martes, 30 de noviembre de 2021

ESTRENOS DE LA SEMANA


El perro que no calla, Ana Katz consolida y refina su particular estilo
La sexta película de la directora, filmada en blanco y negro, tiene como protagonista a su hermano Daniel, un joven taciturno que enfrenta la vida cotidiana con herramientas que ponen de manifiesto el talento de la cineasta para el humor oblicuo
A. L. 
Daniel Katz es el protagonista de El perro que no calla, el nuevo film de su hermana Ana KatZ

El perro que no calla (Argentina/2021). Dirección: Ana Katz. Guion: Ana Katz, Gonzalo Delgado. Fotografía: Gustavo Biazzi, Guillermo Nieto, Fernando Blanc, Joaquín Neira. Edición: Andrés Tamborino. Elenco: Daniel Katz, Valeria Lois, Julieta Zylberberg, Carlos Portaluppi, Raquel Bank, Facundo Gambandé, Mirella Pascual, Verónica Hassan. Calificación: apta para todo público con reservas. Duración: 73 minutos. 

La fascinación con un ensayo del escritor chileno Pedro Lemebel sobre un perro que no para de ladrar fue el punto de partida de esta nueva película de Ana Katz, sexto largo de su carrera y sin dudas el más radical en términos formales y narrativos. Filmado en blanco y negro y recargado de saltos en el tiempo, tiene una trama argumental dividida en lo que podrían pensarse perfectamente como pequeñas viñetas cuyo centro de gravedad es siempre Sebastián, un joven taciturno que parece un poco contrariado por la velocidad y la cadena de absurdos que dominan al mundo contemporáneo: los sinsabores del mundo del trabajo, la hipocresía corriente de los vecinos que sobreactúan una empatía que en realidad es más bien escasa, los vaivenes de las relaciones familiares y afectivas…

Está claro que el texto de Lemebel funcionó apenas como disparador para esta narrativa porosa por la que se van filtrando gradualmente otros asuntos relacionados con el contexto social de la Argentina: el despliegue de la economía informal en un país en crisis permanente, los emprendimientos cooperativos (en este caso, uno relacionado con los cultivos orgánicos) que se van forjando justamente para paliar de algún modo esa zozobra incesante, las luchas del gremio docente por los siempre insuficientes ajustes salariales e incluso el recuerdo sutil, sin ningún subrayado que hubiera lucido extemporáneo para el caso, de los resultados trágicos de la desigualdad, reflejados en los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Pero lo que usualmente suele aparecer en un tono solemne y declamativo se va desarrollando aquí con otro temperamento: la especialidad de Katz es el humor oblicuo, ese que nace de la abulia o de algunas derivas ridículas de la vida cotidiana, el que provoca la risa incómoda porque puede interpelar e identificar de innmediato a cualquier sobreviviente de la castigada clase media nacional. A ese sello de fábrica, el que define un estilo propio y reconocible de la actriz y directora, se suman esta vez una serie de ligeras aventuras formales que alcanzan para que El perro que no calla se desmarque claramente del cine más convencional.
Más que acontecimientos -que los hay y muchos a lo largo de los 70 minutos del film-, lo que Katz captura son sensaciones, los estados emocionales que producen hechos importantes o presuntamente irrelevantes en la vida de Sebastián, interpretado con mucho aplomo por su hermano Daniel, habitual guionista que ya había asumido un pequeño papel en Mi amiga del parque, el anterior largo de Ana. El compromiso esta vez fue mucho más importante y lo resolvió con eficacia, transmitiendo muy bien la perplejidad que abruma al personaje y también sus curiosas estrategias de supervivencia, que no siempre son fallidas.

Rodada antes de la pandemia, la película incluye un virus que obliga a la gente a usar escafandras Festival de Mar del Plata

Muchas de las características personales de Sebastián son penalizadas socialmente: ¿Quién se toma en serio hoy a alguien que es capaz de resignar un empleo por cuidar a una perra? El cinismo y la crueldad fría que son moneda corriente en la exigente carrera por funcionar dentro del sistema entran en colisión con los valores de un personaje que en ese entorno tiene algo de marciano, como lo empiezan a tener la mayoría de los que lo rodean cuando imprevistamente aparece en escena una especie de virus innominado que obliga al uso de escafandras. La alegoría es obvia, automática, independientemente de que esta historia estaba escrita antes del sacudón planetario de la pandemia del coronavirus. Y los métodos para hacerle frente a ese enemigo silencioso son ridículos (las personas deben usar ese casco de astronauta o caminar agachadas), tanto como algunos de los que hoy se siguen sosteniendo a rajatabla por temor, especulación política o ignorancia.
Además de nobleza, hay una inteligencia aguda que esta película revela para abordar el continuo malestar de un presente cada vez más alejado de los sueños y las utopías sin cargar las tintas ni entregarse a la lógica del noticiero. En la modesta epopeya de Sebastián, una épica gris que no tiene puntos de contacto con las que suelen agitar los héroes más habituales de la ficción, hay contenido político. Ana Katz se conecta con la realidad con sus propias herramientas, un abordaje que contradice mandatos y lugares comunes, que establece un estatuto diferente para la radiografía social.

