Alejandro Casavalle logra magia en escena a partir de elocuentes imágenes y un texto contundente
P. G.
Moje Holka, moje holka
★★★★ Dramaturgia: Amaranta Osorio e Itziar Pascual. Dirección, puesta en escena e ilusionismo: Alejandro Casavalle. Intérpretes: Alma Buffay y Marianella Zappelli. Asistente en escena y de dirección: Sofía Landau y Nina Casavalle Sofiro. Enlace y Asesoramiento histórico: Macarena Mochon. Diseño de Insectos para sombras: Nina Casavalle Sofiro. Diseño de Luces: Magalí Perel. Dirección y realización de arte visual: Gastón Zambón. Dirección musical: Eva Lopszyc. Funciones: Domingos, a las 15.30. Sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378. Duración: 60 minutos.
Esta propuesta permite vivenciar una tarde de domingo única y distinta en la zona del Abasto porque incluye almuerzo y merienda en el bar del Extranjero, antes o después de la obra. Claro que no es obligado, pero hay un combo en el precio que lo permite, y no es azaroso. Cumple con el ritual del teatro: el hecho artístico sumado al encuentro, a la charla, al análisis. Moje holka, moje hola, mi niña, niña mía es una historia pero son dos historias. Dos mujeres, dos tiempos, unidos por el terrible recuerdo de la Shoá. El foco de atención es el ghetto de Terezín (en donde hoy es la actual República Checa), aquel campo de concentración que el gobierno nazi utilizó como propaganda a partir del desarrollo artístico de los prisioneros judíos. Lo cierto es que era un lugar de tránsito hacia el exterminio, y muchos de quienes allí estaban ejercían el arte, claro, en medio del horror. Allí hay una actriz que resiste y sobrevive como puede, enseñando actuación, haciendo teatro. Una paradoja en medio del infierno. Paralelamente una joven entomóloga que investiga a las luciérnagas, vive en otra realidad, otro tiempo, sin saber que también es una sobreviviente del Holocausto. Basada en hechos reales, la pieza que en forma mágica dirigió Alejandro Casavalle es fundamental en estos tiempos para mostrar al teatro como foco de esperanza, como luz en la oscuridad.
Alma Buffay y Marianella Zappelli, en Moje Holka, moje holka
Casavalle y su equipo de talentos creativos (sobre todo por Gastón Zambón y Magalí Perel) llevan al espectador de viaje a través de imágenes que pueden transmitir el miedo o el horror, pero también la belleza y la esperanza. Se genera una comunión íntima entre lo que ocurre en el espacio escénico y la platea. Una sensibilidad compartida. Uno se transporta a través de esa atmósfera de niebla, oscuridad, vacío, en un virtuoso trabajo de magia visual. Sin golpes bajos y con mucha ternura, el director conduce a sus actrices (Alma Buffay y Marianella Zappelli) por un viaje emotivo que, además, se ve beneficiado por el contundente texto de Amaranta Osorio e Itziar Pascual.
Moje Holka, moje holka
★★★★ Dramaturgia: Amaranta Osorio e Itziar Pascual. Dirección, puesta en escena e ilusionismo: Alejandro Casavalle. Intérpretes: Alma Buffay y Marianella Zappelli. Asistente en escena y de dirección: Sofía Landau y Nina Casavalle Sofiro. Enlace y Asesoramiento histórico: Macarena Mochon. Diseño de Insectos para sombras: Nina Casavalle Sofiro. Diseño de Luces: Magalí Perel. Dirección y realización de arte visual: Gastón Zambón. Dirección musical: Eva Lopszyc. Funciones: Domingos, a las 15.30. Sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378. Duración: 60 minutos.
