jueves, 21 de marzo de 2019

HISTORIAS DEL CRIMEN,


Tania Bruno: la niña cuyo homicidio, aún impune, despedazó a su familia
Quien sabe lo que efectivamente pasó a la hora de la siesta del domingo 16 de julio de 1995 en la casa de los Bruno nunca lo contó. Lo más probable es que se llevará ese secreto a la tumba. Aquella tarde, la sirena del cuartel de bomberos de Hernando sonó, y los habitantes de esta pequeña ciudad a 150 kilómetros de la capital cordobesa se pusieron en alerta; ese sonido era sinónimo de un hecho grave. Lo que nadie imaginaba en ese momento es que la sirena anunciaba un homicidio, el de una nena de ocho años: Tania Soledad Bruno. Un crimen que conmocionó a la provincia, primero, y a todo el país, enseguida. Un caso que dio mucho que hablar y que, tras el pico marcado por un juicio rápido, fulgurante y de final controversial, hace más de 23 años, entró en la meseta de la impunidad.
Aquel día, Fabricio, de 13 años -el mayor de tres hermanos-, entró en su casa y vio a Martín, el más chico, de dos, llorando sin consuelo. Enseguida vio a su mamá, Sandra Vignolo, tirada inconsciente en la cocina, con manchas de sangre en la cara y un cable de teléfono al cuello. Por último, a Tania, "la hermana del medio", sobre la cama matrimonial, exánime.
Fue el inicio de una pesadilla. Tania había sido asfixiada con una almohada, en su propio cuarto; después le ataron una soga elástica al cuello y la llevaron al dormitorio principal, según reconstruyeron los peritos. En el ambiente había olor a gas y los muebles estaban desordenados. A esa hora, Paul Bruno, el padre de familia, relataba un partido de fútbol en la cancha del pueblo. Ignorante de lo que había ocurrido en su casa. Incapaz de intuir que, a partir de ese momento, su vida se sacudiría y su familia se rompería para siempre.
Sandra Vignolo saluda a su madre y su tía al llegar a su casa
Horas después de que su hijo mayor encontrara la dramática escena, Sandra habló ante la policía. No lo haría nunca más; en el juicio se negó a declarar. Afirmó que un hombre "con bufanda hasta la nariz" golpeó la puerta y le dijo que venía a buscar unos papeles que le había dejado su marido.
"Cuando lo dejé entrar, se metió otro tipo que también llevaba puesta una bufanda. Los dos pelearon conmigo y trataron de hacer callar a Tania, que gritaba por lo que estaba pasando. ¡Pobrecita, era tan chiquita que se les fue la mano! Creo que no tenían intención de matarla". Ese testimonio, en especial, esa suerte de "justificación" del asesinato de su propia hija, despertó las sospechas de los investigadores. Por eso, y por la forma en que había quedado "desordenada" la casa, Sandra Vignolo quedó en la mira de la pesquisa.
La mujer pasó a ser la principal sospechosa y fue detenida, procesada y enviada a juicio. Su figura dividió a la opinión pública: durante 17 meses tanto la defenestraron como la defendieron. Así llegó al 20 de diciembre de 1996, cuando Vignolo se sentó en el banquillo ante la Cámara Criminal de Río Tercero, acusada de homicidio calificado.
Terminó absuelta por el beneficio de la duda, aunque el tribunal, presidido por José Clemente, no se privó de dejar asentado, en su fallo, que tenía "la impresión" de que Vignolo era culpable de la muerte de su hija, aunque se carecía de elementos para probarlo. Prevaleció el in dubio pro reo, y la Cámara ordenó que el homicidio volviera a ser investigado prácticamente desde cero por causa de las falencias en la instrucción y las "desprolijidades" en el manejo de la escena del crimen. La causa, finalmente, prescribió.
Paul Bruno, padre de Tania, se retira de Tribunales
El mismo día que el tribunal la absolvió, Vignolo volvió a hablar mientras iba al cementerio, a la tumba de su hija. "Con Tania tenía una relación muy especial. Pienso que por el hecho de no haberla visto muerta ella pasó a ser mi sol sin edad; es el rayito de luz que me ilumina y me da la fuerza para estar hablando con ustedes y haber pasado todo este tiempo".
Para que el crimen quedara irresuelto se conjugaron las contradicciones entre los policías que intervinieron en el caso, la falta de resguardo de la escena y la decisión de los padres de no declarar. Sobre este último punto, Moisés Yona, entonces fiscal de Cámara, planteó que hubo "un pacto de silencio entre los padres que comenzó luego del crimen". Todos los intervinientes en la investigación tuvieron como hipótesis que el asesinato se había producido porque Tania había visto lo que no debía.