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Asalto a la Casa de Moneda, un thriller enteramente disfrutable
La solvencia de Jaume Balagueró eleva a este divertimento, con muchos puntos en común con La casa de papel, que está tan bien contado como filmado
G. C.

El asalto a la Casa de Moneda, estreno del jueves 25


Asalto a la casa de moneda (Way Down, España/2021). Dirección: Jaume Balagueró. Guion: Andrés Koppel, Rowan Athale, Michel Gaztambide, Rafa Martínez, Borja Glez Santaolalla. Fotografía: Daniel Aranyo. Edición: David Gallart. Elenco: Freddie Highmore, Astrid Bergès-Frisbey, José Coronado, Liam Cunningham, Luis Tosar, Famke Janssen, Sam Riley, Emilio Gutiérrez Caba, Axel Stein. Duración: 118 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. 

Dicen por ahí que todas las historias ya fueron contadas, que no queda nada por descubrir. Por eso, más allá de los aspectos técnicos lo que hace mejor o peor, en este caso una película, es la forma en la que está narrada. Y algo de eso debe haber, porque a pesar de que la trama en la que se asienta Asalto a la Casa de Moneda, la hemos visto en infinidad de ocasiones, su desarrollo no deja de ser placentero, y hasta por momentos entusiasta.

Y en eso tiene que ver directamente la mano del director Jaume Balagueró, que ha volcado su habitual solvencia a un divertimento que no intenta reinventar nada, solamente ser lo más honesto posible para con el género que representa.
La fama de inviolable de la cámara acorazada del Banco de España (objetivo también en La casa de papel) es lo que desvela a Walter (Liam Cunningham), un cazador de tesoros al que el gobierno le sacó de las manos un cofre con tres monedas que tienen escritas las coordenadas para hallar el tesoro perdido del pirata británico Francis Drake. Las piezas fueron puestas a resguardo en el mencionado banco, por lo que el plan es vulnerar el lugar y conseguir lo imposible. Para ello Walter convence a Thom (Freddie Highmore), un chico con una habilidad única para encontrar la solución a cualquier contingencia, a que se una a su equipo, que se completa con Lorraine (Astrid Bergés-Frisbey), James (Sam Riley), Klaus (Axel Stein) y Simón (Luis Tosar).
La idea es usar como distracción la actuación local en la Copa del Mundo de Sudáfrica (la acción transcurre en 2010), por lo que el robo deberá cumplimentarse dentro de los 90 minutos que dure el encuentro final entre España y Holanda.
A partir de ahí todo lo que se puede esperar de una película a lo Ocean’s Eleven está: los cambios de planes, la desazón por un problema clave que se resuelve de casualidad, las diferentes personalidades del equipo que terminan chocando, el histeriqueo con la única chica del grupo y un jefe de seguridad que no se ríe nunca (el español José Coronado) como antagonista.
Igualmente, a diferencia de propuestas similares, Asalto a la Casa de Moneda tiene un sabor local que hace la diferencia. Que los acontecimientos estén estrictamente vinculados al devenir del equipo español en el mundial no deja de ser un rasgo localista que, al menos de este lado del globo, despierta empatía. En esa misma línea, pero sumergiéndose más profundo, está el MacGuffin (Alfred Hitchcock dixit) de las tres monedas y el tesoro de Drake, un corsario inglés que existió y fue un dolor de cabeza para España y sus riquezas. También está el hecho de que la verdadera bóveda tiene un sistema de seguridad de similares características al presentado en el film, valor agregado que aporta su cuota de verosimilitud al relato.
Estarán, por supuesto, quienes pondrán el grito en el cielo al ver cómo un artesano del terror ibérico de la talla de Balagueró (la saga de REC, Mientras duermes, Musa) abraza un cine comercial escapándole a la impronta que lo hizo famoso. Pero quienes caigan en tamaña superficialidad se perderán de disfrutar una historia bien contada, bien filmada, y con la única pretensión de alcanzar el más puro disfrute. Más que suficiente.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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