Adiós a Almudena Grandes, la novelista del mosaico de vidas
La popular autora española, que murió hoy a los 61 años, fue famosa por su exploración del deseo femenino en “Las edades de Lulú” y por su retrato de la España en los años posteriores a la Guerra Civil
L. V.
La escritora Almudena Grandes creó la saga de novelas "Episodios de una guerra interminable"
MADRID.– Frente al Mercado Barceló, al que le dedicó tantas crónicas y relatos, con sus puestos de verduras y pescados, en pleno centro de Madrid, vivía Almudena Grandes en un departamento habitado por libros. Resultaba casi imposible adivinar el color de las paredes cubiertas por ejemplares, en su mayoría, de poesía. La autora madrileña falleció hoy, víctima de un cáncer, a los 61 años. Deja un legado tan generoso como ambicioso y único en su haber en la literatura mundial: la saga de novelas, inspiradas en el modelo galdosiano, ambientadas en la posguerra española, donde reflexiona sobre el eco de estos años de oscuridad en la actualidad. Estas casi 3000 páginas fueron escritas en simultáneo con otras novelas y las columnas que habitualmente publicaba en El País, donde plasmaba de modo nítido su posición y su compromiso político.
“En 1989, el año en que me convertí en escritora, yo era una chica muy pedante que sabía mucho menos de lo que le gustaba aparentar”, escribió en el epílogo de La madre de Frankenstein (Tusquets), su última novela. Aquel año al que aludía publicó su primera novela, Las edades de Lulú, ganadora del XI Premio La Sonrisa Vertical. Grandes admitía, cuando era ya una autora consagrada, que iba por entonces a las librerías a espiar la ubicación de los ejemplares y la reacción de los potenciales lectores. Poco después el director Bigas Lunas llevaría al cine la adaptación de esta novela erótica protagonizada por Francesca Neri. La novela tuvo 25 ediciones y marcó un hito en la narrativa española con una voz femenina tan poderosa como irreverente que emergía tras tantas décadas de opresión y censura. La obra de Grandes se llevó varias veces al cine. Hace algunos días TV Española emitió Malena es un nombre de tango, con Ariadna Gil, con guion de Senel Paz (el autor de Fresa y chocolate), y dirección de Gerardo Herrero, quien también llevó al cine Los aires difíciles, de Grandes, adaptación que obtuvo el Biznaga de Oro a la mejor película del Festival de Málaga en 2006.
Sería injusto no mencionar a Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Carmen Laforet o Elena Fortún, quienes durante el franquismo, continuaron, pese a los múltiples obstáculos misóginos y de la censura, escribiendo y creando voces y miradas femeninas en la narrativa española. Pero tras la llegada de la democracia, Grandes irrumpió con una prosa que no se escandalizaba a la hora de explorar el deseo y el cuerpo femenino y lo hacía junto a una generación de escritores como Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Muñoz Molina y Luis Landero.
Grandes había estudiado Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid y esta formación le proporcionó conocimiento y técnicas para investigar y luego crear la saga de novelas ambientadas tras la guerra civil española. Grandes emulaba el modelo de Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales (1872-1912), la serie de novelas que recorren cronológicamente un segmento de la historia de España. El objetivo de la escritora era reflexionar –cronológicamente– sobre la historia reciente de su país a través de ficciones que integran el proyecto Episodios de una guerra interminable, novelas realistas sin la pretensión de ser novelas históricas, propiamente dichas, mosaicos de vidas cuidadosamente construidos de una sociedad oprimida. Inés y la alegría (2010), ganadora del Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, fue el primer título de la serie. Luego fue el turno de El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), Los pacientes del doctor García (2017 por el que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa) y La madre de Frankenstein (2020). La primera de estas novelas está ambientada en 1944; la segunda, entre 1947 y 1949; la tercera en la década de 1940; la cuarta, entre 1945 y 1955; y La madre de Frankenstein, entre 1954 y 1956. Grandes había anunciado cuál sería el próximo título: Mariano en el Bidasoa, ambientada entre 1939-1964.
