viernes, 17 de junio de 2016

GÜEMES: LA PACHAMAMA EN ARMAS




Héroe gaucho, según Carpani


UN "ESPADA CON CABEZA" POPULAR
¿Cómo le contaron a usted la historia de Martín Miguel de Güemes en su escuela primaria, en la secundaria y en la universidad? ¿Y en la TV? ¿Y en el Cine?
Ahora que los directos descendientes de quienes lo mataron por la espalda lo pusieron un rato en la vidriera votando en el Congreso Nacional (y esta vez no hubo "veto" presidencial) que a partir de este 17 de junio de 2016 don Martín Miguel pasa a integrar el podio de los principales conductores de la guerra que nos dio la Independencia Política hace 200 años, resulta muy bueno que reflexionemos acerca de la importancia de lo absolutamente merecido del reconocimiento.
La figura de José de San Martín recién tomó la dimensión que hoy nadie puede discutir recién en 1950, a partir de un año entero de esclarecimiento acerca de su lucha, que no por casualidad fue conducida por el gobierno nacional y popular de Juan Domingo Perón.
Manuel Belgrano debió esperar algunos años más. Porque los encargados de informarnos sobre su personalidad (política y militar) sólo nos enseñaban que don Manuel había creado nuestra Bandera con los colores del cielo (y además era un poquito amanerado). La "estampita" Belgrano recién dejó de ser una figurita cuando otro gobierno nacional y popular decidió promover el conocimiento de su lucha ya entrado el siglo veintiuno.
Bien, hasta ahora ya más o menos tenemos en claro que nuestros dos próceres "grandes entre los grandes" son San Martín y Belgrano.
Que ninguno de los dos había "jugado a los soldaditos", que la lucha que encararon en los años del 1800 tenía fines a largo plazo. Con el estudio concienzudo de lo que pensaron e hicieron, a muchos argentinos nos quedó claro que "veían" por lo menos a doscientos años de distancia.
Bueno, cuando menos lo pensábamos llegó el momento de poner en su lugar la memoria de don Martín Miguel de Güemes.
Somos muchos los que desde hace largo tiempo venimos haciendo lo posible para que se valore lo realizado por este salteño condenado al casi "ninguneo" por instituciones educativas y medios de comunicación.
Muchos, digo, pero muy pocos para los que deberíamos ser. Porque reivindicar la lucha de un Güemes no debería ser una lucha quijotesca, encarada desde esfuerzos casi en soledad en las escuelas y/o desde pequeños espacios radiales o de cortos audiovisuales con muy poca difusión.
En este "momento menos pensado" pero ¡más que bienvenido! en que los legisladores nacionales que representan a un partido político "oficial" inspirado en los fines egoístas de quienes nunca quisieron a Güemes y con el apoyo de algunos que aunque se disfracen de gauchos güemistas cada 17 de junio nunca siquiera pensaron en defender los principios del gran Martín (los Romero, los Urtubey, por dar un par de ejemplos) nuestros corazoncitos están alegres. ¡Ya lo creo que sí!
Por eso he recurrido a publicaciones del troesma Galasso, a alguna de Carlos Del Frade y a papeles que andan sueltos por ahí, para celebrar esta casi "puesta en valor" de este conductor liberador, a quien no le ocurría lo que a Juan Lavalle, militar muy defendido por la "historia oficial" (Mitre y seguidores) y a quien por haber mandado fusilar "por su orden" a Manuel Dorrego hasta los propios lo definieron como un "espada sin cabeza".
Ricardo Luis Acebal

"Si se duerme don Martín, no habrá ninguno que duerma..." ("La poncho colorado", zamba de Nella Castro e Hilda Herrera)
 
