martes, 28 de mayo de 2019

EDITORIAL,


Propuestas innovadoras frente al tabaquismo
Con más de 700 mil firmas, organizaciones de la sociedad civil marcan caminos para reducir la primera causa evitable de muerte
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El 31 de mayo de 2012, Día Mundial sin Tabaco, el entonces secretario general de las Naciones Unidas (ONU) Ban Ki-moon reconocía: "El tabaco y la pobreza forman un círculo vicioso, pues son los pobres quienes más fuman y sobrellevan la carga económica y sanitaria del consumo de tabaco". Efectivamente, es así para la mayor parte de los más de mil millones de fumadores.
Para protegernos de "la epidemia del tabaquismo", la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó, en 2003, un Convenio Marco para el Control del Tabaco, el único tratado internacional en salud. Fue este uno de los más respaldados en la historia de la ONU: 181 países lo pusieron en vigencia, entre ellos los tres principales productores de tabaco, China, Brasil y la India. Disminuyeron gracias a él los fumadores y la OMS proyecta reducirlos en un 30% más hacia 2025. No obstante, aún mueren 7 millones de fumadores por año -más de 44.000 en la Argentina- de los cuales 900 mil son fumadores pasivos, entre ellos niños.
Aunque cueste creerlo, nuestro país sigue sin ratificar dicho convenio. Senadores de provincias productoras de tabaco dicen defender una fuente de trabajo, a pesar de que este cultivo no crea tantos empleos como afirma esta industria. También alegan defender una economía regional, a pesar de que hay alternativas de cultivos más beneficiosos. El Banco Mundial indicó: "Eliminando el tabaquismo, no solo no habrá pérdidas económicas, sino que muchos tendrán ganancias". Así lo demostró Uruguay, al fijar un alto impuesto al tabaco que redujo el número de fumadores y el gasto en salud, incrementando el ingreso fiscal de 84 a 318 millones de dólares.
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Está comprobado que el primer factor de riesgo en cáncer es el tabaco. "Cáncer Con Ciencia", proyecto de la Fundación Sales que sostiene investigaciones en cáncer, convocó a organizaciones de la sociedad civil que atienden las consecuencias del tabaquismo para instar al Congreso a poner en vigencia el convenio de la OMS. Adhirieron a la campaña la Asociación Médica Argentina, la Asociación Argentina de Tabacología, el Cemic, la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica y otras instituciones que auspiciaron la páginawww.juntoscontraeltabaco.com, en la que ya se recibieron más de 700 mil apoyos.
Atendiendo a la recomendación de la OMS, que pide implementar sustitutos al cultivo del tabaco para sostener las economías involucradas, el secretario de Ciencia, Lino Barañao, sugirió a la Fundación Sales acercarse a la Fundación Sustentarte. Su presidenta, María Emilia Caro, es embajadora mundial del bambú para la Argentina, de la World Bamboo Organization, entidad internacional creada en 1991 para promover el cultivo del bambú a través de embajadores en distintos países. Importante antecedente es el de Kenia, que implementó el proyecto Tobacco To Bamboo (Del Tabaco al Bambú) y demostró los beneficios de un cultivo sobre el otro.
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 La producción de tabaco era una de las principales causas de la pobreza rural, mala salud y degradación ambiental del país africano. Gracias al mencionado proyecto, en pocos años, el 73,8% de los agricultores pasaron del tabaco al bambú, con mayores beneficios económicos y sin riesgos ambientales ni sanitarios asociados. El bambú es una gramínea con 1642 especies conocidas. Es la planta de más rápido crecimiento en el mundo: se eleva casi un metro por día hasta alcanzar, en ciertas especies, los 35 metros con un diámetro de 30 centímetros. Los brotes jóvenes son muy ricos en vitaminas, minerales y aminoácidos. De naturaleza similar a la madera, sirve también para construir viviendas, edificios y andamios con una resistencia superior a la del acero. Se cosecha en la mitad del tiempo que maduran las maderas más blandas y sirve para fabricar cañerías, materiales resistentes para vagones de trenes, durmientes de ferrocarril, vigas, tapas de alcantarillas y hasta cubiertas de cruceros. Con nuevas tecnologías se logró incluso producir papel, telas y muebles.
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La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) indica que el bambú se cultiva actualmente en más de 30 millones de hectáreas. China concentra un quinto del total mundial. Con más de 6 millones de hectáreas de bosques, alimenta una industria cuyo valor se multiplicó por 500 desde 1981 y que en los próximos años empleará a 10 millones de chinos. Aun así, el gigante asiático necesita importar más bambú para abastecer su demanda para la producción anual de 40 mil millones de palillos para comida, escarbadientes, fósforos, palillos de incienso, cepillos de dientes, esterillas y canastas, entre otras cosas. Firmas chinas concentran el 90% del mercado internacional de exportación de pisos de bambú laminado.
En la Argentina contamos con más de 20 especies nativas de bambú, con posibilidad de abastecer no solo al mercado interno. Por ello, las fundaciones Sales y Sustentarte coordinan acciones con las secretarías de Ciencia, Salud, Medio Ambiente y Agroindustria. La diputada Cornelia Schmidt Liermann (Pro), que preside la Comisión de Relaciones Exteriores, coincide en que debe aprobarse sin más demoras el convenio de la OMS e incluso elaboró un proyecto de ley para promover el cultivo del bambú.
Sobre la base de su capacidad científica, nuestro país puede incluso implementar otro camino y desarrollar la producción de proteínas de uso medicinal e industrial a partir de la planta de tabaco. La demanda de proteínas vegetales aumenta, pues las poblaciones crecen y las fuentes habituales para su obtención no alcanzan. Entre las proteínas producidas por otros países en plantas de tabaco que ya se comercializan figura una que ataca al principal agente que causa las caries dentales y otra que actúa en cremas para la piel. 
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En 1998, el científico argentino Alejandro Mentaberry inició sus primeras investigaciones y, en 2004, publicó un trabajo pionero tras haber logrado producir mediante ingeniería genética en una planta de tabaco, una proteína (hEGF) que sirve para tratar úlceras gastrointestinales, reparar la piel dañada por quemaduras y uso cosmético. Con la dirección de Fernando Bravo Almonacid, el grupo transita ese innovador camino para lograr proteínas antiinflamatorias contra la artritis, la esclerosis múltiple y otras enfermedades. Científicos del INTA y el Conicet investigan con fines semejantes.
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Por su parte, el Fondo Especial del Tabaco de la Secretaría de Agroindustria continúa destinando millones de dólares al año para alentar un cultivo con propiedades tóxicas cuyo daño a la salud nadie pone ya en duda, cuando las plantas fueron desde el origen fuente de alimentos y medicinas. Dada la progresiva disminución de los fumadores en el mundo, los legisladores y el Gobierno deberían estimular con dicho fondo caminos innovadores que se muestran exitosos como los propuestos, según recomienda la OMS, y defender con nuevas propuestas una fuente de trabajo que, hasta aquí, solo sirve para enfermar y matar a más argentinos, y que irremediablemente se extinguirá más temprano que tarde si no se reconvierte.

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