Marcel Duchamp y el rechazo del trabajo, de Maurizio Lazzarato
El arte, forma combativa de pensar el tiempo y la vida
G. S.
“Es vergonzoso que seamos todavía obligados a trabajar simplemente para vivir […] ser obligados a trabajar con el único fin de existir; esto es una infamia”. La frase, contundente, pertenece a uno de los artistas más influyentes del siglo XX, Marcel Duchamp (1887-1968). Y no se trata de una frase ocasional, sino que es representativa de su modo de pensar el arte, el tiempo, la vida.
A recuperar a este Duchamp tan combativo desde las palabras y el pensamiento como lo fue desde su producción artística, se dedica el filósofo y sociólogo Maurizio Lazzarato (1955) en Marcel Duchamp y el rechazo del trabajo.
En la obra Moulin a café, de 1911, Lazzarato percibe los primeros pasos de Duchamp en la exploración de la tensión entre velocidad y posibilidad, movimiento y devenir, tiempo cronológico y tiempo del acontecimiento. Al lema del capitalismo “el tiempo es dinero” –y, por tanto, exigencia de velocidad en la producción para abastecer a un mercado en permanente movimiento–, Duchamp le opone la “acción perezosa” como una manera de hospedarse en un presente en el que la apertura a lo posible deje lugar para el acontecimiento.
Si la acción, regida por la gramática del poder capitalista, está orientada exclusivamente a la producción de dinero, “la pereza, por el contrario –sostiene el filósofo italiano– se concentra plenamente en el proceso, en el devenir de la subjetividad y de su potencia de actuar […] De la acción perezosa no se desprende una estética, sino una pragmática existencial”. Porque lo que la producción artística pone en evidencia, sostiene Lazzarato, es que la acción capitalista afecta también la percepción y la sensibilidad. Es decir, produce subjetividades. Para lograr una auténtica transvaloración de los valores es imprescindible entonces llevar adelante un proceso de desubjetivación (esto, contrarrestar la producción de sujetos funcionales a ese capital) y abrir espacios para nuevas formas de construir subjetividad.
Una vez liberado del empobrecimiento que la estandarización del mercado impone (incluso a las vanguardias), el artista verá que su tarea consiste no en producir objetos, “sino una serie de relaciones, de intensidades y de afectos que constituyen todo un conjunto de vectores de subjetivación” que abrirán coordenadas para que acontezcan nuevas experiencias. Precisamente por ello, concluye el pensador italiano, “el arte es una de las técnicas existentes que permiten ampliar y enriquecer la capacidad de actuar”.
La vigorosa exposición sobre Duchamp –en la que se advierte una fuerte impronta del pensamiento de Gilles Deleuze– se completa con un breve artículo en el que el autor analiza algunas perspectivas de la sociología francesa actual acerca del trabajo.
Marcel Duchamp y el rechazo del trabajo
Por Maurizio Lazzarato
Red. Trad.: A. L. Prestifilippo
70 páginas, $1200
“Es vergonzoso que seamos todavía obligados a trabajar simplemente para vivir […] ser obligados a trabajar con el único fin de existir; esto es una infamia”. La frase, contundente, pertenece a uno de los artistas más influyentes del siglo XX, Marcel Duchamp (1887-1968). Y no se trata de una frase ocasional, sino que es representativa de su modo de pensar el arte, el tiempo, la vida.
A recuperar a este Duchamp tan combativo desde las palabras y el pensamiento como lo fue desde su producción artística, se dedica el filósofo y sociólogo Maurizio Lazzarato (1955) en Marcel Duchamp y el rechazo del trabajo.
En la obra Moulin a café, de 1911, Lazzarato percibe los primeros pasos de Duchamp en la exploración de la tensión entre velocidad y posibilidad, movimiento y devenir, tiempo cronológico y tiempo del acontecimiento. Al lema del capitalismo “el tiempo es dinero” –y, por tanto, exigencia de velocidad en la producción para abastecer a un mercado en permanente movimiento–, Duchamp le opone la “acción perezosa” como una manera de hospedarse en un presente en el que la apertura a lo posible deje lugar para el acontecimiento.
Si la acción, regida por la gramática del poder capitalista, está orientada exclusivamente a la producción de dinero, “la pereza, por el contrario –sostiene el filósofo italiano– se concentra plenamente en el proceso, en el devenir de la subjetividad y de su potencia de actuar […] De la acción perezosa no se desprende una estética, sino una pragmática existencial”. Porque lo que la producción artística pone en evidencia, sostiene Lazzarato, es que la acción capitalista afecta también la percepción y la sensibilidad. Es decir, produce subjetividades. Para lograr una auténtica transvaloración de los valores es imprescindible entonces llevar adelante un proceso de desubjetivación (esto, contrarrestar la producción de sujetos funcionales a ese capital) y abrir espacios para nuevas formas de construir subjetividad.
Una vez liberado del empobrecimiento que la estandarización del mercado impone (incluso a las vanguardias), el artista verá que su tarea consiste no en producir objetos, “sino una serie de relaciones, de intensidades y de afectos que constituyen todo un conjunto de vectores de subjetivación” que abrirán coordenadas para que acontezcan nuevas experiencias. Precisamente por ello, concluye el pensador italiano, “el arte es una de las técnicas existentes que permiten ampliar y enriquecer la capacidad de actuar”.
La vigorosa exposición sobre Duchamp –en la que se advierte una fuerte impronta del pensamiento de Gilles Deleuze– se completa con un breve artículo en el que el autor analiza algunas perspectivas de la sociología francesa actual acerca del trabajo.
Marcel Duchamp y el rechazo del trabajo
Por Maurizio Lazzarato
Red. Trad.: A. L. Prestifilippo
70 páginas, $1200
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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