Uno de los libros de "Episodios de una guerra interminable"
Su fervor galdosiano la había ubicado en 2020 en una impensable polémica en torno a algunas críticas que recibió, el plena serie de homenajes en torno a su centenario, el autor de Fortunata y Jacinta: “Sí hay una cosa que me molestó y esto sí lo voy a decir, es el cainismo de los intelectuales españoles. Si le hacen un centenario a un escritor que no te interesa, bueno, pues, ¡te callas! A mí jamás se ocurriría decir “no es para tanto” o “ya está bien”. Apoyo los centenarios y los homenajes de quienes amo. Estas cosas solo se justifican por la admiración y la admiración es una forma de amor. Atacar una tradición que no te favorece, me parece mezquino”, decía Grandes
Las cicatrices de la guerra civil española, a través de los Episodios de una guerra interminable, no eran el único territorio que exploraba: Te llamaré Viernes, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan son otras novelas de esta autora popular cuya voz ronca y su verborragia eran sellos indiscutidos, una artista que disfrutaba desde joven del calor y el sol del verano andaluz, cerca de su gran amigo Joaquín Sabina y de otros poetas.
“Perdemos a una de las escritoras referentes de nuestro tiempo. Comprometida y valiente, que ha narrado nuestra historia reciente desde una mirada progresista. Tu recuerdo, tu obra, siempre estará con nosotros”, escribió el presidente Pedro Sánchez en su cuenta de Twitter. “Tan insoportablemente solos, tan intensamente pobres, tanto dolor”, se hizo eco de esta noticia Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago y pareja del autor ganador del Nobel. También la cuenta oficial del Club Atlético de Madrid lamentó la pérdida de esta ilustre hincha.
Grandes estaba casada con Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes, a quien le dedicaba “una y otra vez”, sus novelas, y con quien tuvo una hija. Gata orgullosa, como se denomina a los madrileños, Grandes pasó su infancia en pleno centro de Madrid, en el límite del hoy hipster barrio de Malasaña. En estas mismas coordenadas, en la calle Larra, vivió hasta su muerte. Su última novela, polifónica, cuenta con tres narradores y uno de ellos, la cándida María, está inspirada en una “tata”, llamada Agripina a la que llamaban cariñosamente Ina. “Yo la quería muchísimo. Era muy joven, bajita, menuda pero fuerte (...). Recuerdo muchas de las historias que me contaba, y que escuchaba cada año la que más me impresionaba. Porque todos los años, cuando se acercaba el 6 de enero, Ina siempre recordaba en voz alta que, en casa de sus padres, los Reyes Magos dejaban de regalo una naranja, una simple naranja y sólo una naranja, para cada niño”, escribió en su última novela, donde imagina a una Fortunata, inspirada en el icónico personaje de Galdós, pero también en Ina, a las que le brinda, magia mediante de la ficción, una vida mejor, y una oportunidad. A través de la ficción y de la no ficción, clamó justicia y buscó brindar una voz a quienes durante tantas décadas habían sido silenciados.
La escritora Almudena Grandes creó la saga de novelas "Episodios de una guerra interminable"
MADRID.– Frente al Mercado Barceló, al que le dedicó tantas crónicas y relatos, con sus puestos de verduras y pescados, en pleno centro de Madrid, vivía Almudena Grandes en un departamento habitado por libros. Resultaba casi imposible adivinar el color de las paredes cubiertas por ejemplares, en su mayoría, de poesía. La autora madrileña falleció hoy, víctima de un cáncer, a los 61 años. Deja un legado tan generoso como ambicioso y único en su haber en la literatura mundial: la saga de novelas, inspiradas en el modelo galdosiano, ambientadas en la posguerra española, donde reflexiona sobre el eco de estos años de oscuridad en la actualidad. Estas casi 3000 páginas fueron escritas en simultáneo con otras novelas y las columnas que habitualmente publicaba en El País, donde plasmaba de modo nítido su posición y su compromiso político.
