jueves, 30 de mayo de 2019

IDENTIDAD CULTURAL,


El padre Ramos, el tambero y docente que necesita un caballo


Amanece y el frío, sumado al rocío de hace un tiempo, ya se siente en el campo. Desde la ventana de un aula de la escuela agrotécnica de La Trinidad, en el partido de General Arenales, el cura Julio Ramos observa la salida del sol. La llegada del invierno parece no inmutarlo.
Nacido en la provincia de San Juan, los crudos inviernos eran cosa de todos los días. Ahí quedó su infancia, rodeada de olivares y viñedos y de un clima siempre seco, cuando decidió tomar el rumbo religioso y estudiar para ser sacerdote en Córdoba. En la etapa formativa en la congregación salesiana, llegó el momento de la práctica educativa de dos años. Luego, por esas cosas del destino, fue asignado en una escuela agrotécnica en Río Cuarto.
“Fue en esa práctica que afloró en mí la vocación por los temas rurales. Los chicos de campo me transmitieron el amor que tenían por la producción agropecuaria”, contó Ramos, de 52 años,. Ya como cura, volvió a ese colegio rural por tres años más. Luego fue a una escuela vitivinícola en Rodeo del Medio (Mendoza) por seis años, donde aprendió de viñedos.
Su contacto con el campo tuvo una pausa de nueve años: uno en Salta, tres en San Luis y cinco en Mendoza en escuelas urbanas. Como una forma de mantener vivo lo que venía haciendo, en esos establecimientos educativos organizó grupos de bailes folclóricos con el alumnado.
Hasta que llegó a su vida, hace siete años, una escuela agrotécnica salesiana en plena pampa húmeda, donde permanece hasta estos días. “Cuando me dijeron de volver a la ruralidad no lo dudé ni un segundo”, recordó emocionado. Desde ese entonces, de 6 a 24, su vida se reparte entre la educación de los chicos, ser párroco de Ferré, pueblo a tres kilómetros de la escuela y con no más de 3500 habitantes. También oficiar misa en tres capillas sábados y domingos, la catequesis y las variadas tareas agropecuarias, como lo es el tambo del colegio.
“Estar en la fosa y ordeñar es algo que me apasiona. El tambo y la ganadería me encantan”, remarcó, orgulloso.
Con 200 alumnos, 135 pupilos, el campo de la escuela, donado por María Unzué de Alvear, tiene 500 hectáreas. Además de tambo y rodeo de cría, también desarrollan agricultura, quesería, dulcería, huerta, porcinocultura y carpintería.
Según contó, disfruta mucho de la agrupación tradicionalista que creó. Junto a 25 alumnos del colegio conformó la agrupación gaucha “María Auxiliadora”, con el que participan en desfiles y fiestas patrias. El traslado de los caballos al lugar del evento lo hacen en un camión de hacienda de un padre de un alumno que, con generosidad, presta el vehículo.
“Tengo un buen recado y lindo apero, pero me falta caballo. Días antes de algún encuentro gauchesco, agarramos los caballos del tambo y los preparamos para que luzcan un poco mejor”, explicó. Pero agregó con un dejo de tristeza: “Antes tenía un criollo que me regalaron en Río Cuarto, pero el pingo quedó ahí cuando me trasladaron”.
Para el cura, con 30 años de educador y 25 de sacerdocio, trabajar en el campo es un acto de esperanza y fe. “Siempre se mira al cielo en busca de respuestas y se espera que la tierra de sus frutos. Lo mismo pasa en la educación de los chicos que, lo que uno siembra en ellos se espera que se refleje en adultos valiosos”. El deseo de Ramos es seguir en la educación rural y de ser posible quedarse allí (en Ferré). “Quiero seguir acompañando a la gente de campo, que siempre me abrió el corazón. Pero solo sabe Dios cuál será mi próximo destino”, concluyó.
M. R. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.