Esta propuesta permite vivenciar una tarde de domingo única y distinta en la zona del Abasto porque incluye almuerzo y merienda en el bar del Extranjero, antes o después de la obra. Claro que no es obligado, pero hay un combo en el precio que lo permite, y no es azaroso. Cumple con el ritual del teatro: el hecho artístico sumado al encuentro, a la charla, al análisis. Moje holka, moje hola, mi niña, niña mía es una historia pero son dos historias. Dos mujeres, dos tiempos, unidos por el terrible recuerdo de la Shoá. El foco de atención es el ghetto de Terezín (en donde hoy es la actual República Checa), aquel campo de concentración que el gobierno nazi utilizó como propaganda a partir del desarrollo artístico de los prisioneros judíos. Lo cierto es que era un lugar de tránsito hacia el exterminio, y muchos de quienes allí estaban ejercían el arte, claro, en medio del horror. Allí hay una actriz que resiste y sobrevive como puede, enseñando actuación, haciendo teatro. Una paradoja en medio del infierno. Paralelamente una joven entomóloga que investiga a las luciérnagas, vive en otra realidad, otro tiempo, sin saber que también es una sobreviviente del Holocausto. Basada en hechos reales, la pieza que en forma mágica dirigió Alejandro Casavalle es fundamental en estos tiempos para mostrar al teatro como foco de esperanza, como luz en la oscuridad.
Alma Buffay y Marianella Zappelli, en Moje Holka, moje holka
Casavalle y su equipo de talentos creativos (sobre todo por Gastón Zambón y Magalí Perel) llevan al espectador de viaje a través de imágenes que pueden transmitir el miedo o el horror, pero también la belleza y la esperanza. Se genera una comunión íntima entre lo que ocurre en el espacio escénico y la platea. Una sensibilidad compartida. Uno se transporta a través de esa atmósfera de niebla, oscuridad, vacío, en un virtuoso trabajo de magia visual. Sin golpes bajos y con mucha ternura, el director conduce a sus actrices (Alma Buffay y Marianella Zappelli) por un viaje emotivo que, además, se ve beneficiado por el contundente texto de Amaranta Osorio e Itziar Pascual.
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L. G.
Siervos
★★★ Autoría y dirección: Pedro Gundesen y Enrique Lozano. Intérpretes: Martín Bertani, Daniel Di Cocco, Marcela Díaz, María Alejandra Hollender, Patricia Roncarolo y Valeria Santa. Escenografía: Tony D’Fabrici. Vestuario: Paula Bianchini. Luces: Marco Pastorino. Sala: Beckett, Guardia Vieja 3556. Funciones: sábados, a las 21.30. Duración: 75 minutos.
El argentino Pedro Gundensen (Argentinien, Kilómetro Limbo) y el colombiano Enrique Lozano (Transmigración, Noche oscura Lugar tranquilo) se conocieron en Panorama Sur, un programa de intercambio internacional de dramaturgias. De esas cuatro manos nacieron dos obras, Piel de lava, que no se llevó a escena, y Siervos, estrenada en el Beckett, también con dirección conjunta.
Siervos y ciervos, la obra juega con ambas ortografías y semánticas que bien podrían ser dos obras diferentes aportadas por cada autor y que la reunión fundió en una sola. Por un lado, un millonario adicto a la caza mayor y su hastiada esposa son visitados por una pareja que busca ascenso social; por otro, la caída de un rayo misterioso provoca que los deseos ocultos de estos personajes se cumplan inexorablemente.
Ambas líneas se cruzan de manera disparatada, amparadas por la tormenta en una desolada noche de campo. La voz en off de uno de los personajes introduce los actos en que se divide la obra, a modo de breve explicación mientras los espectadores observan a los actores realizar los cambios de la austera escenografía (un mantel en el piso para el picnic, el mangrullo para la caza, la mesa para el living). La iluminación es opaca porque nada estará del todo claro en esta comedia fantástica con camafeos mágicos y variadas transmutaciones de viejo a joven, de pobre a rico, de banal a explosiva, de sana a inválida, de varón a lesbiana (las actrices Marcela Díaz y Patricia Roncarolo son precursoras locales en las performances Drag King), extraños resultados que como suele suceder con los hechizos y las ansias más profundas, no son manejables al pisar la realidad. Cautivos de sus flaquezas, estos Siervos imaginados por la dupla Gundesen-Lozano constituyen una ‘’rara’' pieza para el circuito off, algo no esperado como la cornamenta de un semental en la pared de un monoambiente.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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