 
GÜEMES FUE TRAICIONADO POR LAS CLASES ALTAS DE SALTA Y JUJUY
por Carlos Del Frade
Doscientos años después es necesario preguntarse por qué. Belgrano y Güemes fueron atacados por la misma clase social que nunca le perdonará a Belgrano avalar el pedido de Güemes para institucionalizar el fuero gaucho por el que cada uno de los peones que prestaban servicio en la guerra por la independencia debían ser tratados como hombres libres y no responder entonces a los caprichos de los señores feudales de Salta, Jujuy y Tucumán.
"El cabildo de Salta, formado   por las clases altas de la ciudad, cansadas de pagar las contribuciones forzosas que exigía Güemes, aprovechando la ausencia del caudillo, lo acusó de "tirano" y lo declaró depuesto. Muchos de sus miembros se habían puesto de acuerdo con el general español Olañeta para entregarle la ciudad. Güemes regresó sin prisa, ocupó pacíficamente la ciudad, y perdonó a los "revolucionarios".
Ésa fue la llamada "Revolución del Comercio". Aunque fracasada, dio inicio a un partido de oposición, conocido como "Patria Nueva", enfrentando a la "Patria Vieja", es decir, al partido de Güemes.
Para el investigador Aramayo, la guerra de la independencia   fue "la única guerra revolucionaria que protagonizaron las masas populares y sus jefes" y cuyo escenario principal fueron el actual territorio del Noroeste Argentino y el Alto Perú, hoy República de Bolivia.
 
Dos momentos de "La guerra gaucha", película dirigida por Lucas Demare
 
Existen distintas apreciaciones sobre la cantidad de combates y batallas que se libraron en territorio salteño y jujeño. Según el Archivo Capitular de Jujuy, que estudió Ricardo Rojas, fueron 159, de las cuales 124 se libraron en Jujuy. En un reciente trabajo, Rodolfo Campero, dice que en total fueron 231".
Para Aramayo no hay duda alguna: "Lo que entusiasmaba a nuestros antepasados originarios eran las propuestas y las ideas revolucionarias. Juan José Castelli en su proclama leída en Tiwanaku, con motivo del primer aniversario del 25 de mayo de 1810, dice: "Siendo los indios iguales a todas las demás clases en presencia de la ley, deberán los gobernadores intendentes, dedicarse con preferencia a informar de las medidas inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los abusos introducidos en perjuicio de los indios...promoviendo su beneficio en todos los ramos y con particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimiento de escuelas en sus pueblos y excepción de cargas e imposiciones indebidas".
Concluye  Aramayo con que el contenido revolucionario en Castelli es el mismo que late en el bando redactado por Güemes el 11 de abril de 1818, "a través del cual sanciona el fuero eterno de los originarios y criollos pobres que formaban las milicias de los escuadrones que combatían a los realistas". Por esta posición, Güemes fue víctima de la conspiración de la clase terrateniente de la que provenía, preparada con los cabildantes de Salta y de Jujuy, junto al Gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz y el mismísimo General Olañeta, jefe del ejército realista y que terminó en su asesinato".
En su investigación, dice que la participación de los originarios , criollos pobres y negros fueron aumentando en el transcurso de la guerra.
En Suipacha eran 600 combatientes. En Tucumán, 1.800. En Vilcapugio y Ayohuma, llegaban a 3.500 y el llamado regimiento de artillería de la Patria contó con 1.368 hombres.
Hacia 1810,   la población blanca de Salta y Jujuy no superaba las dos mil personas, sobre un total de dieciocho mil.
 