“En 1989, el año en que me convertí en escritora, yo era una chica muy pedante que sabía mucho menos de lo que le gustaba aparentar”, escribió en el epílogo de La madre de Frankenstein (Tusquets), su última novela. Aquel año al que aludía publicó su primera novela, Las edades de Lulú, ganadora del XI Premio La Sonrisa Vertical. Grandes admitía, cuando era ya una autora consagrada, que iba por entonces a las librerías a espiar la ubicación de los ejemplares y la reacción de los potenciales lectores. Poco después el director Bigas Lunas llevaría al cine la adaptación de esta novela erótica protagonizada por Francesca Neri. La novela tuvo 25 ediciones y marcó un hito en la narrativa española con una voz femenina tan poderosa como irreverente que emergía tras tantas décadas de opresión y censura. La obra de Grandes se llevó varias veces al cine. Hace algunos días TV Española emitió Malena es un nombre de tango, con Ariadna Gil, con guion de Senel Paz (el autor de Fresa y chocolate), y dirección de Gerardo Herrero, quien también llevó al cine Los aires difíciles, de Grandes, adaptación que obtuvo el Biznaga de Oro a la mejor película del Festival de Málaga en 2006.
Sería injusto no mencionar a Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Carmen Laforet o Elena Fortún, quienes durante el franquismo, continuaron, pese a los múltiples obstáculos misóginos y de la censura, escribiendo y creando voces y miradas femeninas en la narrativa española. Pero tras la llegada de la democracia, Grandes irrumpió con una prosa que no se escandalizaba a la hora de explorar el deseo y el cuerpo femenino y lo hacía junto a una generación de escritores como Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Muñoz Molina y Luis Landero.
Grandes había estudiado Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid y esta formación le proporcionó conocimiento y técnicas para investigar y luego crear la saga de novelas ambientadas tras la guerra civil española. Grandes emulaba el modelo de Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales (1872-1912), la serie de novelas que recorren cronológicamente un segmento de la historia de España. El objetivo de la escritora era reflexionar –cronológicamente– sobre la historia reciente de su país a través de ficciones que integran el proyecto Episodios de una guerra interminable, novelas realistas sin la pretensión de ser novelas históricas, propiamente dichas, mosaicos de vidas cuidadosamente construidos de una sociedad oprimida. Inés y la alegría (2010), ganadora del Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, fue el primer título de la serie. Luego fue el turno de El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), Los pacientes del doctor García (2017 por el que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa) y La madre de Frankenstein (2020). La primera de estas novelas está ambientada en 1944; la segunda, entre 1947 y 1949; la tercera en la década de 1940; la cuarta, entre 1945 y 1955; y La madre de Frankenstein, entre 1954 y 1956. Grandes había anunciado cuál sería el próximo título: Mariano en el Bidasoa, ambientada entre 1939-1964.
Uno de los libros de "Episodios de una guerra interminable"
Su fervor galdosiano la había ubicado en 2020 en una impensable polémica en torno a algunas críticas que recibió, el plena serie de homenajes en torno a su centenario, el autor de Fortunata y Jacinta: “Sí hay una cosa que me molestó y esto sí lo voy a decir, es el cainismo de los intelectuales españoles. Si le hacen un centenario a un escritor que no te interesa, bueno, pues, ¡te callas! A mí jamás se ocurriría decir “no es para tanto” o “ya está bien”. Apoyo los centenarios y los homenajes de quienes amo. Estas cosas solo se justifican por la admiración y la admiración es una forma de amor. Atacar una tradición que no te favorece, me parece mezquino”, decía Grandes
Las cicatrices de la guerra civil española, a través de los Episodios de una guerra interminable, no eran el único territorio que exploraba: Te llamaré Viernes, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan son otras novelas de esta autora popular cuya voz ronca y su verborragia eran sellos indiscutidos, una artista que disfrutaba desde joven del calor y el sol del verano andaluz, cerca de su gran amigo Joaquín Sabina y de otros poetas.
“Perdemos a una de las escritoras referentes de nuestro tiempo. Comprometida y valiente, que ha narrado nuestra historia reciente desde una mirada progresista. Tu recuerdo, tu obra, siempre estará con nosotros”, escribió el presidente Pedro Sánchez en su cuenta de Twitter. “Tan insoportablemente solos, tan intensamente pobres, tanto dolor”, se hizo eco de esta noticia Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago y pareja del autor ganador del Nobel. También la cuenta oficial del Club Atlético de Madrid lamentó la pérdida de esta ilustre hincha.
