sábado, 24 de septiembre de 2016

ARQUITECTURA Y ARTE; UN RECORRIDO POR LA AV. CÓRDOBA


Detalles arquitectónicos: las valiosas obras de avenida Córdoba

Afuera, techos franceses y cerámicas inglesas y belgas. Escudos. Mármoles. Y adentro, vigas de hierro y tanques para más de 72 millones de litros agua potable. Todo a lo grande, exuberante.
Desde que inauguraron el Palacio de Aguas Corrientes, en 1894, sobre la actual avenida Córdoba al 1900, la zona creció, se superpobló, decayó, cambió. Y el uso de ese edificio, también.
Pero igual siempre cazó, caza miradas. ¿Quién querría resistirse a un depósito que apabulla con lujo y belleza poco convencional, “un palacio fingido, un lago escondido”, como lo definió un el escritor español Vicente Blasco Ibáñez cuando visitó Buenos Aires para el Centenario de la Revolución de Mayo?
Sin embargo, hay otras obras –o, reformas mediante, rastros de ellas – que vale la pena ver por ahí, en el tramo de Córdoba entre Riobamba y Paso.

Son obras valiosas y modestas, más, en comparación con aquel gigante. Algunas fueron hechas por arquitectos que hicieron historia. El italiano Virginio Colombo, referente del Art Nouveau y las formas combinadas del modernismo. O el húngaro José Kalnay, figura del Art Decó y el racionalismo. Otras, en cambio, resultan curiosas. Y las hay simplemente lindas.
La Asociación Art Nouveau de Buenos Aires (AANBA), cuya labor acaba de ser declarada de interés cultural por la Legislatura porteña, ofrece un mapa con algunos de ésos y otros datos, que se pueden usar como instrucciones para empezar a andar.
Igual, el camino no es fácil. Los detalles suelen ser los imanes de los trabajos allí mencionados. Y en medio del bullicio de la avenida, habrá que estar atento para encontrarlos.
No importa. Explore igual. Hay mascarones misteriosos, breves hileras de triángulos que envuelven ramos de flores “dibujados” con hierro y balcones curvos, como una sonrisa.
Explore porque así, entre el Palacio y esas joyitas dispersas, este tramo de Córdoba podrá ofrecer un paisaje alternativo a la típica combinación de vértigo y monumentalidad del Centro porteño. Un paisaje de cuento. Un paisaje para armar.
Posible recorrido:
1) Depósito de lujo. El Palacio de Aguas Corrientes fue hecho entre 1887-94 para proveer de agua potable a los porteños, tras devastadoras epidemias. Lo diseñó el ingeniero inglés John Bateman y se hizo bajo la lupa de su par sueco Carlos Nyströmer y del arquitecto noruego Olof Boye. El edificio combina influencias europeas. Algunos expertos destacan las del Segundo Imperio francés. Otros, el cuadro de fantasía victoriana de las fachadas. Aunque trajeron hasta hierros de Bélgica y los techos de Francia, los muros externos, hiperdecorados, son los protagonistas. Celebridades. Sólo en ellos, que estuvieron a cargo de Juan B. Médici, usaron 130 mil ladrillos esmaltados y 300 mil piezas de cerámica importadas de Inglaterra y Bélgica. Además, incorporaron mármoles y terracotas, también inglesas. Lo decoran desde escudos hasta cuadritos con flores.

El interior fue diseñado con paredes de hasta 1,80 metro de espesor y 180 columnas para contener 12 tanques y acá sí usaron ladrillos de San Isidro, locales. Hoy funcionan oficinas de Aysa y el Museo del Agua y la Historia Sanitaria. En Córdoba 1950. Las fachadas parecen inabarcables y lo son. Pero siempre se descubre algo. No cansan.
2) En tren de detalles. El mascarón no sólo atrae e intriga (¿da pistas de alguna emoción o habrá que resignarse y considerarlo impasible?). Con las guirnaldas de hojas, forma “tímidos detalles modernistas”, dicen en AANBA, en este edificio que se atribuye al holandés John J. Doyer, quien llegó al país a fin del siglo XIX para trabajar en estaciones y talleres del ex ferrocarril del Oeste. Al 2011 de la avenida.


3) Rectas y curvas. Mejor desplazar el azul intenso de la pared -no cuesta tanto- y concentrarse en las formas. Y en la herrería, las rectas, esencia del Art Decó, y las curvas, que forman las guirnaldas y ramos de flores típicos del Art Nouevau -junto a otros motivos inspirados en la naturaleza-, conviven sin tensión. Nadie pensaría que esas hojitas quedaron encerradas en los triángulos que componen las rejas, ¿no?
Este edificio residencial fue creado por el arquitecto húngaro Jorge Kálnay (Budapest, 1894- Buenos Aires, 1957), referente del Art Decó local y del racionalismo, y autor además del Luna Park (1932). Lo hizo cerca de 1930, unos nueve años después de que abriera un estudio junto a su hermano Andrés, con quien realizó otras obras notables, entre ellas, la ex sede del diario Crítica, en Avenida de Mayo 1333. Jorge se especializaba en la estructura y Andrés se ocupaba más de la ornamentación, en la que suelen aparecer influencias de la cultura azteca y de otros pueblos indígenas americanos, tal como se ve en la construcción de aquel periódico.
Expertos dicen que la sobriedad de la obra de Kalnay, tan ligada a la geometrización extrema de sus diseños, está en este edificio de Córdoba 2015. Está ahí desde antes que la pintura azul y otros cambios.



4) Clásico y moderno. Que los arcos y las columnas decorados con plantas lo distraigan sólo un rato. Como si fueran la foto del balcón de una villa italiana. Porque acá la clave está en la herrería, dicen en la Asociación Art Nouveau de Buenos Aires (AANBA). “Esos son los detalles modernistas más elaborados del edificio”, explican. Pese a la dureza del material, parecen sinuosos, flexibles, vitales, inspirados en la naturaleza, como sucede con el Art Nouveau típico. En el frente se lee que lo construyó el arquitecto L. Mentasti pero no hay certeza del año. “Tiene cúpula cuadrada con aguja pararrayos pero la puerta de acceso original se perdió ”, agregan en AANBA. En Córdoba 2462.



5) Huellas Nouveau. Nadie lo diría al verlo a simple vista. Básicamente, por lo despojado del frente. Pero este edificio es del italiano Virginio Colombo (Milán 1885- Buenos Aires, 1927), figura clave del Art Nouveau local. Investigadores señalan que tuvo una cúpula más importante y querubines, ya perdidos. Pero conserva la gracia de las curvas y formas de nautilus (moluscos) que Colombo solía utilizar en la herrería. Además de viviendas, albergaba una farmacia, “La Antigua” para algunas fuentes, “Capitolio” para otras. Justo en la esquina de Córdoba y Paso


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