MIEDO
No será en la sala con forma de herradura del Centro Cultural 25 de Mayo, ubicado en pleno barrio de Villa Urquiza. Será en la mágica sala redonda del primer piso en un trabajo de investigación teatral, musical y de movimiento pensando para ese espacio circular y habitado, en este caso, por dos hombres envueltos en un vínculo tan imprescindible como misterioso. Los dos actores son los talentosos Esteban Meloni (el que acaba de reponer Todas las rayuelas, en el Multiteatro) y Diego Velázquez (el que acaba de actuar en La terquedad, en el Teatro Cervantes).
El espectáculo en cuestión se llama Miedo. Es, según cuentan sus creadores, sobre la desolación y la supervivencia. Lo dirige Ana Frenkel (una de las fundadoras del grupo El Descueve) y la música pertenece a Diego Vainer (creador de amplia trayectoria en propuestas coreográficas). Todos conforman un equipo formado por individualidades que, a lo largo de estos años, han demostrado una gran valentía artística. Miedo se presentará los sábados, a las 22.30, en el Centro Cultural 25 de Mayo, Triunvirato 4444.
Después de la tormenta (Umi yori mo mada fukaku, Japón/2016) Guión, edición y dirección: Hirokazu Kore-eda / Elenco: Hiroshi Abe, Yoko Maki, Kirin Kiki y Taiyo Yoshizawa / Fotografía: Yutaka Yamazaki / Música: Hanaregumi / Distribuidora: Distribution Company / Duración: 117 minutos / Calificación: Apta para mayores de 13 años
El realizador de After Life, Nadie sabe, Un día en familia y De tal padre, tal hijo vuelve a una de sus especialidades: el retrato de familias disfuncionales. En este caso, tiene como protagonista a un escritor cuarentón que ha logrado hace ya varios años un éxito con su primera novela, pero que ya no encuentra inspiración y se gana la vida como detective privado (básicamente consiguiendo pruebas de engaños amorosos y luego incluso traicionando a sus propios clientes). Shinoda Ryôta (Hiroshi Abe) ha sufrido la reciente muerte de su padre, su madre ya es anciana, está divorciado, su ex esposa está en pareja con un millonario, malgasta el poco dinero que tiene y apenas ve una ver por mes a su único hijo. Un antihéroe perfecto, una auténtica alma en pena.
La película transcurre en principio por caminos ya bastante transitados por el talentoso director japonés, pero en su segunda mitad (cuando el protagonista, su ex y su hijo quedan varados en la casa de la abuela por el tifón al que alude el título) los conflictos se concentran, se profundizan y alcanzan una intensidad emocional, una sensibilidad y una sutileza que el relato carecía en su primera parte. Es probable que Después de la tormenta no alcance las cimas de la filmografía de Hirokazu Kore-eda, pero este largometraje estrenado en la edición 2016 del Festival de Cannes no deja de ser una novedad valiosa en un mercado en el que el cine asiático de autor se extraña bastante.
D. B.
Por la ventana (Pela Janela, Brasil-Argentina, 2017) / Dirección y guión: Caroline Leone / Elenco: Magali Biff, Cacá Amaral, Paloma Contreras / Fotografía: Claudio Leone / Edición: Anita Remón, Caroline Leone / Sonido: Federico Billordo / Duración: 87 minutos / Calificación: Apta para todo público
Simple, efectiva, notoriamente respetuosa con sus personajes y ajena al efectismo, Por la ventana es el sólido debut en la dirección de largometrajes de la paulista Caroline Leone. La protagonista de este film sensible y melancólico es Rosália, una eficiente operaria de 65 años que ha dedicado buena parte de su vida al trabajo en una fábrica de la periferia de San Pablo. Sin demasiados prolegómenos, la mujer es despedida y cae de inmediato en una profunda depresión. Quien entrará en escena para ayudarla es Zé, su hermano, que pronto debe realizar un viaje a la Argentina por motivos laborales.Uno de los grandes aciertos del film es su encomiable capacidad para evidenciar sutilmente la crudeza y la frialdad del capitalismo contemporáneo, en el que casi todos somos potencialmente descartables. Tanto Rosália como Zé cumplen órdenes de una estructura superior invisible, que podría ser cualquiera, porque en el fondo todas se parecen demasiado y operan con un desapego similar. Pero ese incidente doloroso también empujará a la protagonista a despegar por un rato de su rutinaria vida cotidiana y a respirar el aire de un mundo cuya riqueza excede al agobio de esa existencia mecánica.
Esa revelación, como suele suceder cuando un realizador sabe aprovechar la potencia del lenguaje cinematográfico, aparece en una escena sencilla y poética, con el agua furiosa de las Cataratas del Iguazú empapando la cara de Rosália para despertarla.
A. L.
Una semana y un día (Shavua ve Yom, Israel, 2016) / Dirección: Asaph Polonsky / Guión: Asaph Polonsky / Fotografía: Moshe Mishali / Edición: Tali Helter-Shenkar / Música: Ran Bagno / Elenco: Shai Avivi, Evgenia Dodina, Sharon Alexander, Uri Gavriel, Carmit Mesilati Kaplan, Tomer Kapon, Alona Shauloff / Distribuidora: CDI Films / Duración: 98 minutos / Calificación: Apta para mayores de 13 años
Director de treinta y pocos años hace su primer largometraje, cuyo argumento es el duelo más difícil de todos: el debido a la muerte de un hijo. Y sale airoso, muy airoso. Esas pocas palabras, en modo telegrama, deberían bastar para recomendar esta película israelí, para empezar a hablar de su singularidad. El realizador Polonsky nació en Washington pero se crió en Israel, Una semana y un día se presentó el año pasado en la Semana de la Crítica de Cannes y desde hoy es uno de esos puntos clave de la cartelera, de esas películas que tienen su propia voz y destacan entre mucho, demasiado ruido.
En el final del período de la semana de shivá -duelo luego del entierro- empieza, sin mayor introducción, esta notable película. Eyal (Shai Avivi) juega con muy visible vehemencia al ping pong, y el contraplano, luego, de forma seca, muestra a un pequeño contrincante, derrotado y casi aterrorizado ante tanto despliegue. El humor de Una semana y un día se presenta de forma inopinada, seca, sin refuerzos: el tono deadpan ayuda a una combinación inusual y muy efectiva de humor y dolor, y pocas otras películas pueden ostentar con tanta justicia ser denominadas una comedia dramática.
Eyal necesita alguna deriva, o seguir un poco más en ese momento de duelo, quizás por eso ese día más del título: quiere seguir sin poder mirar del todo de frente su propia realidad dolorosa. Se dedicará con esmero a buscar esas maneras de distraerse: mediante una fuerte determinación para armar un cigarrillo de marihuana, mediante peleas, ajustes de cuentas y también confraternización con sus vecinos. Eyal deambula pero con énfasis, en una de esas definiciones arriesgadas de personajes que pueden ser cruciales para la identidad de una película, en especial cuando se logran de manera no forzada.
Vicky (Evgenia Dodina) tiene su propia manera de lidiar con su duelo de madre y consiste en parte en pretender mayor normalidad, seguir con su trabajo, no faltar a su cita con el dentista. El director Polonsky no los rebaja jamás a estereotipo alguno -aunque, en ocasiones, la música de la película lo intente- y los construye con la fortaleza de la duda, de los tanteos, de la exploración acerca de cómo seguir viviendo. La capacidad de narrar todo el tiempo sin énfasis pero jamás de forma laxa se ve coronada por unos treinta minutos finales en los que se revela la mirada de un director que sabe mirar, y sabe hacernos ver.
J. P. F.
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