Grandes estaba casada con Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes, a quien le dedicaba “una y otra vez”, sus novelas, y con quien tuvo una hija. Gata orgullosa, como se denomina a los madrileños, Grandes pasó su infancia en pleno centro de Madrid, en el límite del hoy hipster barrio de Malasaña. En estas mismas coordenadas, en la calle Larra, vivió hasta su muerte. Su última novela, polifónica, cuenta con tres narradores y uno de ellos, la cándida María, está inspirada en una “tata”, llamada Agripina a la que llamaban cariñosamente Ina. “Yo la quería muchísimo. Era muy joven, bajita, menuda pero fuerte (...). Recuerdo muchas de las historias que me contaba, y que escuchaba cada año la que más me impresionaba. Porque todos los años, cuando se acercaba el 6 de enero, Ina siempre recordaba en voz alta que, en casa de sus padres, los Reyes Magos dejaban de regalo una naranja, una simple naranja y sólo una naranja, para cada niño”, escribió en su última novela, donde imagina a una Fortunata, inspirada en el icónico personaje de Galdós, pero también en Ina, a las que le brinda, magia mediante de la ficción, una vida mejor, y una oportunidad. A través de la ficción y de la no ficción, clamó justicia y buscó brindar una voz a quienes durante tantas décadas habían sido silenciados.
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Jorge Fernández Díaz
Almudena Grandes
La última vez que la vi caminaba ensimismada por la Gran Vía, arrastrada por una muchedumbre de paseantes distraídos que no alcanzaban a reconocerla. Y que a mí me empujaban en sentido contrario, durante aquel populoso atardecer otoñal de Madrid. Estuve a punto de gritarle para que se detuviera, pero eso habría significado que decenas de fans giraran su cabeza, la detectaran y la sacaran de sus meditaciones: su nombre, Almudena, es inequívoco. Entonces respiré hondo, me resigné y apuré mi camino hacia la Plaza Mayor. Pensé: “Otro día voy a llamarla para quedar con ella y hablar un rato de política y de libros”. Pero los días pasaron volando y regresé a Buenos Aires sin haber marcado su número. La conocí hace diez o quince años, y desde entonces mantuve con ella diálogos públicos y privados, siempre signados por su inteligencia polémica, irónica, tierna y torrencial. Conversamos una vez mano a mano sobre nuestras vidas y nuestras carreras en la Feria del Libro, y el público gozó con su pasión por la historia (su segunda vocación) y se conmovió cuando conté que su marido -Luis García Montero, uno de los poetas más importantes de España- le había dedicado un libro increíble: todas y cada una de esas piezas literarias eran poemas de amor a Almudena Grandes. La gente lo aplaudió: Luis, hoy director del Instituto Cervantes, ocupaba tímidamente una silla en el fondo del salón y se vio obligado a ponerse de pie y saludar.
La autora de Las edades de Lulú y El corazón helado era una novelista rotunda, y estaba escribiendo, en distintos volúmenes y diferentes géneros, una obra ambiciosa y monumental: “Episodios de una guerra interminable”. Muchas de esas novelas las hemos presentado en mi programa de radio, donde ella era habitué y donde pasamos grandes ratos. Discípula de Pérez Galdós, íntima amiga de Joaquín Sabina y devota de Manuel Vázquez Montalbán, fue además una extraordinaria columnista de El País de Madrid. Escribía en la contratapa cada lunes sus breves notas punzantes, y en la revista dominical sorprendió alguna vez con unos “articuentos” (la nominación de esa mixtura pertenece a nuestro mutuo amigo Juan José Millás) realmente maravillosos y originales, donde ella avanzaba sobre el terreno de la ficción para narrar mejor la realidad.
Ambos fuimos jurados de honor del Premio Novela de Clarín, y nos impactó agradablemente coincidir en las fortalezas y debilidades de cada original que nos tocó leer, y en el trabajo más acabado que habíamos encontrado entre tantos valiosos finalistas. Nos costó pocos minutos ponernos de acuerdo y llegar a un veredicto. Luego brindamos con champagne en la fiesta y nos despedimos, sin saber que lo hacíamos para siempre. Leí hace unas semanas un valiente texto suyo en el que comunicaba su enfermedad y le escribí rápidamente un correo, pero recibí una respuesta automática: “Esta cuenta ha sido desactivada por problemas de salud por un tiempo indefinido. Lamentamos las molestias”. Me vuelve ahora aquella imagen: ella caminando sola por la Gran Vía, tal vez imaginando una escena o escribiendo mentalmente un párrafo, mientras el río de la vida se la llevaba.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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