GÜEMES SEGÚN NORBERTO GALASSO
Según Norberto Galasso ("Historia de la Argentina" Tomo 1-Colihue-mayo 2011):
Nacido en Salta en 1785, Güemes pelea contra las invasiones inglesas y adhiere luego a la Revolución de Mayo, colaborando con el Ejército del Norte en la lucha contra los realistas. Pero Güemes no solo es el caudillo defensor de la democracia y la soberanía, sino que se convierte en representante de los gauchos y sectores populares de la provincia.
Comandante general de la vanguardia del ejército, designado por San Martín en 1814 y, poco después elegido gobernador por el Cabildo , desarrolla una política social que le gana el afecto de los pobres y el odio de la reaccionaria oligarquía salteña. Así, en 1816 sanciona que quien preste servicios a la patria como miliciano, mientras lo haga no paga arrendamiento de las tierras que alquila, disposición que amplía luego convirtiéndola en un verdadero "fuero gaucho": quienes están enrolados en el ejército no pueden ser "ejecutados, ni compelidos al pago de cualquier cosa que adeudaran, fundando la medida en que, pues era gente infeliz que sin sueldo, ni recompensa alguna, prestaba sus servicios a la Patria así con sus escasos intereses como con su propia vida, justo era que el acreedor que no prestaba estos servicios militares, contribuya de este modo a la causa pública no exigiéndolo.
Asimismo, reclama a las familias acaudaladas que realicen aportes para financiar los gastos de la defensa, aunque con escaso resultado. Según le comenta a Manuel Belgrano, en una carta del año 1818: "Creía que asustando un poco a esos caballeros se ablandarían y me socorrerían. Pero me engañé. Hice correr la voz de que los llevaría en la vanguardia y que para quedarse darían alguna cosa para ayuda de los que trabajan. Pues con todo este aparato no he conseguido otra cosa que calentarme la cabeza. Se juntó el vecindario en casa del Alcalde de Primer Voto y entre todos, apenas han dado cuatro porquerías con que han auxiliado treinta gauchos y esto dando a uno una camisa, a otro un poncho de picote y a otro un pedazo de jerga vieja.
¿Qué tal? ¿Caballos? Unos cuantos; acaso los peores que han podido hallar, de suerte que con dificultad llegarán a Jujuy. A vista de esto ¿no he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos? Ellos trabajan personalmente y no exceptúan ni aún el solo caballo que tienen, cuando los que reportan ventajas de la revolución no piensan otra cosa que engrosar sus caudales".
Visto el escaso patriotismo de los ricos, Güemes les impone fuertes tributos y empréstitos forzosos.
 
El historiador Norberto Galasso
 
Güemes no fusiló, ni azotó, ni confiscó bienes, señala Frías, pero aplicó fuertes multas y sanciones humillantes, como a Tezanos Pinto y al coronel Zerda. Este historiador conservador lo inculpa de una guerra civil o de razas o clases y de los excesos del "mulataje fanatizado" Así fue odiado por la clase alta, para la cual, según Frías, "Güemes había sido en el norte lo que Artigas en el Oriente". "Comenzó a infundirles la noción de sus derechos (a la plebe y al mulataje). Se abrió hacia ellos, alentó su sentimiento de dignidad, los protegió y se puso poco a poco a su lado en la balanza en que jugaba la suerte la gente decente; con lo que el mulataje de natural altanero y atrevido, amigo de la libertad y la ociosidad, fue tomando alas, ensanchando su osadía y caldeando su odio hacia la raza blanca (...) hasta que llegaría el día en que se convertiría (...) en una malvada e insolente canalla que habrá de (...) imponer su repugnante dominación". En otra parte afirma Frías: "que Güemes era un monstruo peligroso (...) cuya mirada (...) causó tal espanto en el espíritu de una joven, que cayó enferma en cama del arrebato", suceso que divulgó en el pueblo la versión de que Güemes embarazaba a las mujeres con solo mirarlas.
Agrega Frías que la gente decente tenía por Güemes un odio profundo, "era el hombre más odiado de su época". Él, por su parte, arengaba a sus gauchos de esta manera:
"Esos que veis de frac, esos son vuestros enemigos y por consiguiente los mios (...) Mientras os conservéis unidos a vuestro general y protector, os aseguro que vivirán garantidos vuestros derechos y vuestra libertad, a despecho de esos miserables que nos odian; a mí porque les tomo unos cuatro reales para sostener a vosotros que defendéis su propia libertad luchando y dando la vida por la Patria; y a vosotros porque os ven resueltos a no ser más humillados ni esclavizados por ellos. Todos somos libres y todos tenemos iguales derechos porque todos somos hijos de la misma Patria, que hemos arrancado de la servidumbre quebrando con nuestros esfuerzos el yugo español. ¡Soldados de la Patria! ¡Ha llegado el tiempo de que seáis hombres libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!"
¿Quiénes eran esas familias de la oligarquía salteña que odiaban a Güemes? Los Cornejo, Uriburu, Saravia, Zuviría, Usandivaras, Tezanos Pinto, Huergo y otros. La lucha de clases se ofrece desnuda y clara en el panorama político del norte argentino. De un lado, el pueblo y su caudillo Güemes, "adorado de los gauchos, que no veían en su ídolo sino al representante de la ínfima clase, al protector y padre de los pobres, como lo llamaban. Y también, porque es preciso decirlo, al patriota sincero y decidido por la independencia; porque Güemes lo era en alto grado. El despreció las seductoras ofertas de los generales realistas, hizo una guerra porfiada y al fin tuvo la gloria de morir por la causa de su elección, que era la de la América entera" (Paz, José María: "Memorias póstumas del general José María Paz", Buenos Aires, Almanueva, 1954, tomo 1 pag. 91).
Del otro lado, los privilegiados: "Güemes concedió una extremada licenciosidad a sus gauchos -señala Félix Frías-  y la propiedad, sobre todo, quedó sin amparo. La gente decente que era contra quien embestían las iras envidiosas de las clases inferiores, se veía ultrajada y escarnecida por una plebe grosera, raza de esclavos, animada y unida a un gobierno cómplice de sus desenfrenos, que la tomaba como un instrumento político para ajar y deprimir a sus adversarios alzando raza contra raza; habiendo llegado a extremo tal el ensoberbecimiento de la canalla, que era difícil saliera en público un conocido enemigo de Güemes, sin que se viera al punto herido con los improperios de la plebe así fanatizada".
 
