"Es un verdadero acto de amor. Y andá a explicar el amor, si podés. Yo no puedo." Alejandro Farías, licenciado en Letras, gerente de producción de Buenos Aires Lírica y fundador, junto con el dibujante Marcos Vergara, de la editorial Loco Rabia, habla de historietas. De historietas argentinas. Ese universo que tuvo su momento de gloria en los años 70, que tiene sus padres indiscutidos, que casi desaparece en los años 90, y que crisis tras crisis, reducción de mercado tras reducción de mercado -incluso con impulsos de "exportación" de talento- sigue siendo el motor de nuevas generaciones de autores: como si un pacto tácito los animara a pasarse la posta y a imprimir, en cada oleada, el tono de una época.
De eso forma parte la editorial de Farías, abocada a la edición de relatos gráficos contemporáneos. "Creo que estamos en un momento de reconstrucción del medio en el país -describe-. Todos tenemos claro que esa industria fuerte que desapareció en los años 90 ya no va a volver, porque han cambiado de forma radical los medios de producción y consumo. Pero tampoco veo que los nuevos autores se tiren de cabeza al mercado extranjero, desprendiéndose por completo de su país. Hay algo más mixto en el que todos buscan un hueco en la agenda laboral para generar una obra propia."
En todo caso, la diversidad -y las múltiples comunidades que supone- es el signo de los tiempos. Están quienes siguen la estética del manga, los que prefieren el registro realista, el cómic de súper héroes y ese universo que, la semana pasada, se dio cita en el Festival Argentina ComicCon. Pero también está la historieta de autor que, un poco en la senda inaugurada por el fanzine autogestivo, irreverente y punk de los años 90, se convirtió en sinónimo de obras autónomas, libertad creativa y un dinámico circuito de editoriales, librerías y festivales que garantiza que la maquinaria siga marchando.
Diversidades
"¿Y si no les gusta mi idea?", se pregunta la chica. "¿Y si tiro todo y empiezo de nuevo?", insiste, mientras deambula por su casa. La chica es una chica dibujada. Tonos pastel, líneas suaves y rastros de acuarela para contar, en cuadritos, las dudas de una mujer en medio de un proceso creativo.
¿Será exagerado pensar que hace unos 10 o 20 años esta historieta no habría podido existir? Porque Cables, la obra que Sole Otero realizó especialmente para Distinta (Sudamericana), la antología de la "nueva historieta argentina" compilada por Liniers y Martín Pérez, reúne varios rasgos característicos de estos tiempos. En principio, la huella de la irrupción femenina en un ámbito que por décadas fue casi exclusivamente masculino. Integrante del colectivo Chiks on Comics, Otero comenta: "Gracias a la llegada de mujeres, especialmente provenientes de otros campos artísticos o del diseño, la historieta se enriqueció no sólo con técnicas y expresiones distintas, sino también con temáticas nuevas y surtidas sensibilidades".
Es justamente la diversidad expresiva lo que Elvio Gandolfo -escritor, traductor, periodista y gran lector de historietas- destaca en el panorama actual. "Hay climas de época -asegura-. Así como la literatura argentina atraviesa un momento de gran riqueza y variedad sin figuras monumentales, algo parecido ocurre con la historieta." Aunque reconoce extrañar la mayor solidez del relato en la "vieja" historieta de los años 70 y 80, Gandolfo rescata en las actuales cierta búsqueda en modelos ligados al realismo y lo autobiográfico, cierta "cosa amateur" y el "fenómeno de reunión" que se moviliza en torno de estos circuitos.
Por su parte, Guillermo Decurgez (Decur), autor cuyas imágenes abren y acompañan esta nota, comenta: "En su mayoría, el nuevo historietista narra mirando hacia adentro, revolviendo sus propios cajones y exponiendo sus fracasos, sus miedos y su felicidad. En lo personal me considero un dibujante que hace cosas raras, a veces 2 + 2 es 4 pero a veces es un elefante. En pocas palabras, la historieta argentina salvó mi vida, literalmente, y me dio las alas para regresar a mi infancia y charlar con el niño que fui, que soy y que seré siempre".
