La herramienta más poderosa del mundo
Hace unos años, en un taller de Silicon Valley, tuve la oportunidad de usar una de las herramientas más poderosas que existen: una cortadora de plasma. Esta máquina emite a altísima velocidad un jet de gas a una temperatura superior a los 50.000°C, que corta una plancha gruesa de metal como un cuchillo caliente atraviesa un pan de manteca. La sensación que me generó tener algo tan poderoso en mis manos es difícil de describir.
Imaginemos ahora que un amigo te regala una máquina así para tu cumpleaños. ¿Qué harías? Puede permitirte hacer cosas asombrosas, pero un mal uso podría ocasionar grandes daños a tus objetos o incluso causar heridas serias. Seguramente ni la sacarías de la caja hasta entender muy bien cómo utilizarla correctamente. Si luego tu hijo de 3 años te pide usarla, difícilmente aceptarías o al menos tendrías una supervisión muy cercana del uso que realiza. Todo lo que escribí hasta aquí es obvio, ¿no?
Hace unas semanas salí a almorzar con mi esposa e hijos para el Día del Padre. En otra mesa había una pareja joven con dos chicos que tendrían uno y tres años. Los padres conversaban tranquilamente sin interrupciones de los niños, cada uno "mantenido a raya" por su respectiva pantalla. Cuando hace 18 años yo estaba en la misma situación, salir a comer con un chico de un año era mucho más estresante. La comida comenzaba con un: "Nico, este es un lugar de grandes. Acá no se puede gritar ni correr. Hay que estar tranquilo". A veces generábamos miradas incómodas desde las otras mesas si nuestro hijo hacía ruido, otras directamente teníamos que abreviar la cena, pero la mayoría de las veces salía bien: podíamos terminar de comer sin molestar demasiado, aunque sin la menor chance de una conversación tranquila entre adultos. En esa inicial definición de reglas, de todos modos, se jugaban aprendizajes fundamentales para nuestro hijo: que ciertas conductas son adecuadas en algunos contextos pero no en otros; que a veces hay que aprender a refrenar los impulsos; que en ocasiones hay que aburrirse un rato sin hacer demasiado escándalo. La comida con las pantallas es mucho más agradable para los padres, pero renuncia de antemano a todas esas enseñanzas. El impacto de este cambio se verá con el tiempo.
El punto es que vos, tus chicos y casi toda persona que te rodea, lleva cotidianamente una herramienta mucho más poderosa que aquella cortadora, quizá la más poderosa jamás inventada, sin tomar el menor recaudo. Tal vez sea por su liviandad o su tamaño, ya que pesa menos de 200 gramos, entra en cualquier bolsillo y a simple vista no parece demasiado peligrosa. Me refiero, por supuesto, a nuestros teléfonos celulares.
Quizás el hecho de que los potenciales daños que genera su mal uso son mucho más sutiles que romper algún objeto equivocado u ocasionarnos una herida sangrante nos genera una falsa sensación de confianza. Pero todo instrumento puede ser bien o mal usado y sería absurdo pensar que un mal uso de algo tan poderoso no conlleve potenciales consecuencias serias. Pese a eso, a diferencia de la cortadora de plasma, usamos nuestros dispositivos con liviandad y desconocimiento, y habilitamos el uso a nuestros chicos sin considerar demasiado las consecuencias.
Desde que en marzo hice mi columna sobre la adicción a los celulares quedé cautivado por este tema: cómo usar bien las herramientas digitales para que la tecnología haga nuestra vida y la de nuestros hijos más fácil en vez de complicarla. Es un tema que me inquieta tanto que, después de mi experiencia con Pasaje al futuro, estoy evaluando volver a escribir un libro. Veremos si me atrevo.
S. B.
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