Dos expresiones pictóricas acerca de don Güemes
 
De modo tal que la lucha por la independencia adquiere un fuerte contenido social y solo "era posible sostenerla...con el apoyo espontáneo de la plebe; que al fin, sin paga y sin botín y sin premios, muchas veces sin pan, era la que iba a derramar su sangre y su vida por ella" (Félix Frias). Cómo no adoctrinar entonces a esos hombres en el sentido de que "eran iguales en derechos a los de la clase decente, la cual, hasta que estallara esta feliz Revolución, los había tenido bajo su servidumbre y esclavitud. La Revolución venía ahora a quebrar esas cadenas en que habían gemido sus antepasados y en que muchos de ellos gemían aún, para darle, en cambio (...) la fraternidad humana que el mismo Redentor había proclamado desde la tribuna de la Cruz" (Félix Frias)
¿Cómo no permitir entonces incluso ciertos excesos de "su gavilla" si expropiaban géneros por su cuenta en algún comercio o se alzaban con algún suculento depósito de alimentos? ¿Cómo no permitirle al mulato Vicente Panamá que le diera unos cuantos azotes a esa señorona de alcurnia que pretendía darse el lujo de exhibir provocativamente una mantilla con los colores del enemigo delante propiamente de las narices de los patriotas?
De este modo, enlazando cuestión nacional y cuestión social, el caudillo, adorado por sus gauchos, le asegura a San Martín el control de la frontera norte.
 
MOMENTOS FINALES DE GÜEMES: ESTA VEZ LA TRAICIÓN SE LLAMÓ VALDÉZ
El coronel salteño a las órdenes del ejército español José María Valdés, alias "Barbarucho", buen conocedor del terreno, avanzó con sus hombres y ocupó Salta el 7 de junio de 1821. Valdés contó con el apoyo de los terratenientes salteños, a los que les garantizó el respeto a sus propiedades.  
Güemes estaba refugiado en casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, "Macacha". Al escuchar unos disparos, decidió escapar a caballo pero, en la huída, recibió un balazo por la espalda. Llegó gravemente herido a su campamento de Chamical con la intención de preparar la novena defensa de Salta. Reunió a sus oficiales, les transfirió el mando y dio las últimas indicaciones. Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. El pueblo salteño concurrió en masa a su entierro en la Capilla de Chamical y el 22 de julio le brindó el mejor homenaje al jefe de la guerra gaucha: liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes derrotaron a "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.  
 

En el momento de su muerte, en la Cañada de la Horqueta, en la ciudad de Salta, yacía a la intemperie, en un catre improvisado por el Capitán de Gauchos Mateo Ríos.
 
Martín Miguel de Güemes fue el único general argentino caído en acción de guerra exterior. Desde que supo de la muerte de su esposo, Carmen Puch se encerró en su habitación, y se cree que se dejó morir de hambre.
 