Todo cambia
Experimentación. Con mayor o menor radicalidad, ese horizonte está en buena parte de la historieta que se realiza hoy en el país. En este sentido, y declaradamente inspirado en las experiencias del situacionismo y el arte pop, el colectivo Un Faulduo se propone experimentar con la historieta e indagar en los cruces con otras artes, acciones performáticas incluidas. Entre sus obras se cuenta La historieta en el (faulduo) mundo moderno, versión libre -en clave de discurso gráfico- del clásico ensayo de Oscar Masotta. Este trabajo les valió la invitación a viajar, en julio, a Ciudad de México, para participar en la muestra Oscar Masotta. La teoría como acción que, con curaduría de Ana Longoni, se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC).
Coordinador general de la editorial Mansalva y miembro fundador de Un Faulduo, Nicolás Moguilevsky (que dirigió un taller de fanzine político y cultural en la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires) describe: "No nos ceñimos a la historieta y nada más; trabajamos con distintos lenguajes a la vez." Y agrega, sonriente: "Podemos darnos el lujo de hacer lo que queremos, Total, sabemos que no vamos a ser millonarios con esto". También integrante de Un Faulduo, el historietista Ezequiel García reivindica la pertenencia a un colectivo de este tipo: "Te da libertad mental; el imperativo de no repetirte, la búsqueda de otra cosa". Sabe de lo que habla: Ezequiel estudió historieta con Alberto Breccia, además de Bellas Artes, cine y fotografía. Realizó la novela gráfica Creciendo en público, que el año pasado fue publicada en Estados Unidos nada menos que por Fantagraphics, la célebre editorial de Robert Crumb, Daniel Clowes, Joe Sacco. Hoy es editor de ilustraciones e historietas de la revista Crisis, trabaja en un relato gráfico con guión de Hernán Vanoli y coordina la colección Gráfica en Movimiento, de la editorial independiente Tren en Movimiento (otra protagonista en el circuito de la historieta de autor).
En la Argentina hay una larga tradición ligada a la historieta, y también cierta reacción frente a ese legado. Quizás sea allí, en esa dinámica entre deuda y "despegue", donde radique -reflexiona García- la notable libertad expresiva que define a nuestros historietistas. "En Estados Unidos o en Francia hay un mercado más sólido, pero también estéticas muy identificables -explica-. Te encontrás con obras impolutas, previsibles, ultraprofesionales; a veces, sin vida."
Precisamente, entre las múltiples referencias que armaron la tradición de las viñetas argentinas está la de las grandes figuras que, sin una industria editorial local que las pudiera albergar, publicaron, triunfaron e incluso se instalaron en el exterior: por ejemplo, los casos de esos referentes que son Solano López, José Muñoz o Carlos Nine (premiado en el Festival de Angoulême, la cima de la bande-desinée francesa).
¿Pero cuál sería la situación actual? "Hoy los dibujantes funcionan muchas veces como sus propios agentes y consiguen ediciones tanto locales como en el extranjero -describe Alejandro Bidegaray, dueño de Musaraña Libros, librería y editorial que promueve la historieta local-. Ya no es necesario desplazarse afuera para trabajar en otros mercados; las redes han dotado de ubicuidad a los dibujantes y sus obras. Y es verdad que hay mercados, como el francés y el español, que viven un momento de particular interés por la producción local y lo que ellos entiendan como exportable: eso se puede ver en autores jóvenes como María Luque, Sole Otero y Lucas Varela." Existen más ejemplos: Alien triste, historieta de Pedro Mancini realizada originalmente en la Web, fue publicada por la editorial francesa Insula; El hipnotizador, obra de Pablo De Santis y Juan Sáenz Valiente, tuvo ediciones en Italia y Francia, además de dar origen a la serie homónima de HBO. Asimismo, Cobalto, también de De Santis y Sáenz Valiente, acaba de ser publicada en Francia por Michel Lafon.