Después del juicio, la familia se desintegró; los vínculos entre los padres empezaron a romperse con Vignolo en la cárcel; desde allí le escribió a una amiga contándole que se había enamorado de un policía de la Unidad Regional 7, la misma que había intervenido para investigar el crimen. La carta llegó a manos del marido, que de defender la inocencia de su esposa pasó a no ir más a las audiencias.
Hoy, 60 kilómetros separan a la expareja. Ella vive con aquel agente -con el que tuvo una hija- en Almafuerte, donde trabaja en la municipalidad. Perdió la tenencia de sus dos hijos varones, que no la quisieron ver más, sobre todo el mayor, enojado porque creía que su madre no había buscado saber qué había pasado con Tania.
Paul Bruno dejó el periodismo deportivo, se dedicó un tiempo a la parapsicología. Vivió en La Cumbrecita, donde se ligó a un complejo de cabañas, y regresó a Hernando, donde vive con su pareja.
Tania Bruno
Durante meses, en la tumba de Tania se acumularon cartas de sus compañeros de colegio; en 1995, y hasta que terminaron el curso de tercer grado, los chicos llevaron una foto de ella al aula del Gobernador Díaz, para tenerla presente.
Bruno nunca mencionó cuál era su idea de lo que podría haber pasado. Al poco tiempo del crimen, su hijo mayor lo encontró descompuesto después de que intentara suicidarse con pastillas.
En medio del juicio, sus allegados decían que les había comentado que el día de la sentencia llevaría dos pastillas de cianuro en el reloj. Si Sandra era condenada, tomaría una él y le daría otra a ella.
Quien todavía era su suegra, Olga Vignolo, repetía entonces: "Paul siempre tuvo dos caras. Es autoritario, de carácter fuerte. Si tengo que decir algo bueno de él, no puedo. Me mantuvo alejada de mi hija ocho años y ahora, cuando voy a la casa, trato de que él no esté. Sandra creció mucho en la cárcel, entendió muchas cosas. Creo que no podría volver con él".
Terminado el juicio, Paul cambió. Al año se presentó ante la Justicia y acusó a Sandra de haber intentado matar al hijo menor. Entregó dos grabaciones en las que supuestamente Martín contaba que su mamá le había puesto una bolsa en la cabeza y abierto el gas. Eso quedó en la nada. La mujer afirmó que su ex solo quería chantajearla.
La guerra entre la pareja incluyó más denuncias cruzadas. Pero si alguna vez lo hubo, nunca se quebró el "pacto de silencio" que dejó el crimen de Tania impune.
Los restos de la nena yacen en el nicho 300 del panteón comunitario de Hernando; están su foto y la placa "Vivirás eternamente en nuestro corazón. Tus familiares". La suelen visitar algunas de las que fueron sus compañeras; de su familia, prácticamente nadie.
Protagonista de la investigación
Iba a tercer grado en el colegio Gobernador Díaz, de Hernando. El 16 de junio de 1995 su hermano mayor la encontró muerta sobre la cama de sus padres. La habían asfixiado en su cuarto con una almohada y luego la llevaron a la habitación principal, donde la dejaron, con una soga al cuello.
En la escena del crimen estaba Martín, de 2 años, el hermano menor. Y la madre, Sandra Vignolo, desvanecida y con una cable de teléfono alrededor del cuello.Tania Soledad Bruno víctima, 8 años
En el momento del crimen, el padre de Tania, Paul Bruno, que era periodista deportivo, relataba un partido de fútbol de la liga local. Su mujer dijo que dos sujetos habían ido a buscar "unos papeles" que él debía darles, y que en ese contexto la atacaron y cometieron el crimen.
El crimen fue investigado por la Unidad Regional 7 y el juez Fernando Morales. El juicio se hizo ante la Cámara del Crimen de Río Tercero, el 20 de diciembre de 1996. Por falta de pruebas, atribuida a la impericia de la policía, el fiscal Moisés Yona, que había cuestionado el "pacto de silencio" de los padres de la víctima, se resignó a pedir la absolución de la acusada. El tribunal concedió el in dubio pro reo, aunque persistía en los jueces "la impresión" de que la madre era culpable.
Durante el juicio se supo que Vignolo, estando presa, había entablado una relación sentimental con un policía. Eso causó la ruptura del matrimonio. Desde entonces, ella y Bruno se acusaron mutuamente. Ambos viven en Córdoba, a 60 kilómetros uno de otro.
G. O.

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