lunes, 18 de enero de 2016

ASOMBROSA TECNOLOGÍA

Ningún adelanto tecnológico nace con restricciones y regulaciones. Es su desempeño en la vida diaria de las personas lo que transforma su forma de uso. Algunos terminan envueltos en normas no escritas para evitar alterar la convivencia en espacios públicos, mientras que otros usos pasaron a formar parte del grupo de los dispositivos electrónicos regulados.



A lo largo de estos años, los celulares han pasado por varias de estas adaptaciones a las reglas sociales. Hay varios casos que alguno habrá experimentado alguna vez durante la convivencia con la tecnología.

Una es la tentación de ver las notificaciones en pantalla, y responder algún chat suele ser una actitud regañada en las filas de los bancos por los guardias de seguridad. ¿O quién no ha experimentado la molestia de estar en el colectivo con un pasajero que comparte su lista de temas a todo volumen mediante el altavoz del smartphone? Es casi imposible congeniar las canciones para ambientar un espacio público. Y menos con este clima veraniego.
Otros dispositivos no tuvieron tanto recorrido en las normas sociales de uso. Los anteojos de Google venían a revolucionar la forma de interactuar con la tecnología, pero sus entusiastas usuarios comenzaron a ser calificados como glassholes, expertos que se ufanaban del uso exclusivo de un producto cuya presencia alteraba a propios y extraños.
A pesar del éxito comercial, los hoverboards, patinetas eléctricas descendientes directas del segway, fueron retirados de Amazon tras estar involucrados en accidentes domésticos. Además, algunos modelos experimentaron un comportamiento inestable en sus baterías, con explosiones espontáneas durante su carga.


Por su parte, los vehículos aéreos controlados a distancia, reservados sólo para los aficionados al aeromodelismo, lograron saltar al mercado de la mano de los drones.
Todo muy lindo, pero no es un juguete. Estos equipos exigen un manejo idóneo y, por sus dimensiones, una serie de medidas de seguridad. En varios espacios públicos está prohibido su uso, y las autoridades gubernamentales consideran que su uso debe ser regulado por cuestiones de seguridad. No es un mero capricho. También hay intereses comerciales en la mira: con Prime Air, Jeff Bezos dijo que la tecnología está lista para que Amazon comience a realizar entregas a domicilio con drones.




INSÓLITO PERO REAL


La miniaturización de los aparatos electrónicos podría convertir la vida diaria de las personas, y de los animales, en una situación de conexión permanente, con sensores colocados en la frente, los brazos o en anteojos, e incluso micrófonos dentro de la boca.
La segunda edición de la exposición "wearable" -un término que hace referencia al conjunto de aparatos y dispositivos electrónicos que se incorporan en alguna parte de nuestro cuerpo - abrió la semana última en Tokio. Y ofreció otro vistazo a estos aparatos que se aplican a campos tan diversos como la salud, el deporte, el mantenimiento, el entretenimiento o incluso la comunicación con los animales.
Masayoshi Asai diseñó un collar-sensor conectado a una aplicación para smartphones que es capaz de traducir "los comportamientos de gatos o perros en sentimientos que aparecen en una pantalla", como el hambre o el sueño. "Es como la Internet de los animales", explica, haciendo referencia a la Internet de las Cosas (que conecta objetos cotidianos como una heladera o un tacho de basura a la Red).
El collar que detecta el ánimo de la mascota es fabricado por Anicall, una firma conocida por este tipo de dispostiivos.
"Pero no sólo esto. Al registrar estos comportamientos, se puede por ejemplo detectar una anomalía potencialmente reveladora de una enfermedad", indica. Ya existen otros collares de este tipo en el mercado.
Al contrario de los animales, los seres humanos no necesitan sensores para comunicar sus deseos, pero aún así los aparatos electrónicos corporales pueden satisfacer otras necesidades.
El profesor Shusuke Yoshimoto, de la Universidad de Osaka, presentó "un sistema sensorial simple que se adhiere a la frente" para interpretar las ondas neuronales. Puede ser utilizado para detectar la reacción de un paciente paralizado a un tratamiento médico o pedir algo con un simple parpadeo.
Hiroyuki Sasaki, de la firma Hakugan, muestra una montura de anteojos que permite hacer un electroencefalograma.
Corregir la postura
El conglomerado Toshiba diseñó por su parte un sensor que se pega al pecho "para evaluar la calidad del sueño, teniendo en cuenta, el pulso, la temperatura de la piel y el flujo sanguíneo", explica el investigador Fumihiko Madate.
En cuanto a NEC, sus investigadores imaginaron, junto con el fabricante de textiles Gunze, un pequeño dispositivo (todavía en forma de prototipo) que también se coloca en el pecho y que "analiza la postura, mide el ritmo cardíaco y el consumo de calorías de una persona utilizando las propiedades eléctricas del tejido de su camisa", describe Motoyoshi Hasegawa.
Un prototipo de Gunze de tela que incorpora sensores para hacerla sensible al tacto
El usuario recibe la información, por ejemplo sobre si tiene o no una postura correcta, en su smartphone. "Así podemos prevenir dolores de espalda", detalla Katsumasa Kono, quien trabaja en estos dispositivos en Gunza.
Captar, analizar, corregir, es también lo que hace Yamaha, el fabricante de pianos y otros instrumentos musicales, con guantes que permiten registrar los movimientos precisos de los dedos de un virtuoso.
Los guantes de Yamaha permiten registrar los movimientos precisos de un pianista para luego analizar su técnica.
Estas tecnologías de captura de parámetros físicos pueden usarse con anteojos de realidad aumentada, donde información proveniente de una base de datos se superpone a lo que uno está realmente viendo para, por ejemplo, guiar los gestos de un chef de cocina -lo que propone Toshiba- o de un cirujano.
Los Toshiba Wearvue de realidad aumentada tienen un proyector interno que proyecta imágenes sobre el vidrio de los anteojos
Sin embargo, la manipulación de estos aparatos en miniatura puede a veces ser complicada, pero ya hay algunas soluciones. Sharp, por ejemplo, desarrolló un pequeño proyector que permite mostrar información sobre cualquier superficie (la palma de la mano o una pared), con lo que no es necesario tener un smartphone.
Murata, especialista de los pequeños componentes, redujo el tamaño de los conmutadores circulares "para que quepan en patillas de unos anteojos" y Toshiba trabaja en los comandos de voz como interfaz de instrucción, uno de los modos más naturales.
El sistema de Brother, pensado para técnicos que deben arreglar maquinaria compleja, simula una pantalla de 13 pulgadas a un metro de distancia del usuario

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