Pero no todo es color de rosa. "La inmensa mayoría de los profesionales que producen para el exterior son dibujantes que trabajan con guiones hechos por guionistas extranjeros, muchas veces franquicias donde no existen los derechos de autor. Son pocos los casos en que pueda hablarse, independientemente de su calidad, de historieta de autor", explica Diego Agrimbau, con vasta experiencia en el exterior, guionista de Cieloalto, Los canillitas y, tras una residencia artística en Francia junto con el dibujante Lucas Varela, del libro experimental Diagnósticos.
Hacer comunidad
Desde su mismo nombre (el pseudónimo del historietista francés Jean Giraud), los grafitis en la fachada, los fanzines y álbumes asomando por la vidriera, y una escalera descendente que invita a algo así como a sumergirse en otra dimensión, Espacio Moebius hace honor, en pleno barrio de Almagro, al mundo de la historieta. No es la única librería. Ligadas por un sentido de comunidad clave para la supervivencia de autores, editores y lectores -e incluso incorporando talleres u otras actividades culturales-, librerías como Punk (en Villa Crespo) o Musaraña Libros (en Florida) suman perspectiva de autor a las tradicionales Camelot o Entelequia. Están, claro, las editoriales: Hotel de las Ideas, Tren en Movimiento, Loco Rabia, Burlesque, Maten al mensajero, Editorial Común, Musaraña, Moebius (las dos últimas, además de funcionar como librerías y espacios culturales, se dedican a la edición). Y, más allá de los libros, figuras como la de Juan Sasturain, fiel a lo largo de los años al proyecto de la revista Fierro. "La verdad, no sé de dónde sale esta pasión y esta persistencia en un país donde lo institucional sinceramente no ayuda -confiesa Bidegaray, al frente de Musaraña y gestor de las múltiples actividades que ese espacio propone-. Tanto las industrias culturales como las pequeñas y medianas industrias de cualquier rubro no tienen acceso a créditos blandos, base fundamental para poder crecer en cualquier emprendimiento".
Así y todo, el circuito se amplía a través de numerosos festivales y encuentros: Viñetas Sueltas, Festival Sudestada, Dibujados, Festival Fanzín del Centro Cultural Rojas (cuya segunda edición tendrá lugar el 18 y 19 de agosto). Del 1º al 3 de septiembre, además, se realizará el Festival Internacional Comicópolis, reedición -en nuevo formato, como festival privado- de los exitosos encuentros celebrados hace dos años en Tecnópolis. Thomas Dassance, uno de sus impulsores, asegura que el modelo es el Festival de Angoulême: "Queremos dar el salto para generar un festival similar a los más grandes del mundo".
Mientras tanto, ¿qué ocurre con la Web? ¿Qué papel juega lo digital en todas estas experiencias? "Las redes han cambiado de manera fundamental la manera en que los historietistas difunden sus obras -apunta Bidegaray-. También en la manera en que consumen y se ven inspirados e influenciados por obras externas. Existe toda una nueva generación que se ha fogueado al realizar su producción en las redes."
Por su parte, Otero señala: "Creo que en estos últimos años la historieta, después de la desaparición de casi todos los medios en papel donde podía ser publicada regularmente, y de haberse amparado en consecuencia en Internet, está volviendo a recuperar fuerza en el papel, a través de editoriales independientes y no tanto, y a través del fanzine, usado ya no como recurso de emergencia, sino como un medio artístico en sí mismo". Efectivamente: el medio digital se consolida como espacio de comunicación, zona de intercambio, recurso y ámbito para la creación. Pero también pareciera ser que el deseo, finalmente, siempre se dirige al papel. "El dibujo es resultado de la mano humana, y también los textos, a veces realmente hechos a mano, y otras con tipografías que imitan la caligrafía -reflexiona De Santis-. Me parece que el lector de historieta necesita la posesión del libro. Por más que sean objetos industriales, hay en los libros de historieta una nostalgia de lo artesanal."
En este contexto, ¿se puede sostener una práctica cultural efervescente, dinámica y diversa cuando lo que sobra es pasión y lo que falta es mercado? La historieta argentina es realista y pide lo imposible: dice que sí.
D. F. I.
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