domingo, 21 de noviembre de 2021

VAMOS AL TEATRO


Manuela Rosas: retrato histórico emotivo y preciso
Cristina Banegas construye a su criatura con notable intensidad
C. P.
Cristina Banegas, en Manuela Rosas

★★★★ Dramaturgia y dirección: Graciela Camino. Intérpretes: Cristina Banegas, Elena Gowland. Dibujos en arena: Alejandro Bustos. Diseño de movimiento: Jazmín Titiunik. Música: Wenchi Lazo. Iluminación: Marcelo Cuervo. Vestuario: Jorge Orlando, Manuel Becho Lo Bianco. Teatro: El excéntrico de la 18º, Lerma 420. Funciones: sábados, a las 19 y a las 21. Duración: 40 minutos.
El libro de Lidia González, Jamás escribo lo que no debe verse, resulta el punto de partida ideal para la construcción de este proyecto. Allí se recopilan cartas que Manuela Rosas escribió a su amiga Petronila Villegas de Cordero durante los veinte años que vivió en Londres, ciudad a la que llegó siendo muy joven, acompañando a su padre, Juan Manuel de Rosas.
Graciela Camino construye una dramaturgia que no sólo busca hilvanar los textos de esa correspondencia sino que propone un juego en el que se irán combinando palabras, imágenes, movimientos, que terminarán transformándose en un sólido entramado que resulta sumamente inquietante para el espectador.
Una narradora, Elena Gowlan, introducirá la historia y a la vez irá guiando la acción. Así irá reconstruyendo la vida de Manuela. Primero en una Buenos Aires políticamente convulsionada y luego en Inglaterra, donde ella empezará a dar forma a su personalidad.
Aunque alejada de la tierra que la vio nacer no dejará que la distancia la separe de su amiga Petronila. En cada una de sus cartas dará testimonio del momento que le toca vivir y busca iluminar su interés y su afecto por un universo entrañable que dejó en Buenos Aires.

Elena Gowlan y Cristina Banegas, en Manuela Rosas
Mientras Gowlan relata siguiendo un preciso tiempo narrativo, cargado de sutilezas, Cristina Banegas reconstruye a Manuela con una notable intensidad. Su fuerte presencia, las imágenes que construye mientras da lectura a cada una de las cartas, resultan provocadoras de una emoción muy genuina.
Dentro de la excelencia del equipo técnico que da forma a la propuesta resulta sumamente destacable la labor de Alejandro Bustos. Él va proyectando sobre una pared sus dibujos en arena, generando un marco escenográfico por momentos y en otros amplía, con fuerza, los climas del relato.

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Los secretos: Dos artistas inmensos en una obra oscura y con humor
Una unión excepcional entre la dramaturgia, la dirección y las interpretaciones
G. I.
Iván Moschner y Paula Fernández Mbarak, brillantes en Los secretos, de Juan Andrés Romanazzi

★★★★ Dramaturgia y dirección: Juan Andrés Romanazzi. Intérpretes: Paula Fernández Mbarak, Iván Moschner. Vestuario: Julia Camejo. Iluminación: Leandro Crocco. Música: Gabriel Motta. Teatro: El portón de Sánchez. Sánchez de Bustamante 1034. Funciones: Lunes 21:00 hs. Duración: 60 minutos.
Los que recorren el teatro independiente saben que Paula Fernández Mbarak e Iván Moschner son dos de los actores más interesantes del circuito. Obras relevantes como Mi hijo solo camina un poco más lento y Los hombres vuelven al monte han demostrado la enorme calidad de sus interpretaciones. Verlos juntos es una invitación atractiva. A esto se suma la pluma y dirección de Juan Andrés Romanazzi quien, después de Las promesas y en paralelo a la dirección de Luna vampira actualmente en cartel, se confirma aquí como una voz destacada de las nuevas generaciones.
Dos zonas apartadas con un pedestal entre ambas (o al menos eso parece al comienzo) arman el espacio escénico. Una está rodeada de libros, es el lugar donde una profesora de literatura cuenta con humor sus desgracias amorosas. El otro, una silla alta en la que un hombre que recientemente perdió a su madre habla de cómo ha conseguido un trabajo de guardia de seguridad en esa versión moderna consistente en grandes pantallas que muestran al empleado que observa. Ella se enamora de esa imagen virtual, él se muestra interesado por esa mujer que insiste en quedarse frente al departamento que custodia. Múltiples lecturas se abren a partir de esto: la realidad y la virtualidad, el deseo y lo concreto, la gente solitaria que se aferra a las ilusiones, el mercado laboral, el espacio que la poesía abre en la vida. A medida que la pieza avanza, la ternura que estaba en primer plano empieza a correrse y se ven las facetas oscuras que estos personajes guardan, los secretos que dan vida a la obra. La historia tiene mucho humor, en ocasiones oscuro, su trama es fácil de seguir pero sus connotaciones tienen mucha complejidad. Asistimos a lo que estos personajes son capaces de sacrificar con tal de obtener algo que no es una vida feliz y plena sino algo más íntimo: una necesidad desesperada de cuidar y ser cuidados. Fuera de respuestas obvias y edulcoradas, la obra dispara preguntas incómodas, esas que sabe plantar el buen teatro y que resuenan mucho más allá de dejar la sala. Los secretos es una unión excepcional de actores, texto y puesta.


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