martes, 24 de marzo de 2020

HEROÍNAS NUNCA OLVIDADAS


Heroínas silenciadas de la Segunda Guerra Mundial

Inés M. Weinberg
En 2020 se conmemoran 75 años de la rendición de la Alemania nazi ante los aliados, lo que puso fin, el 8 de mayo de 1945 (9 de mayo en Moscú), a la Segunda Guerra Mundial en Europa. La contienda concluyó en septiembre en el Pacífico Sur. Si las repercusiones de la guerra abrieron un sinfín de historias desconocidas de coraje y solidaridad, muy poco espacio tuvieron los relatos sobre valerosas mujeres que renunciaron a sus familias y a sus vidas para ser parte, por necesidad, de la historia. Sin la consolidación de la actual “revolución” feminista, que hoy ha entrado en la agenda pública y atraviesa a toda la sociedad, quizá hubieran seguido sepultadas. La intención no es reflexionar sobre las mujeres en guerra, sino rescatar el esfuerzo y los sacrificios a los que se vieron obligadas, para ser posteriormente ignoradas.
Entre quienes jugaron un rol protagónico y regresaron luego a las silenciosas páginas fuera de la historia están las aviadoras y combatientes soviéticas y las voluntarias británicas o francesas, o las militares norteamericanas, convocadas para cumplir tareas no solo en el frente de batalla o como auxiliares (enfermeras, cocineras, camilleras), sino que acometieron la utopía de construir de la paz futura. Muchísimas de ellas no vivieron para verlo. Y pasaron décadas para que las sobrevivientes entraran en la historia.
Son escasos los libros que reconocen estos testimonios. Dos de ellos, que comparten su título, recuerdan las hazañas de las temerarias aviadoras soviéticas durante la Segunda Guerra: Brujas nocturnas, escrito por Bruce Myles a fines de los años 40, y Brujas de la noche. En defensa de la madre Rusia, de Lyuba Vinogradova, publicado en 2016. La escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich reflexionaba en 1983: “La guerra femenina tiene sus propias palabras. No hay héroes ni hazañas increíbles, solo seres humanos involucrados en una tarea inhumana” (La guerra no tiene rostro de mujer).
Según Myles y Vinogradova, cerca de un millón de mujeres se sumaron a las filas del Ejército Rojo en todos los puestos (tanquistas, francotiradoras, radiotelegrafistas, mecánicas) y por su temeridad las aviadoras ocuparon un lugar de privilegio. El nombre de “brujas nocturnas” es atribuido a los nazis. Cuando se acercaban a sus objetivos, apagaban los motores, planeaban en silencio y atacaban. Jóvenes de apenas 20 años, en aviones vulnerables, enfrentaron el poderoso armamento nazi en condiciones durísimas y con bajas cuantiosas.

Cuando la guerra terminó muy pocas se quedaron en el Ejército o la aviación. Muchas volvieron a sus profesiones o a sus familias (las que aún tenían): “la patria” las había convocado, pero “tenían que dejar el trabajo de hombres a los hombres”. Habían participado en casi 24.000 vuelos cargando y descargando de sus aviones miles de kilos de bombas, según se revela en ambos libros.
La Segunda Guerra Mundial inspiró la lucha de las mujeres por el cambio social y la igualdad aunque, como señala Dora Barrancos en El atlas de la revolución de las mujeres, el feminismo vivió un relativo estancamiento durante ese período y aun en los años posteriores. El estancamiento mencionado por la doctora Barrancos se advierte en la Gran Bretaña de aquel período. Antes del conflicto bélico, en su mayoría, las mujeres eran amas de casa y, si trabajaban fuera del hogar, lo hacían como empleadas, secretarias o maestras. Pero cuando los hombres fueron llamados al frente de batalla, las mujeres tuvieron que convertirse en la fuerza de trabajo civil y militar.
Con la urgencia de aquellas horas se capacitaron rápidamente, aprendiendo competencias hasta entonces no exploradas. Más de 350.000 mujeres sirvieron en el Ejército estadounidense cuando su país entró en la conflagración. Tanto las aviadoras soviéticas, hoy heroínas de Rusia, como las británicas y las norteamericanas sufrieron –aun en ese período lleno de peligros– acoso sexual y condiciones laborales precarias, y ganaban incluso mucho menos que los hombres. Cuando la guerra terminó, muchas permanecieron firmes en el territorio conquistado. Habían ganado confianza para luchar por la igualdad de condiciones.

Con el final de la guerra, el gobierno británico alentó a que las mujeres retomaran su lugar doméstico. De los siete millones que en 1943 constituían la fuerza laboral, para 1951 las cifras bajaron al nivel previo al conflicto. En los años 60, con una mayor conciencia sobre la igualdad de género y el resurgimiento de grupos feministas, hubo un movimiento más impetuoso influenciado por el contexto internacional, según Dora Barrancos. Aparecieron dos libros esenciales en la historia del feminismo: El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, y La mística de la feminidad, de Betty Friedan. En la gran historia de la Segunda Guerra Mundial no abundan los testimonios sobre los malabarismos que las mujeres hicieron entre sus hogares y sus trabajos. 
Solo en el Reino Unido, casi dos millones trabajaron en la industria química y pesada y 3,2 millones de mujeres fueron destinadas a operaciones especiales.
Partiendo de la base de que ningún presente puede narrarse aislado de una memoria completa, es razonable inferir que de no haber sido por aquellas mujeres que con su ejemplo jalonaron páginas silenciadas de la historia, tal vez hoy el movimiento feminista no habría irrumpido con tanta fuerza en la agenda pública. En 2020, a 75 años del final de la Segunda Guerra Mundial, sus historias fortalecen las reivindicaciones feministas del presente.
Más de 350.000 mujeres sirvieron en el Ejército estadounidense cuando su país entró en la conflagración; las aviadoras soviéticas son hoy heroínas en Rusia

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