miércoles, 21 de septiembre de 2016

LA OPINIÓN DE RICARDO DE LELLIS


El dilema entre derrame y distribución
El país debe hallar su propio sendero de desarrollo sostenible
Ricardo De Lellis



Con un atraso de varias décadas regresó la discusión acerca de la teoría del derrame versus el distribucionismo estatal. Una polarización propia de un mundo bipolar hoy inexistente y, por eso, ambas visiones han perdido vigencia a la luz de que se las entiende como categorías del siglo pasado. Economías cerradas que posibilitan un distribucionismo cortoplacista terminan instalando un sistema asistencialista que congela la pobreza estructural. Es verdad que la invocación del círculo virtuoso de derrame por acumulación de capital fue muchas veces funcional a la concentración económica sobre todo en los países centrales. Pero también hay otra realidad incontrastable marcada por una experiencia de derrame exitoso y es lo que ha sucedido en muchos países asiáticos, como China, la India, Corea del Sur e Indonesia. El salto de esos países se basa en dos pilares fundamentales que permitieron poner en marcha procesos de acumulación y de crecimiento: 1) definieron sus objetivos nacionales en función de sus capacidades de competencia internacional, y 2) comprendieron que la incorporación de tecnología al proceso productivo y educativo era una decisión estratégica para insertarse en un mundo cada vez más interconectado e interdependiente.
Se sabe que la Argentina es un país con comportamiento ecléctico y ciclos de altibajos que se repiten en períodos de diez años. Entonces, las necesidades de gobernabilidad y la agenda de coyuntura terminan definiendo las decisiones políticas. Para que el país encuentre un sendero de desarrollo sostenible debe encontrar su lugar en el mundo donde apalancar ese proceso. Y para ello es importante definir qué queremos ser como nación y qué ofrecemos como valor agregado para conseguir asociaciones complementarias de beneficio mutuo. Acordar, por ejemplo, en qué materias primas, áreas productivas o de servicios se pondrá el esfuerzo público y privado para impulsar al país a partir de sus ventajas competitivas; cómo preparar la educación en sus distintos niveles y su inclusión laboral; qué sistema impositivo debe diseñarse para alentar a esos sectores y atraer inversiones; cómo garantizar reglas de juego estables con instituciones republicanas creíbles y transparentes. Hay indicios de que el actual gobierno quiere avanzar en esta dirección, y de ser así es oportuno que haga una amplia convocatoria y un sincero debate que nos lleve a tener un país con un futuro mejor.
En síntesis, tener un proyecto de país no debe quedar en un eslogan o anuncio político carente de contenido. Se trata de acordar un conjunto de objetivos comunes institucionales, políticos, económicos y sociales a sostener en el tiempo, para que la Argentina sea incorporada desde su identidad a los beneficios de un capitalismo global en un marco de obligadas asociaciones. De lo contrario seguiremos viviendo de coyuntura en coyuntura.
El autor es CEO de KPMG Argentina

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