Milei y Espert, ¿pueden romper Juntos?
Laura Di Marco
Una polaridad siempre fabrica su opuesto, como en un juego especular. En su libro Primer tiempo, Mauricio Macri confesó que el gran pecado político de su presidencia fue no haber tenido el coraje de radicalizarse más y a mayor velocidad. Es decir, no haberse animado a ser más Milei, cuyas ideas hoy elogia: “Siempre pensé como Milei”, confesó en una entrevista en LN+, poco antes de las elecciones. Hablamos de un Macri que, cuando arrancó en la política, tenía como musa inspiradora a Ayn Rand, pero cuando llegó al poder lo hizo aliado a Carrió y a los radicales socialdemócratas.
El auge de la derecha se explica, en parte, por el hartazgo de una clase media y media baja empobrecida y furiosa que reacciona polarizándose frente a un populismo que se fue radicalizando. Eso, más los estragos de la pandemia. En un país con impuestos feroces, los libertarios le susurran al oído al descontento de gente joven sin futuro. Se trata de una derecha sin culpas, que renuncia abiertamente a la corrección política desconociendo, por ejemplo, el cambio climático o los derechos de las mujeres y, en el caso del chileno José Antonio Kast, reivindicando a Pinochet. Como si en la Argentina hubiera un presidenciable admirador de Videla.
¿Fenómeno coyuntural y urbano o con potencial para tensionar o, incluso, romper Juntos? “Tibiemos” es el bullying que le dedican los halcones al centro de la coalición opositora. Bullying que también toca a la mitad de Pro, las palomas encarnadas por Vidal y Larreta. “El problema no es de toda la oposición, sino de Pro, y más específicamente de Macri y Bullrich. Los ‘halcones’ no tienen la más mínima posibilidad de imponer ni a Milei ni a Espert”, apunta un importante dirigente radical. ¿Por qué? Lo explica: no solo el mundo radical –envalentonado por las nuevas figuras que logró incorporar a la escena política– lo frenaría, sino también la Coalición Cívica, la mitad de Pro, independientes como Emilio Monzó e, incluso, López Murphy, un liberal moderado. Sí habrá coqueteos con los libertarios, dicen.
¿Kast es igual a Milei? Sí y no. El politólogo chileno Cristóbal Bellolio lo encuadra: “Si la política se define por quién es tu antagonista, están en el mismo bando”. Ambos son alérgicos a todo lo que huela a izquierda, centroizquierda y socialismo, tal como define Milei a Larreta. De hecho, los fans de Kast son también adoradores del libertario argentino, del otro lado de la cordillera. La principal diferencia es que Kast, en el plano moral, está más cerca del Tea Party que de la filosofía liberal.
¿Podría formarse un partido de derecha con el sector “halcón” de Juntos? Dicho de otra manera, ¿podría ganar un Kast en 2023? Suena difícil. La coalición opositora, con eje en el centro político, acaba de conquistar un triunfo contundente: las victorias suelen ser una afrodisíaco potente para la unión de las parejas. Pero también es cierto que Chile era una de las democracias más estables de América Latina y acaba de implosionar. Nada está escrito en las estrellas.
Para el director de la consultora Escenarios, Pablo Touzon, el fenómeno que encarnan Espert y Milei es complementario, pero, a la vez, conflictivo para los cambiemitas. Complementario porque un Milei sin filtro y como gran rockstar de la batalla cultural liberal amplía la cancha de la derecha, justo ahora que la narrativa K está en declive. Y conflictivo porque la oposición corre el riesgo de radicalizarse en el discurso y ahuyentar a peronistas e independientes desencantados del FDT que en 2023 podrían votar a la oposición.
“Unos arman el mate que se toman otros”, sintetiza Touzon. ¿Qué significa? El quiebre de 2001 disparó el auge de las asambleas barriales, el trotskismo y los piqueteros, pero el presidente no fue Luis Zamora sino Néstor Kirchner, un peronista clásico del sur que incorporó algo de ese mundo. ¿Podría suceder algo así en 2023? Definitivamente sí, si el clima de época es la libertad frente al estatismo y los abusos de un populismo devenido fábrica de pobres. La coalición triunfante en 2023 puede no incorporar a Milei o a Espert, pero sí el espíritu de sus ideas.
Dos días después de haber ganado en la primera vuelta, Kast tuvo su primer disgusto. Uno de sus diputados electos, Johannes Kaiser, apareció con afirmaciones misóginas en un video filtrado: allí cuestionaba el voto femenino y tildaba a las chilenas de esquizofrénicas. La incorrección política enamora a los fanáticos, pero cuando se trata de capturar a las mayorías puede tornarse letal.
¿Kast es igual a Milei? Sí y no. El politólogo chileno Cristóbal Bellolio lo encuadra: “Si la política se define por quién es tu antagonista, están en el mismo bando”. Ambos son alérgicos a todo lo que huela a izquierda, centroizquierda y socialismo, tal como define Milei a Larreta. De hecho, los fans de Kast son también adoradores del libertario argentino, del otro lado de la cordillera. La principal diferencia es que Kast, en el plano moral, está más cerca del Tea Party que de la filosofía liberal.
¿Podría formarse un partido de derecha con el sector “halcón” de Juntos? Dicho de otra manera, ¿podría ganar un Kast en 2023? Suena difícil. La coalición opositora, con eje en el centro político, acaba de conquistar un triunfo contundente: las victorias suelen ser una afrodisíaco potente para la unión de las parejas. Pero también es cierto que Chile era una de las democracias más estables de América Latina y acaba de implosionar. Nada está escrito en las estrellas.
Para el director de la consultora Escenarios, Pablo Touzon, el fenómeno que encarnan Espert y Milei es complementario, pero, a la vez, conflictivo para los cambiemitas. Complementario porque un Milei sin filtro y como gran rockstar de la batalla cultural liberal amplía la cancha de la derecha, justo ahora que la narrativa K está en declive. Y conflictivo porque la oposición corre el riesgo de radicalizarse en el discurso y ahuyentar a peronistas e independientes desencantados del FDT que en 2023 podrían votar a la oposición.
“Unos arman el mate que se toman otros”, sintetiza Touzon. ¿Qué significa? El quiebre de 2001 disparó el auge de las asambleas barriales, el trotskismo y los piqueteros, pero el presidente no fue Luis Zamora sino Néstor Kirchner, un peronista clásico del sur que incorporó algo de ese mundo. ¿Podría suceder algo así en 2023? Definitivamente sí, si el clima de época es la libertad frente al estatismo y los abusos de un populismo devenido fábrica de pobres. La coalición triunfante en 2023 puede no incorporar a Milei o a Espert, pero sí el espíritu de sus ideas.
Dos días después de haber ganado en la primera vuelta, Kast tuvo su primer disgusto. Uno de sus diputados electos, Johannes Kaiser, apareció con afirmaciones misóginas en un video filtrado: allí cuestionaba el voto femenino y tildaba a las chilenas de esquizofrénicas. La incorrección política enamora a los fanáticos, pero cuando se trata de capturar a las mayorías puede tornarse letal.
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