Flechazo, de Luis Gusmán
El arte del ensayo y de la glosa permanente
N. T.
“La historia sucede en Dublín la víspera de Navidad. La reunión se celebra en la casa de unas tías”. Lo que se cuenta hace referencia a la trama y a los personajes de “Los muertos”, el relato maestro que cierra Dublineses, el libro del irlandés James Joyce, y va surgiendo sin que el autor declare, en ningún momento, el origen. El lector, que ya entrevió de dónde procede la historia, se pregunta –no sin admiración– cómo hace Luis Gusmán (Buenos Aires, 1944) para que se disparen nuevas vibraciones a partir de un material tan conocido que, además, se vio plasmado en imágenes en el film póstumo (Desde ahora y para siempre) del inolvidable John Huston.
Flechazo. Encuentros, desencuentros, despedidas es un descanso ensayístico (o algo más) en la obra narrativa de Gusmán (1944), un escritor clave de la literatura argentina desde su temprana aparición con el disruptivo El frasquito (1973) hasta El peletero (2007), pasando por Villa o La música de Frankie, entre otras novelas. El volumen se inicia con Julio Cortázar y concluye con Jorge Luis Borges, “deliberadamente”, según anota el autor. De la Rayuela de Cortázar extrae “el callejeo de Oliveira y la Maga por París” y el narrador Gusmán aporta acotaciones al texto del narrador Cortázar en un “cuerpo a cuerpo” nada fácil: “Y París se duplica en esos otros espejos que no se consumen en ceniza, como ese amor callejero entre los dos”.
Se suceden invocaciones a Chéjov, Nabokov, Flaubert, entre otros escritores. Un relato confronta encuentros y separaciones de la narradora con un sádico: la implacable e irónica novela de Matilde Sánchez Los daños materiales, en la que Gusmán “interpreta” (como el psicoanalista que es) que “el flechazo tiene algo de loco y de ciego, como cupido”. La premisa de que la escritura forma parte de la existencia avala además (arañando el gossip) una sección de “Versiones desencontradas” acerca de los roces de Joyce con Proust, porque “en este libro también hay encuentros con personajes reales”, cuya diferencia con los de ficción “a veces no es tan notable ni tan obvia”.
La colección es singular en su género. Citar, por ejemplo, la frase “eso que llaman flechazo es una verdad para todas las pasiones” suena a tautología incómoda, porque implica parafrasear a un autor que, a su vez, parafrasea a otros (más de cuarenta, si se lleva la cuenta). El autor de Hasta que te conocí lo hace en todo caso con una agudeza que redescubre recovecos insólitos en situaciones y personajes ajenos. Y el texto fluye con tal felicidad que se podría imaginar que Gusmán disfruta aun más del acto de escritura cuando glosa (es decir, ilumina) a los otros. Se podría decir entonces que Flechazo no es un libro, sino muchos libros.
Flechazo
Por Luis Gusmán
Emecé
240 páginas, $ 1590
“La historia sucede en Dublín la víspera de Navidad. La reunión se celebra en la casa de unas tías”. Lo que se cuenta hace referencia a la trama y a los personajes de “Los muertos”, el relato maestro que cierra Dublineses, el libro del irlandés James Joyce, y va surgiendo sin que el autor declare, en ningún momento, el origen. El lector, que ya entrevió de dónde procede la historia, se pregunta –no sin admiración– cómo hace Luis Gusmán (Buenos Aires, 1944) para que se disparen nuevas vibraciones a partir de un material tan conocido que, además, se vio plasmado en imágenes en el film póstumo (Desde ahora y para siempre) del inolvidable John Huston.
Flechazo. Encuentros, desencuentros, despedidas es un descanso ensayístico (o algo más) en la obra narrativa de Gusmán (1944), un escritor clave de la literatura argentina desde su temprana aparición con el disruptivo El frasquito (1973) hasta El peletero (2007), pasando por Villa o La música de Frankie, entre otras novelas. El volumen se inicia con Julio Cortázar y concluye con Jorge Luis Borges, “deliberadamente”, según anota el autor. De la Rayuela de Cortázar extrae “el callejeo de Oliveira y la Maga por París” y el narrador Gusmán aporta acotaciones al texto del narrador Cortázar en un “cuerpo a cuerpo” nada fácil: “Y París se duplica en esos otros espejos que no se consumen en ceniza, como ese amor callejero entre los dos”.
Se suceden invocaciones a Chéjov, Nabokov, Flaubert, entre otros escritores. Un relato confronta encuentros y separaciones de la narradora con un sádico: la implacable e irónica novela de Matilde Sánchez Los daños materiales, en la que Gusmán “interpreta” (como el psicoanalista que es) que “el flechazo tiene algo de loco y de ciego, como cupido”. La premisa de que la escritura forma parte de la existencia avala además (arañando el gossip) una sección de “Versiones desencontradas” acerca de los roces de Joyce con Proust, porque “en este libro también hay encuentros con personajes reales”, cuya diferencia con los de ficción “a veces no es tan notable ni tan obvia”.
La colección es singular en su género. Citar, por ejemplo, la frase “eso que llaman flechazo es una verdad para todas las pasiones” suena a tautología incómoda, porque implica parafrasear a un autor que, a su vez, parafrasea a otros (más de cuarenta, si se lleva la cuenta). El autor de Hasta que te conocí lo hace en todo caso con una agudeza que redescubre recovecos insólitos en situaciones y personajes ajenos. Y el texto fluye con tal felicidad que se podría imaginar que Gusmán disfruta aun más del acto de escritura cuando glosa (es decir, ilumina) a los otros. Se podría decir entonces que Flechazo no es un libro, sino muchos libros.
Flechazo
Por Luis Gusmán
Emecé
240 páginas, $ 1590
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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