Monumento a Güemes en Buenos Aires
 
 
A pesar de haber vivido en Buenos Aires y participado en la defensa de la invasión inglesa de 1806 protagonizando la rendición de un buque inglés encallado por una bajante imprevista del Río de la Plata (abordándolo de a caballo comandando un grupo de paisanos), Güemes sólo era recordado en la Capital Federal (hoy CABA) por una calle de poca extensión.
Una expresión más del odio ninguneador de las clases altas hacia alguien que, según les pareció siempre, "traicionó" a su rancia estirpe defendiendo a "los gauchos".
Recién en 1981 (en otro "momento menos pensado": gobierno del "proceso") se inauguró un monumento a su memoria en el parque San Benito, en la intersección de la avenida Figueroa Alcorta y La Pampa.
Está hecho en bronce y ubicado sobre una elevada base piramidal de piedra, a metros de la subida a la avenida Cantilo, sobre Figueroa Alcorta. Fue obsequiado por el Gobierno de la Ciudad de Salta a la Municipalidad de Buenos Aires. Se trata de una réplica del monumento a Güemes que se encuentra en la base del cerro San Bernardo, en la capital salteña. El original fue realizado en 1931 por Víctor Gariño, mientras que la réplica que se encuentra en la Ciudad de Buenos Aires fue obra de Ermando Bucci.

 
CINE: "LA GUERRA GAUCHA"

Una madre ofrece para la guerra a su hijo mayor (adolescente) al oficial que ha llegado a su rancho a comunicarle la muerte en combate de su marido


La única expresión del llamado "séptimo arte" que se aproxima a la heroica lucha de nuestros queridos cabecitas negras del Noroeste Argentino (hay que resaltar el excelente libro cinematográfico que escribieron Manzi y Petit de Murat) es La guerra gaucha , dirigida por Lucas Demare .   Fue protagonizada por  Enrique Muiño , Francisco PetroneÁngel Magaña   y  Amelia Bence ,   entre otros.  El guión estuvo a cargo de  Homero Manzi   y  Ulyses Petit de Murat ,   sobre el  libro del mismo nombre   (1905) de Leopoldo Lugones . Se estrenó el 20 de noviembre de 1942. Se la ha considerado la película de más éxito del cine argentino, y también una de las mejores.
De tono épico, transcurre en 1817 en la Provincia de Salta .  Su contexto histórico está dado por las acciones de  guerrilla   de los gauchos   partidarios de la  independencia , bajo el mando del general  Martín Güemes , contra el ejército regular realista   que respondía a la  monarquía española .
Para la filmación de exteriores se construyó una aldea en la misma zona donde se desarrollaron los acontecimientos que inspiraron la película. Las escenas de conjunto, para las cuales se contó con el concurso de unos mil participantes, no habían tenido precedente en el cine argentino.  
Tanto la génesis de la película como su contenido se encuentran vinculados con el particular momento histórico de Argentina en el que había un intenso debate sobre si el país debía pronunciarse en favor de uno de los bandos o mantener su neutralidad en relación a la Segunda Guerra Mundial   que se encontraba en pleno desarrollo.  
La exaltación en la obra de los valores ligados al nacionalismo expresados en la conjunción del pueblo, el ejército y la iglesia en la lucha en defensa de la tierra fue considerada por algunos como una anticipación de la ideología de la revolución que el 4 de junio de 1943 desplazó al desprestigiado gobierno de  Ramón Castillo .
La película fue producida por  Artistas Argentinos Asociados , una cooperativa de artistas creada poco tiempo antes y requirió una inversión muy superior a la de otras producciones de la misma época pero su éxito de público permitió recuperar el costo en las salas de estreno, donde permaneció diecinueve semanas.
Otras dos películas de difusión comercial, que rozan apenas la "morocha" lucha de Güemes y sus gauchos son "Güemes" de Leopoldo Torre Nilsson (muy "estampita" oficial) y "Bajo el signo de la Patria", aunque esta última apunta más hacia Manuel Belgrano.


Tapa de una revista de 1951, que refleja el interés que despertaba la película, a nueve años de su estreno

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