lunes, 29 de noviembre de 2021

LA VIOLENCIA COMO HECHOS COTIDIANOS...PEOR, LE DAN MANIJA Y SE METEN A FAVOR....DE LOS DELINCUENTES


La naturalización de la violencia, una vez más

Sergio Suppo

ALFREDO

El escándalo de la violencia vuelve a dejar de ser escándalo en un país que sufrió, una generación atrás, el signo aterrador del exterminio.
El odio hacia el otro y la transformación de ese sentimiento en una acción depredadora registraron en los últimos días datos significativos unidos por el hilo de la naturalización y hasta de cierta justificación. Es ese común denominador que permite poner en un mismo contexto la muerte de un integrante de una agrupación pseudomapuche, el atentado con bombas incendiarias a la sede de Clarín, y el ataque de sicarios a restaurantes de Rosario.
"El apañamiento oficialista a grupos que se atreven a reclamar soberanía territorial sobre la Patagonia chilena y argentina colabora con el agravamiento de ocupaciones de tierras públicas y privadas"
Entre la ausencia, la renuencia y cuando no la complicidad, hay notables personajes públicos que tienen responsabilidad en la escalada, ya sea por inoperancia, miopía o aliento.
El apañamiento oficialista a grupos que se atreven a reclamar soberanía territorial sobre la Patagonia chilena y argentina colabora con el agravamiento de ocupaciones de tierras públicas y privadas, seguidos de atentados incendiarios, cortes de rutas y caminos que se vienen perpetrando desde hace varios años en forma creciente en la comarca andina de Neuquén, Río Negro y Chubut. Pocos se interesaron hasta que finalmente se produjo una muerte, la de Santiago Maldonado (luego de un montaje político se sabría que falleció ahogado), el 1° de agosto de 2017.
Ahora, el asesinato de un ocupante de un campo en Cuesta del Ternero, cerca de El Bolsón, en una balacera todavía no aclarada, derramó sobre la tragedia de una vida perdida la impotencia de la Justicia y de las fuerzas de seguridad que tardaron varios días en poder ingresar a retirar el cuerpo para someterlo a las pericias. Dicho de otra manera: el Estado (Justicia y fuerzas de seguridad) asume que no tiene control ni autoridad sobre zonas del país ocupadas en forma ilegal.
Otro dato surgió, inquietante, en la misma secuencia de esa muerte. En El Bolsón, un grupo de jinetes atropelló a un piquete de mapuches y desbarató un corte de ruta. A la impotencia del Estado para conservar el monopolio de la fuerza se suma el choque entre los activistas mapuches y vecinos indignados.
"La violencia regresa bajo formas distintas en un aceitoso mar de indolente aceptación y tolerancia"
En medio de la escalada de la violencia, el Gobierno eligió prorrogar la ley que pone bajo un paraguas la apropiación de tierras en nombre de supuestos derechos y creencias ancestrales.
En las últimas horas del lunes, nueve encapuchados tiraron ocho bombas incendiarias contra la sede del diario Clarín. En los días que siguieron a la derrota del oficialismo en las elecciones, sus dirigentes encontraron en medios como Clarín una explicación para su desgracia. “Hay prensofobia”, resumió Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín.
"Aquí vale retener un dato que deviene del relato setentista del kirchnerismo. En esa construcción interesada del pasado, la única violencia que se condena es la ejercida por el otro"
Alberto Fernández repudió el atentado, al que llamó “episodio” y deseó que pueda ser esclarecido. ¿No se siente convocado a colaborar como jefe del Estado en la investigación de un ataque contra la libertad de expresión?
Cristina Kirchner no escribió por sí misma; se limitó a retuitear un comunicado de La Cámpora que pone más énfasis en los reparos que en la condena.
Por la inercia de los discursos contra los medios pronunciados desde el poder antes del atentado, luego de las bombas en las redes sociales se multiplicaron las agresiones contra Clarín.
Y aquí vale retener un dato que deviene del relato setentista del kirchnerismo. En esa construcción interesada del pasado, la única violencia que se condena es la ejercida por el otro, en aquel caso por la dictadura. En la glorificación de Montoneros está la justificación y hasta la celebración del uso de la muerte como recurso. Viene de lejos, desde los días en los que Juan Perón le enseñó a la juventud maravillosa: “Al amigo todo; al enemigo, ni justicia”.
Es lo que explica que la militancia kirchnerista esté más cerca de celebrar el ataque a Clarín que de lamentarlo. Pasaron casi cincuenta años de los cánticos que festejaban el asesinato de José Ignacio Rucci: “Rucci, traidor, saludos a Vandor”.
Lejos de la agenda nacional, como en otro país, la siempre relevante ciudad de Rosario sigue su marcha hacia un abismo reconocible en las series y documentales que reflejaron la tragedia de Colombia.
Imposible no hacer comparaciones y encontrar semejanzas que, aunque no tienen aquella dimensión, replican situaciones similares a las de El patrón del mal. ¿No será que nuestros narcos imitan más la serie que la realidad que se mostró en ella?
Primero fueron los asesinatos entre miembros de las propias bandas, luego atentados contra la vida de las más altas autoridades de Santa Fe, de inmediato el dinero de la droga mezclado entre negocios corrientes de la ciudad. El valor de la vida tiene precio y se cobra por los viajes en moto que hagan los sicarios.
Rosario ya dijo basta varias veces en las calles, pero ese clamor no es escuchado. Los nuevos juicios contra las bandas narcos de la zona tuvieron como respuesta más muertes y el descubrimiento de que los jefes dirigen sus crímenes gracias a la complicidad de las autoridades carcelarias.
El terror que provocan los disparos contra los comensales indefensos de un restaurante de una avenida muy transitada de Rosario reafirma la idea de que no solo se cobra por una mafiosa “seguridad” a los comerciantes. Las bandas se creen con derecho y fuerza como para forzar una negociación con el poder político que, cuando no las apañó, al menos permitió que se desarrollaran hasta lo incontrolable.
No es necesario vincular lo que ya está unido. La violencia regresa bajo formas distintas en un aceitoso mar de indolente aceptación y tolerancia.

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