamentario. La “atenuación” buscada atenuó la estricta división de poderes de la Constitución del 1853/60 y se la acercó a la confusión de poderes del parlamentarismo.
Incluso, en la jerga periodística se utiliza incorrectamente desde tiempo inmemorial la expresión Parlamento –cronistas parlamentarios, etc.–, en lugar de la correcta: Congreso. Se estableció una característica del parlamentarismo, donde los legisladores delegan la legislación general en el gobierno y se concentran en las normas presupuestarias y en el control político.
Vemos en nuestra Constitución normas sobre decretos legislativos, llamados de “necesidad y urgencia”, con comisiones bicamerales permanentes para su rápida aprobación y delegaciones legislativas amplias en un Poder Ejecutivo unitario. Es decir, no las delegaciones legislativas por agencia propias de la división de poderes.
En el sistema parlamentario el gobierno encabezado por el primer ministro es responsable ante el Parlamento, y “el gobierno determina y conduce la política de la nación. Él dispone de la administración y de la fuerza armada”, dice la Constitución francesa. En ella, el presidente es un poder moderador o neutro: “El presidente de la República vela por el cumplimiento de la Constitución. Garantiza, a través de su arbitraje, el funciomentarias. namiento regular de los poderes públicos, así como la continuidad del Estado”.
Esta doctrina del jefe de Estado como poder moderador o neutro frente a las facciones políticas del Parlamento tiene su origen en ideas expuestas por Benjamin Constant en 1814. Después de la reforma de 1994, la definición de las funciones del presidente de la Nación toma elementos del presidencialismo tradicional y también del parlamentarismo: es el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país. Unifica las funciones de un jefe de Estado y de gobierno y jefe político de la administración.
Más adelante, la Constitución reformada en 1994 admite los decretos legislativos, indicando el procedimiento para su conocimiento por el Congreso con la presentación por el jefe de Gabinete y el tratamiento por una comisión bicameral permanente. En la práctica posterior este procedimiento fue obviado y la legislación general se realizó directamente a través de decretos. En cuanto a la delegación legislativa, el lenguaje es también equívoco. Se prohíbe, pero se permite: se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia pública.
En suma, es además árbitro y moderador de las pasiones parlaNo es necesario ocuparse de las numerosas controversias y distinciones de derecho luego de la reforma de 1994 para llegar a la comprobación simple de que desde hace ya décadas existe una práctica constante sustentada por una firme convicción jurídica para la vigencia de los decretos de contenido legislativo, con más de mil decretos dictados en su inmensa mayoría sin la aprobación y, sí, con la aquiescencia del Congreso.
La elección directa del presidente y su consolidación mayoritaria en función de la segunda vuelta le conceden una legitimidad democrática superior a la del sistema indirecto tradicional, aunque se consiguiera una mayoría amplia en las juntas electorales del pasado. Recordemos el caso de Arturo Illia, considerado un presidente “minoritario” aunque había obtenido por acuerdos interpartidarios o por decisiones espontáneas una mayoría amplia en el Colegio Electoral.
El nuevo sistema electoral consolida el liderazgo presidencial al mismo tiempo que introduce la posibilidad de una reelección, y siguiendo su ejemplo la gran mayoría de las provincias la han adoptado, quebrando así la única verdadera limitación al poder político.
Lo inesperado de la reforma es que quienes la apoyaron pensaban, como los peronistas, en el fortalecimiento de su facción política, por las características de partido mayoritario y la tradicional hegemonía ejercida en el Senado, a tal punto que entre 1946 y 1955, en los dos primeros gobiernos de Juan Perón, no hubo un solo senador por la oposición. Ahora, con el amplio cambio registrado recientemente buscan una lectura estricta de algunos textos constitucionales y diferente de la propugnada y aceptada en las últimas décadas.

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Una mirada borgeana a la realidad
Santiago De Luca

Si tener una mirada borgeana es mirar de forma lateral, microscópica, no quedarse en aquello que se nos ofrece en el centro, sino en el detalle, podemos ejercer el anacronismo deliberado y observar los sucesos de este mundo –reales e imaginarios– desde sus textos. Esta miopía fértil permite el acto delicado y civilizado de detenerse en el decorado de nuestro destino.
Podemos recordar el cuento, aunque solo su personaje usa con precisión este verbo, Funes el memorioso, que nos permite resistir a la inteligencia artificial de estos días. Cuando disentimos con estos chats, que seguramente suponen un gran avance en varios campos, comprendemos por qué Funes, que no conocía el olvido del más nimio detalle, era incapaz de pensar. Borges, que fue un escritor preinternético, profetizó la red y sus funcionamientos. A pesar del acceso que tenía su conciencia a todos los datos de la realidad, su hiperrealismo insoportable, ese chat que nos dice las cosas más inverosímiles, le faltaba aquello que pedía Borges a un maestro: una forma de estar en el mundo. ¿Aprenderá con el tiempo la inteligencia artificial a olvidar para estilizar su memoria y afinar el pensamiento? Más que citar a Borges como un acto mecánico o como lo haría Funes, el desafío está en internalizarlo, en hacerlo parte de nuestro metabolismo para que, sin que lo sepamos, forme parte de nuestra percepción: forzar el ojo a la miopía que acerca la palabra al ojo y capta el detalle que nos sustrae el montaje de la realidad. Fue Chesterton –otro escritor borgeano sin saberlo, porque nació antes que su precursor– quien dijo que la realidad produce cosas que no se parecen a nada. Tal vez por esto, los escritores de ficciones como Borges son los realistas más exquisitos.
En la velocidad y en la inundación de signos superpuestos a la que estamos expuestos, hay que acercarse a este universo de una manera agónica. Cuando nuestro barco está por naufragar quedan dos opciones: escuchar a Beethoven o volver a Borges. Entonces descubrimos que no estamos tan solos, que no todo es fealdad e imperfección. Incluso si estamos en la época de la posliteratura –donde supuestamente la literatura ya no tiene una función formativa–. En los ritmos diversos y en la infinitud de rumores y de pasos hay unos pocos que están concebidos para nuestra afinidad. Hay que poner el oído contra la tierra y hacer como el mago Mogreb, en un esfuerzo casi titánico descartar y olvidar todos los ruidos que nos alejan de aquello íntimo que nos espera. Tal vez desarrollar ese arte sea una de las aristas del “sistema operativo” borgeano.
¿Cómo se escribe después de Borges? Él pedía que lo olvidáramos y nos dedicáramos a otros escritores. Una elegancia más de sus salidas orales, pero no ignoraba que había cambiado o dividido la literatura en diferentes tiempos. ¿Se ha dicho todo sobre sus escritos? Es probable que las generaciones de lectores hayan recorrido cada una de sus líneas con el fervor y la lealtad que él imaginaba que se tenía con los clásicos. Sin embargo, lo que sí sigue operando y no se detiene es lo que sus textos nos dicen sobre lo que está sucediendo y sobre lo que sucederá. A su vez, la re lectura deBorg es re con figura el pasado.Si lo interna liz amos en lugar de citarlo de manera mecánica, puede ser que se produzca una modalización de la percepción. Las “borgeanas” son momentos de epifanía que podemos tener sus lectores para ver aquello que estaba ahí, oblicuo e invisible a nuestros ojos abiertos.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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